La fama puede llegar vestida de negro, arrodillada por horas y con la autoridad de un gesto, una correcta decisión: strikes, bola, out o quieto; y hasta con alguna que otra pelea verbal y agresiones físicas. Así la consiguió Roberto Amado Maestri Menéndez (1909-1963), encargado de impartir justicia siempre detrás del home en cientos de juegos de béisbol, quizás el más famoso de nuestros árbitros por el respeto impuesto, las equivocaciones mínimas y la dignidad demostrada en Cuba y en el extranjero.
Receptor del equipo Cubanaleco en los torneos de la Unión Atlética Amateur (1929-1930), Maestri no fue el clásico pelotero talentoso. Al perder fuerza su brazo le llegó el consejo oportuno de un amigo para dedicarse a una de las profesiones más ingratas en el mundo deportivo, pero de la que saldría airoso y triunfador como nadie.
“Si el público no habla ni comenta de ti cuanto termina el noveno inning es señal de que todo se hizo bien”, reconocería el reglano, quien estuvo al frente del partido inaugural del Gran Estadio de La Habana (26 de octubre de 1946) y del primer juego en nuestras series nacionales (14 de enero de 1962), entre otros tantos pleitos históricos de la Liga Nacional Amateur y las ligas profesionales de Cuba y México.
Sin embargo, llenó sus 53 años de vida con miles de anécdotas y posturas no muy conocidas, como la de haber sido dirigente sindical de los trabajadores eléctricos, participar en la huelga de marzo de 1935 contra Batista o sufrir prisión varios meses en el Castillo del Príncipe (1958) por conspirar contra la tiranía. Precisamente después de su salida de la cárcel recibió en el Coloso del Cerro una ovación nunca vista, antes ni después, hacia un árbitro. Su mirada recorría las gradas con agradecimiento y hay quien cuenta que en su rostro redondo no cabía más emoción.
Guapo de carácter e ideas, Maestri defendió hasta vencer la no inclusión en nuestros campeonatos de árbitros estadounidenses. La calidad de los cubanos era suficiente, repetía en las discusiones. A coraje limpio expulsó en 1946 del terreno al propietario del club México y de la Liga de ese país, Jorge Pasquel, quien osó bajar del palco presidencial para protestarle una jugada.
Con sus propios brazos detuvo a los policías que intentaron frenar en dos ocasiones la iniciativa de los universitarios de irrumpir un juego de béisbol con sendas protestas contra el régimen vigente (23 de noviembre de 1952 y 4 de diciembre de 1955). Tal firmeza era única, martiana de corazón e irrepetible.
Exaltado al Salón de la Fama del Béisbol Cubano en el 2014, Maestri marcó la historia de los vestidos de negro por esa recia voluntad a nunca emparejar un error con otro error; así como por la honestidad y amor puesta a una labor en la que lo más difícil no es ser justo con los demás, sino consigo mismo. Y él lo fue.