Su música es como la cultura de la isla: esencialmente mestiza. Bastarían sus Tres danzas cubanas (1927) o la Obertura cubana (1928) para que garantizara su trascendencia. Fue autor también de una de nuestras más hermosas melodías: Berceuse Campesina (1938). Pero García Caturla fue también promotor de la música de grandes maestros internacionales, animador de tertulias, instrumentista destacado, intelectual comprometido, jurista incorruptible…
Su fátum fue el cumplimiento del deber. Murió antes de tiempo, víctima de un hombre al que debía juzgar. Tan joven, ya había entregado una obra mayor. Nunca sabremos qué nos quedó debiendo.