Por Hermann Hoffman *
Cuando me gradué en el 2014 en la Escuela Latinoamericana de Medicina (Elam) no suponía el alcance de los desafíos que iba a enfrentar en Brasil. Al regresar, luego de casi siete años lejos de la familia y de los amigos, me sentí como un turista.
A esta singular situación se sumaron los avatares de casi ocho meses de espera para admitirme en el Programa Más Médicos (PMM), un proyecto humanista que defendí desde Cuba y que ayudé a construir.
Por eso solo empecé a sentirme útil cuando me aceptaron, fue como materializar mi gran sueño, animado por la convicción de que en Brasil las necesidades mayores están en el interior del país y en la periferia de las grandes ciudades.
Como el Che, decidí estar donde era más necesario y mi primer desempeño, desde junio del 2015, ha sido en una clínica de la familia del interior de la provincia de Bahía. Sigo lejos de mi familia pero allí, pensé, puedo ayudar a los más pobres. Así ha sido.
Mi labor se desarrolla en Araçás, una comunidad de unos 13 mil habitantes que tiene cinco clínicas (consultorios) regidos por el gobierno municipal: una es atendida por una médica cubana y dos con médicos graduados en Cuba. Es decir, en esta pequeña ciudad casi todos salimos de la misma academia humanista y solidaria.
En los primeros días la población nos confundía con médicos cubanos. Solo cuando hablaba se daban cuenta y me decían: “Tú no eres cubano”. Con orgullo explicaba que no nací en Cuba, pero me siento parte de la isla. Estudié en La Habana y a la Mayor de las Antillas debo el sacerdocio de la medicina, les exponía.
Confieso que no imaginaba qué población atendería en Araçás. Pronto me fui descubriendo que una gran parte jamás había entrado en una escuela. Cómo pedirles entonces que leyeran una receta, una prescripción médica. Poco a poco pasé a la convicción de que, además de médico, tenía que ser amigo, hermano, compañero y maestro. Empecé a dibujar en los recetarios los horarios de desayunos, almuerzos y comidas, recurso que diseñé para indicar a los pacientes cómo tomar los medicamentos.
A pesar del tiempo, el cariño de las personas humildes que atiendo cada día sigue sorprendiéndome. En una de las reuniones internas mi enfermera confesaba que los pacientes decían que yo era un médico distinto pues les miraba a los ojos, cosa que nunca había pasado. No le creí hasta que un día, al abrir la puerta del consultorio, escuché a una señora de 82 años que le decía a una “impaciente” que se marchaba: “No se vaya, este es un médico diferente, él me mira, me comprende, nunca está apurado y me examina bien, hasta pone la silla al lado de uno, como si quisiera estar cerca de nosotros”.
Ese día sentí que la tarea estaba bien hecha pues ya era reconocida por la gente.
Apenas transcurridos los primeros meses en Araçás empecé a notar que la gente no se enfermaba tanto como antes. Conseguimos mejorar la salud y el bienestar de todos, sin distingos. Aprender a amar lo que hacemos es parte de la cosecha que permite enorgullecernos a los médicos cubanos y los brasileños como yo graduados en la isla.
Poco a poco nuestros colegas de Brasil entendieron que nuestro propósito no es la competencia y sí mejorar la realidad de salud en nuestro país.
Hoy, a pesar de la crisis que atraviesa la nación y las críticas al Programa Más Médicos, se consiguió mejorar en los principales indicadores de salud. En algunos estados la mortalidad infantil fue disminuida considerablemente. Y en esa obra hay que agradecer a los médicos vinculados al programa y a la colaboración cubana.
Casi tres años después de iniciado, son más los brasileños que defienden el Programa que dos años atrás fue censurado por no ser un programa político. Más Médicos superó las expectativas y demostró que con voluntad, la medicina humanística puede ponerse en función del cambio y promover la salud que necesita la sociedad brasileña.
*Hermann Hoffman es médico graduado en la Elam en 2014. Durante su estancia en Cuba presidente del núcleo del Partido de los Trabajadores de Brasil.