El pueblo cubano cree en sus propios esfuerzos

El pueblo cubano cree en sus propios esfuerzos

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Hassan Pérez Casabona

Hace solo unas horas el Gran Maestro Leinier Domínguez, el trebejista antillano más destacado en los últimos tiempos, cuyo Elo de 2732 lo coloca en el escaño 24 mundial, según el último ranking de la Federación Internacional, confesaba en un programa televisivo que en el ajedrez moderno los jugadores de la élite le prestaban especial importancia a todas las etapas de una partida.

“Ahora, reveló con su sencillez tradicional el “Ídolo de Güines”, hay que trabajar con la misma intensidad las aperturas, el medio juego y los finales. Es muy importante también –añadió quien lleva ocho años por encima de los 2700 puntos- cuidar todo lo concerniente al tiempo en cada jugada, para que este no se vuelva en tu contra”.

El Presidente Barack Obama en su discurso a la sociedad civil cubana en el Gran Teatro Alicia Alonso
El Presidente Barack Obama en su discurso a la sociedad civil cubana en el Gran Teatro Alicia Alonso

Alegorías a un lado, la reciente visita del presidente Barack Obama a Cuba cumplió, de principio a fin, con propósitos muy bien definidos por él y sus principales asesores, especialmente motivados, de una u otra manera, porque el factor tiempo ya no es un recurso en abundancia para el primer afroamericano en ocupar la más alta responsabilidad política en Estados Unidos.

Desde esa óptica nada fue resultado de la improvisación, desde la biografía oficial entregada para la divulgación, pasando por el descenso de la escalerilla del Air Force One con una sombrilla protegiendo a su esposa Michelle de la lluvia, hasta cada palabra de su discurso ante una representación de la sociedad civil, en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. [1]

No niego con este análisis el innegable carisma de Obama para conducirse en diferentes escenarios, ni su capacidad como orador (no en balde se impuso en el 2008, y reeligió en el 2012, derrotando a adversarios que lo superaban en experiencia política y mecanismos de recaudación monetaria) ni digo en modo alguno que todo es construcción mimética, siguiendo un guión preestablecido, pero nadie puede soslayar que desde hace décadas (afianzamiento de la televisión mediante, exacerbado con la llegada de Internet y las redes sociales) las apariciones públicas de la máxima figura imperial están enfocadas, en un sentido mayoritario, aspirando a captar la percepción favorable de aquellos que en las urnas darán continuidad o ruptura a su presencia dentro del establishment; ecuación que se acrecienta si sus actividades tienen de trasfondo –como en este caso- el fragor de un año con elecciones presidenciales reservadas.

Por supuesto que este no era, por innumerables razones, un viaje más para el jefe de la Casa Blanca. Esta vez llegaría a una nación que desde el 1ero de enero de 1959 escogió su destino, para convertirse en la Cuba revolucionaria, firme, inclaudicable y solidaria que tanta admiración concita en todo el orbe.

A escala universal estaba claro (el propio Obama se refirió a ello) que ni el entorno ni la forma de concretarse su intercambio con la Mayor de las Antillas eran similares a enero de 1928, cuando su predecesor Calvin Coolidge arribó a nuestro país a bordo de un buque de guerra, para participar en la VI Conferencia Panamericana auspiciada por la dictadura de Gerardo Machado, convirtiéndose así hasta este domingo 20 de marzo en el único mandatario en ejercicio del poderoso vecino en tocar suelo cubano.

Al igual que establece la prestigiosa cadena multinacional Telesur, a la hora de examinar los procesos sociales, debemos colocar los hechos en contexto, obteniendo con ese procedimiento claves para entender y aquilatar dicha vista, que movilizó en su cobertura alrededor de 1500 periodistas (un centenar de ellos convocados por el aparato gubernamental norteamericano) de unos 400 órganos de más de medio centenar de naciones.

