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Sin más detalle que cuño y firma, nos llega una carta en nombre de los trabajadores y del director de la fábrica de fósforos Rafael Guerra Vives, de Camagüey, contentiva de la explicación acerca de lo denunciado en la foto crítica publicada recientemente aludiendo a manufacturas de esa industria.
Ante las molestias expuestas sobre la falta de calidad de la lija, describe las características de la planta, que data de la primera mitad del siglo pasado, con un alto nivel de obsolescencia y en la que se hacen algunas reformas, incluida la posible construcción de una máquina diseñada en la Universidad agramontina, “lo cual mejoraría indiscutiblemente nuestras producciones”, acota.
En el texto se reconoce que cajitas de cerillos como los de la instantánea “salieron al mercado con problemas de calidad, sobre todo en la lija, lo cual no debió suceder”, pues aclara que en enero ya habían reparado el equipo que la coloca, aunque estaba sin resolver el grosor porque están usando arena sílice en sustitución del polvo de vidrio, un tema al que buscan solución la empresa y los tecnólogos.
Expresa que hubo un análisis con la dirección de producción de la fábrica, las dos jefas de brigada de esa área, el técnico de calidad y los operarios de las máquinas llenadoras y lijadora “adoptándose en cada caso las medidas correspondientes”, si bien no refleja cuáles. Asimismo, en asamblea con todos los trabajadores analizaron el escrito y quedó bien claro el compromiso de garantizar una mercancía óptima.
No pretendemos justificar lo sucedido, se subraya en uno de los párrafos del texto, en el que nos invitan a visitarlos para constatar el proceso fabril. No dudamos de la vergüenza y el esfuerzo del colectivo. Otras fábricas en el país también en algunos momentos incurren en producciones con dudosa calidad, espada de Damocles que hace años pende sobre una industria donde aún la llama no arde bien.
