Resulta incuestionable que la música es una de las más fértiles, ricas y fecundas manifestaciones de la cultura creada, en la mayor de Las Antillas, a lo largo del tiempo. No es sorprendente, por ello, que sea numeroso y diverso el catálogo editorial dedicado a analizar, estudiar, valorar, su alcance y trascendencia.
Se incorpora ahora a esa extensa bibliografía, un libro que se acerca al tema desde una perspectiva poco abordada en la isla. Porque en las páginas de esta obra, su autor indaga en el panorama de la música cubana a partir del disco, como soporte imprescindible para atesorar la memoria de esta manifestación de la cultura nacional.
En Música cubana: la aguja en el surco (Ediciones Cubanas Artex, 2015, 224 pp), José Reyes Fortún ofrece una documentada aproximación, tanto al desarrollo de los registros fonográficos en Cuba –desde mediados del siglo XIX hasta el presente— como a intérpretes solistas y agrupaciones que dejaron el testimonio de su arte en esos discos.
En dos capítulos, se reúnen conferencias, artículos, comentarios y notas, textos todos que, a través de un sugerente y sustancial discurso reflexivo, proponen al lector una interesante mirada al casi desconocido mundo del disco que, indudablemente, conserva una valiosa información.
Se acerca así el investigador a temas como la industria discográfica cubana de 1944 a 1959, la presencia del jazz en la discografía nacional desde 1898 hasta 1950, los cantares y cantadores en la discografía musical de la isla entre los años 1900 y 1920 y La Única Rita Montaner en el recurso sonoro.
«El curso de la aguja en tiempo de son» es uno de los textos antologados, cuya versión original apareció, en el año 2004, en el periódico Cubadisco. He aquí un fragmento de ese artículo:
La impronta sonera en el espectro musical cubano, avivadamente fue capaz de adueñarse del gusto popular, hasta interponerse en el entonces libre camino transitado por el danzón, la criolla, la clave y el bolero, a partir de novedosos y ricos diseños rítmicos, apoyados en tímbricas que, sin lugar a dudas, revolucionaron estilos de sonar la música, bailarla y hasta de cantarla.
Los intérpretes populares, al asimilar e incluir en sus repertorios esta forma de hacer música, y con ella el deseo por inculcar el baile, alcanzaron una mayor popularidad, acompañada por un acentuado interés por parte de las firmas discográficas norteamericanas. Las voces de Juan Cruz, Floro Zorrilla, Miguel Zaballa, Pablito Armiñán, Manuel Luna, Bienvenido León, hasta entonces cultores de una refinada canción trovadoresca, devienen dúos, tríos y cuartetos intérpretes de sones, para enunciar, en algunos casos, el encuentro que cristalizaría algo después Miguel Matamoros, con el bolero son Lágrimas negras.
Musicógrafo, especialista en fonografía del Museo Nacional de la Música, José Reyes Fortún (La Habana, 1946) ha desarrollado una activa labor de investigación y promoción de la música cubana, que le ha permitido recibir, entre otros reconocimientos, el Premio Anual de Investigación Juan Marinello 2001 y 2005 y el Premio de Honor Cubadisco 2011.
Colabora sistemáticamente con publicaciones periódicas de dentro y fuera de la isla y es autor, entre otros libros-discos, de Ofrenda criolla: aproximación a una discografía de Benny Moré, El gran tesoro de la música cubana, Bio bibliografía de Odilio Urfé, El Conjunto Casino: los campeones del ritmo y El arte de Benny Moré.
«Leer y aprender de estos escritos –afirma el investigador Ricardo Roberto Oropesa, en el prólogo a Música cubana: la aguja en el surco— es como asistir y disfrutar con placer y buen gusto de un concierto. A esto nos invita José Reyes Fortún, a escuchar música de todos los tiempos».
Con este libro, José Reyes Fortún no defraudará a los amantes de la mejor música cubana. Porque, como resulta fácil comprobar, este investigador maneja, con habilidad y destreza, esos recursos que le permiten despertar la curiosidad y el interés de quienes lleguen a estas páginas.