  • Nada de lo que ha sucedido desde el 17 D es una dádiva a Cuba, sino la confirmación de que los pueblos que se mantienen erguidos ven coronado, al final, los intereses estratégicos a los que consagraron su lucha. Pocas veces en la historia la principal potencia económica y militar tuvo que reconocer el fracaso de las políticas implementadas durante cinco décadas, con relación a un pequeño archipiélago, sin recursos naturales cuantiosos ni armas nucleares, que fue capaz de resistir y vencer todas las embestidas.
  • Estados Unidos comprendió que si aspiraba a tener una relación en otro plano con América Latina y el Caribe, no podía seguir con la posición obcecada de aislar a Cuba. No estábamos ya (algo que cada año martillaba sobre ellos con las votaciones aplastantes en la Onu contra el bloqueo) en la época en que utilizando a la Oea como instrumento (a la que Roa calificó con tino insuperable como `Ministerio de Colonias´) nos condenaron en Punta del Este y maniobraron para que solamente México mantuviera sus vínculos diplomáticos con nosotros.
El ex presidente de Venezuela, Hugo Chávez le entregó a Barack Obama en el 2009 el libro LAs Venas Abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano
El ex presidente de Venezuela, Hugo Chávez le entregó a Barack Obama en el 2009 el libro LAs Venas Abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano

Apenas tres meses después de que Obama ocupara el Salón Oval, en abril del 2009, los presidentes de la región, con el inolvidable Comandante Chávez al frente obsequiándole el emblemático libro de Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina, patentizaron en Puerto España que era imposible proseguir excluyendo a Cuba del seno de una comunidad donde la Mayor de las Antillas cosechó, a través de su ejecutoria ejemplar, enorme prestigio. En el 2012, Cartagena de Indias acogió la última reunión sin la presencia de Cuba. Allí Correa, Chávez, Daniel, Evo y otros líderes exigieron que si no estaba nuestro país en la venidera cita, dicho mecanismo desaparecería. El mensaje llegó a Washington con toda fortaleza y en Panamá, en abril del 2015, la Revolución ocupó el escaño que siempre mereció por derecho propio.

  • El pueblo cubano, con sólidas convicciones y uno de los mayores poseedores en el planeta de cultura política, alcanzada en la lucha denodada por desarrollar su proyecto revolucionario, no en una urna de cristal sino en el “vórtice del huracán”, entendió desde las palabras iniciales de nuestro presidente Raúl Castro que se trataba de un enorme desafío, pero al mismo tiempo de una gran oportunidad, la cual debíamos encarar apoyados en el extraordinario caudal histórico, cultural e ideológico a nuestra disposición, que tiene en José Martí y Fidel Castro a sus figuras paradigmáticas. Fue el Apóstol quien alertó (y esa enseñanza ha estado latente desde entonces) que “de pensamiento era la guerra mayor que se nos hace. ¡Ganémosla a pensamiento!”.
  • Tanto en el proceso de restablecimiento de relaciones diplomáticas (concluido con las ceremonias de izamientos de las respectivas enseñas nacionales en Washington, el 20 de julio, y en La Habana, el 14 de agosto pasado) como durante las conversaciones ulteriores en el afán de “normalizar” los vínculos entre los dos países, Cuba demostró la voluntad de intercambiar respetuosamente y en calidad de iguales con EE.UU, con la seguridad de que, a pesar de nuestras múltiples diferencias podemos lograr una convivencia civilizada.
  • Si algo llenó de orgullo a nuestro pueblo –y a millones de personas en todo el orbe- es que lo alcanzado en esta etapa ha sido manteniendo incólumes nuestros principios, tanto en el ámbito interno como en la proyección internacional. Durante los últimos meses la Revolución, y nuestros dirigentes, brillaron todavía más precisamente por preservar los ideales que constituyen la esencia de nuestro sistema político, económico y social.

En la arena internacional, desde la intervención del General de Ejército en la Cumbre de la Celac en Costa Rica, en enero del 2015, pasando por sus palabras en la reunión extraordinaria del Alba-Tcp en Caracas, en marzo, o los diversos discursos que pronunció durante su estancia en Nueva York, al calor del 70 aniversario de la Onu, en septiembre, y muy especialmente su brillante exposición en la Cumbre de Panamá en abril, una y otra vez se ratificó los pilares irrenunciables sobre los que sustentamos nuestra política exterior. Un símbolo hermoso de esa firmeza es la visita oficial que realizó a Cuba el viernes 18 de marzo el presidente bolivariano Nicolás Maduro, a quien además Raúl colocó con emoción sobre su pecho la más alta condecoración de nuestro Estado: la Orden José Martí.

