A partir de esa hermosa relación de amor que se establece entre una madre y su pequeño hijo, es posible recrear, en las páginas de un libro, diversas historias que logren llevar entretenimiento y enseñanza a quienes se aventuren en su lectura.
Así lo demuestra Maylan Álvarez, quien ha contado de esas experiencias en un singular libro, que ha titulado El mundo de Marcos (Ediciones Aldabón, Asociación Hermanos Saíz, Matanzas, 2015, 88 pp).
En quince breves capítulos, la autora descubre, mediante un fluido y ameno discurso, marcado por un incuestionable matiz autobiográfico, el fascinante –y, a veces, inimaginable— universo que rodea a un niño.
Se conocerá, por ejemplo, la historia de cómo nació Marcos, los miembros que integran su familia, las escuelas en que ha estudiado, su especial interés por dibujar, lo que le gusta comer, su predilección por los juegos de computación…
«Marcos y la lluvia» es uno de los capítulos del cuaderno, en que es fácil advertir ese interés por entretener y enseñar que caracteriza la obra en su conjunto. He aquí ese texto:
A Marcos le gusta que llueva. Le priva saltar en los charcos sin zapatos aunque su mamá pelee cuando llega a la casa ultramojado y sucio de un fango con olor a primavera.
A Marcos le gusta que llueva y le gusta el mundo después de la lluvia: todo está más verde y las ranas del patio se lavaron los ojos de lo contentas que estaban, como dice su abuela Alfonsina Dulce María.
Marcos sabe bien de dónde vino la lluvia. Su mamá le explicó en primer grado que esto es un fenómeno atmosférico, así, con tilde, porque las dos son palabras esdrújulas. Es un proceso que se inicia con la condensación del vapor de agua que está en las nubes.
Su mamá lo dijo con estas y otras palabras más difíciles todavía y se lo tuvo que recontraexplicar la tía Niña, que lo sabe todo o casi todo de la lluvia, según ella, porque cuando llueve la casa se le moja más que la calle por los huecos que tiene el techo de tejas criollas.
La verdad es que Marcos cierra cada llave que está abierta en su casa o en la casa de su abuela Cuca o en la de Carito. Ha ayudado al abuelo Juan Ramón a arreglar las pilas que tienen salideros y que así no se escape ni una de las góticas que su abuela Marta podría usar mientras friega, lava o limpia.
Marcos aprendió que la lluvia va a la tierra, luego a las cuencas, presas, embalses, y de ahí a las empresas que ayudan a llevar el agua por las tuberías hasta su casa. Sabe que algún día cualquier gota de lluvia quizás será una de las gotas de agua que calmen su sed.
A Marcos también le enseñaron en las clases de El mundo en que vivimos que hay países donde nunca llueve y entonces otros niños no pueden jugar como él. Por eso le cae tan mal que una llave esté goteando y que nadie se dé cuenta de que es una gota de lluvia que regresará un día para que Marcos se ensucie mucho mientras las ranas del patio se lavan los ojos.
Periodista, poeta, narradora, Maylan Álvarez (Unión de Reyes, Matanzas, 1978) es autora, entre otros títulos, del poemario Naufragios del San Andrés (2012), del cuaderno de entrevistas 12 creadores entrevistos. Coordenadas de arte y literatura (2011) y del testimonio La callada molienda (2013).
Galardones como los premios Calendario, Digdora Alonso, Paco Mir y la Beca de Creación Dador, en poesía; así como el Premio Memoria, en testimonio, y el premio de la revista Videncia, en entrevista, avalan su ejercicio literario.
«Anécdotas, evocaciones conmovedoras escritas con desenfado y un estilo singularísimo –escribe la poeta y narradora Yanira Marimón sobre El mundo de Marcos—, desfilan por este libro que todos, niños y adultos, disfrutaremos por igual, por hermoso y sincero».
Ternura es quizás la palabra que defina, con precisa exactitud, El mundo de Marcos. Porque, como resulta incuestionable, este libro de Maylan Álvarez se enorgullece de haber sido pensado –y creado— desde y hacia el corazón.