En Cuba, como en otros países, conseguirlos costó sangre y lágrimas a un movimiento obrero que si bien podía considerarse incipiente a principios del pasado siglo, aprendió de prisa y se proclamó heredero de la obra de Martí, quien en la organización de la última guerra independentista logró juntar las voluntades dispersas de los patriotas cubanos y demostró que en la unión radica la fuerza.
Dotada de un halo patriótico y clasista nació el 28 de enero de 1939 la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), organización que agrupa a los 17 sindicatos nacionales a los que están afiliados más del 90 % de los asalariados de nuestro país. Vale destacar que el hecho fundacional tuvo lugar en el entonces llamado Teatro Nacional, hoy Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, donde el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, hablará mañana martes al pueblo cubano.
Según declaraciones del asesor de Seguridad Nacional Ben Rhodes, Obama hará referencia en su discurso a la “complicada historia entre nuestros países”; explicará las razones por las que decidió iniciar el camino de la normalización de relaciones y expondrá “su visión de cómo los Estados Unidos y Cuba pueden trabajar juntos, de cómo los cubanos pueden seguir ejerciendo una vida mejor”.
No podemos olvidar que el 17 de diciembre del 2014 el Presidente estadounidense fue claro al explicar que independientemente de los “cambios de política”, insistirían en la defensa de los derechos humanos y en que “los trabajadores cubanos deben estar en libertad de formar sindicatos”.
Claro, los sindicatos que Obama conoce y que le costearon parte de sus dos campañas electorales por la presidencia son diferentes a los cubanos. Muchos responden a dinámicas gremiales, eluden la lucha de clases y propician el entendimiento con los patronos para obtener cuestionables victorias salariales.
Según la estudiosa cubana Martha Martínez Navarro, el movimiento obrero mundial ha sufrido en las últimas décadas una “embestida antisindical con manipulaciones legislativas que crearon normas más rígidas para la constitución e inscripción de sindicatos y el ejercicio de los derechos sindicales, reforzándose el control de sus actividades. Esto derivó en la contracción de la tasa de afiliación, el agotamiento presupuestario y la pérdida de capacidad para representar a los trabajadores y mejorar sus condiciones de vida”.
El resultado ha sido la fragmentación, la crisis de liderazgo, el descrédito y la falta de confianza de los trabajadores.
A tal panorama habría que añadir que desde 1919 a la fecha se han firmado 183 convenios internacionales, en los que se regulan las relaciones de trabajo en el mundo. Según la Organización Internacional del Trabajo, Francia ha ratificado 115 de ellos, Noruega 106, Alemania 76 y los Estados Unidos… 14.
El Congreso, por ejemplo, no ha ratificado el Convenio de la Organización Internacional del Trabajo sobre la libertad sindical y la protección del derecho de sindicación del año 1948, o el Convenio del derecho de sindicalización y negociación colectiva de 1949.
Cuba, Estado fundador de la OIT, ha ratificado 90 convenios, lo cual la convierte en uno de los países con mayor número de validaciones, según reconoce la propia institución. Nuestros sindicatos no son entidades perfectas, pero ninguno de sus problemas se resuelven dividiendo a la clase obrera, atomizando las fuerzas, restándole representatividad.
Tal como el propio Obama gusta decir: los sindicatos no son el problema, son parte de la solución. La diferencia es que acá la utopía se hizo realidad y la CTC participa en la elaboración de las más importantes leyes del país, y tanto estas como los planes y presupuestos que regirán el quehacer de los colectivos laborales se discuten en asambleas con los trabajadores.
Esos sindicatos cubanos seguramente compartirían gustosos sus experiencias con el valeroso movimiento obrero de Estados Unidos y podrán contarles, quizás, cómo conquistaron los 24 días de descanso retribuido anual, viejo anhelo de Norteamérica; o hablarles de que sus asalariadas reciben la misma remuneración que los hombres por igual trabajo y que tienen derecho a un año de licencia por maternidad, entre otros beneficios.
Serían ellos los que deberían favorecerse de los 11 millones de dólares que el pasado 22 de diciembre el Departamento de Estado del país que Obama representa aprobó para financiar programas que fomenten “los derechos civiles, políticos y laborales” en Cuba.