  • La visita de Obama tuvo, en varias direcciones, un carácter profundamente simbólico. Fue una oportunidad, como planteó el editorial de Granma del 9 de marzo, para que entrara en contacto directo con nuestra realidad. A los cubanos no parece normal, porque forma parte de lo cotidiano, pero impresiona en cualquier latitud la extraordinaria tranquilidad que reina en nuestras calles, con una población capaz de recibir a sus visitantes con respeto y cordialidad, garantizando que nada perturbe la hospitalidad con que debe tratarse a los huéspedes.

Desafortunadamente esa no es la tónica en otras geografías. Pensemos, por ejemplo, en las manifestaciones de protesta que casi seguramente encuentre Obama en Argentina, o en las reuniones del G-7 y el G-20 (en todos los sitios donde las efectúan se congregan miles de ciudadanos para fustigar los desmanes del capitalismo) o en México que, 24 horas antes de la llegada del papa Francisco el 12 de febrero, vio estallar una revuelta en una instalación carcelaria, donde murieron unas 50 personas.

  • Su discurso en el Gran Teatro de La Habana fue concebido para satisfacer los aspectos medulares de diferentes auditorios. En él están contenidas las líneas directrices de su pensamiento, no solo sobre las relaciones con Cuba, sino acerca de tópicos relacionados con el capitalismo y el sistema político estadounidense.

Fue una pieza oratoria bien hilvanada, estructuralmente, pero con múltiples carencias de contenido, de un lado, al tiempo que una buena parte de los asuntos tratados fueron expuestos con un grado impresionante de superficialidad, tendencia que cada vez gana mayor espacio en el mundo capitalista donde, en los discursos de los políticos, se tocan asuntos como si fueran titulares de prensa, que no son desarrollados en toda la complejidad que ellos encierran, pero con la certeza de que generan matrices que calan en las personas, la mayoría de las cuales está desprovista de las herramientas filosóficas, históricas y culturales necesarias para decodificar el mensaje que le presentan, telepronter de por medio, articulado en buena medida como si se tratase de una puesta en escena teatral.

“Ser cultos es el único modo de ser libres”
“Ser cultos es el único modo de ser libres”

Ese no es el panorama reinante en el público antillano que escuchó a Obama, acreedor del fabuloso caudal que proporcionan los conocimientos y las ideas como sustento de la libertad y la plenitud, en su comportamiento como seres humanos. Fue también el Héroe Nacional quien nos legó ese concepto cimero de que “Ser cultos es el único modo de ser libres”, que Fidel complementó hace unos años, al afirmar que “Sin cultura no hay libertad posible”. El pueblo cubano sabe que democracia no es sinónimo de pluripartidismo (demócratas y republicanos son apenas desgajamientos de un mismo tronco) y que si en realidad “tenemos que tener la valentía de reconocer la verdad”, como señaló Obama, no se puede ignorar olímpicamente el bloqueo, los sabotajes y crímenes como el de Barbados (cuyo 40 aniversario se cumplirá el próximo 6 de octubre) el dengue hemorrágico y el resto de las privaciones y sufrimientos que hemos tenido que enfrentar, únicamente por atrevernos a caminar con la cabeza erguida y hablar con voz propia. [2]

  • Hay una idea que en los últimos meses reiteran Obama y sus funcionarios: debemos dejar la historia atrás para no ser prisioneros de ella. Ningún pueblo, incluyendo el estadounidense, pudo llevar adelante sus más caras aspiraciones renunciando o echando por la borda las raíces de las que proceden. Quien no conoce de donde viene, no tiene donde asirse e, invariablemente, está condenado a irse de bruces por enarbolar una mirada de corta dimensiones.

Para fundar e ir en busca de objetivos estratégicos hay que partir inexorablemente de las esencias que proporciona el conocimiento histórico. Ella, no aprendida en blanco y negro sino desde la riqueza que le confiere su devenir contradictorio, no aprisiona ni cercena las aspiraciones de los pueblos. Por el contrario es una rampa de lanzamiento fecunda hacia nuevos horizontes, garante al mismo tiempo de que no se produzcan extravíos en dicha búsqueda.

Los cubanos, en esa línea, tenemos en nuestra historia uno de los principales tesoros para las actuales y luchas venideras. Prescindir de ella sería como entregar las armas principales para la lucha. De ella, a través de análisis creadores, donde cada vez más coloquemos cada pieza en su lugar, sin dogma alguno y con espíritu realmente dialéctico, extraeremos enseñanzas y encontraremos motivaciones para construir el futuro al que aspiramos.

Uno entiende que EE.UU., tenga otros enfoques sobre la importancia de la historia, porque la de ellos está plagada de capítulos oscuros pero, en el mejor de los casos, no deben aludir a este campo, mucho menos pretender que con declaraciones pragmáticas van a desmovilizarnos en un frente que al igual que la cultura constituye “escudo y espada de la nación”. Nuestro pueblo cree en sí mismo porque conoce en qué condiciones, realizando qué esfuerzos y guiados por quienes fuimos capaces de permanecer enhiestos cuando otros se plegaron, creyendo en cantos de sirenas y en los corifeos que vaticinaban el fin de la historia.

Sabe también que esa fortaleza nos llevó a desempeñar papeles de honda significación en el concierto internacional (deberían esculpirse en un monumento las palabras de Su Santidad Francisco de que Cuba es la capital mundial de la unidad) y que a aquellos trasnochados que le pronosticaban horas a la Revolución solo los recuerdan los pocos cipayos que le rendían pleitesía.

  • En el mensaje de Obama hay una marcada exhortación a los jóvenes como los responsables de la construcción del futuro, ante el elemento particular de que se está produciendo un cambio generacional en Cuba. El papel de la juventud en la historia de Cuba tiene un peso tan especial que el Comandante en Jefe afirmó, el 2 de julio de 1994, en uno de los momentos más cruentos de nuestra resistencia heroica, que “Esta es una Revolución de obreros, campesinos y estudiantes”. En lo adelante ese papel se intensificará porque, en buena lid, es la propia dirección revolucionaria quien ha estimulado siempre que los jóvenes no sean actores de reparto, sino que ocupen lugares protagónicos en la transformación social que acometemos.
  • El país que recibió al presidente Obama acumula una experiencia de lujo en intercambiar con prominentes figuras políticas, religiosas, empresariales, culturales, deportivas de todos los continentes. Solamente en el 2015 recorrieron nuestras calles 184 delegaciones oficiales, 25 de ellas encabezadas por Jefes de Estado o Gobierno. Incluso en septiembre del 2006, cuando fuimos sede de la Cumbre de los No Alineados, 56 máximas figuras de igual número de países compartieron entre nosotros.

Si a ello le sumamos que los últimos tres Sumos Pontífices de la Iglesia Católica han tenido contacto con el pueblo cubano, y que hace poco más de un mes se produjo en La Habana el primer encuentro desde el año 1054 entre un Papa y el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, entonces resulta inobjetable concluir que gozamos de un prestigio enorme en el ámbito político.

A los ojos de los millones de personas que por estos días han seguido los acontecimientos en nuestro país Cuba sale fortalecida porque, desde la fuerza que le proporcionan las convicciones emanadas de ideas y no de fanatismo alguno, fue capaz de acoger con cordialidad y gran altura al representante principal de la nación con la que hemos estado en conflicto, de una u otra manera, por más de 200 años.

Notas y citas.

[1] En el texto oficial sobre la trayectoria del cuadragésimo cuarto presidente de Estados Unidos se plantea que “Su historia es una historia estadounidense, los valores del corazón de Estados Unidos, una educación en el seno de una familia de clase media, la dedicación al estudio y al trabajo para salir adelante, y la convicción de que una vida con tantas bendiciones debía vivirse para servir al prójimo” o “Después de cursar sus estudios universitarios gracias a los préstamos estudiantiles y las becas obtenidas”. Casi al final se afirma que “Como senador por el estado de Illinois, trabajó con la oposición para moderar la influencia de los grupos de presión, asegurar las armas de destrucción masiva y promover la transparencia gubernamental reportando todos los gastos del Gobierno en Internet”. Granma, sábado 19 de marzo de 2016, p. 2.

[2] Recordaba el Dr. Jorge Hernández Martínez, director del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana (CEHSEU), en la Mesa Redonda de la Televisión Cubana del propio martes 22 de marzo, cómo en la década del 50 del siglo pasado Cuba estaba llena de partidos políticos y fue una etapa profundamente antidemocrática, donde todas las semanas se asesinaban a estudiantes, jóvenes en general, obreros y campesinos porque se manifestaban contra la dictadura o participaban en alguna movilización.

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