Enmienda Platt: el  debate en Estados Unidos

Enmienda Platt: el debate en Estados Unidos

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enmienda_plattSuele escribirse sobre el rechazo justificado entre los cubanos de la Enmienda Platt, infame apéndice impuesto a nuestra Constitución que lastró desde su nacimiento a la república de Cuba. Pero pocas veces se menciona el debate que en el Senado y la Cámara de Representantes de Estados Unidos provocó este documento, antes de ser sancionado por el presidente Mc Kinley.

El camino recorrido por el documento se sintetiza en los siguientes pasos: el senador republicano por el estado de Connecticut, Orville Hitchcock Platt, conocido por sus ideas reaccionarias, presentó la Enmienda, el 25 de febrero de 1901, como parte del proyecto de ley concediendo créditos para el mantenimiento del ejército; esta se discutió ampliamente en el Senado entre el 26 y 27 de febrero, hasta su aprobación por dicho cuerpo; el 1° de marzo la aprobó la Cámara de Representantes, fue sancionada inmediatamente por el presidente Mc Kinley y el 2 de marzo el gobernador militar de la Isla, Leonardo Wood se lo comunicó al presidente de la Convención Constituyente que en Cuba trabajaba por la elaboración de una Carta Magna para la futura república, lo que generó un gigantesco movimiento de rechazo, pero ese es otro capítulo de la historia.

Lo que a simple vista parece un procedimiento rutinario en el seno del imperio, no estuvo exento de contradicciones y de fuertes críticas por parte de los políticos estadounidenses a quienes se sometió el texto, por considerar una parte de ellos que la aprobación de la Enmienda echaba por tierra el solemne compromiso contraído por su país  en la Resolución Conjunta (Joint Resolution) del 20 de abril de 1898, de que” el pueblo de la isla de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente”.

Un rápido repaso de las intervenciones de varios senadores y congresistas norteños da la medida del carácter de los debates en torno a la Enmienda. Resalta entre estas opiniones el discurso oposicionista del senador Morgan, viajo amigo de Cuba y que se relacionó con varios dirigentes revolucionarios cubanos, cuya posición no obedecía a una romántica actitud en favor de la antigua colonia española sino a principios que defendió como político estadounidense.

Dijo entonces que “el que nosotros promulguemos hoy una regla férrea a la cual Cuba debe conformarse será necesariamente una ofensa para el orgullo de esos hombres que están convencidos de que tienen derecho a gobernar en Cuba y que ese es su país”

Expresó ante los senadores que “Estamos realizando un acto de despotismo que no nos hemos atrevido nunca a realizar con una tribu de indios en Estados Unidos”,  consideró que las imposiciones de la Enmienda constituían “un ultimátum legislativo a Cuba”, y que era como si el Congreso le dijese a los cubanos: “Aceptar esto o la muerte, porque Cuba no puede resistir; aceptad esto y abandonad toda esperanza de un gobierno independiente, soberano, autónomo; aceptad esto y deponed vuestro orgullo nacional y de raza a los pies del anglosajón y dejad que os pisoteemos”.

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Morgan  redactó un documento con 16 proposiciones definiendo según él, lo que creía debían ser las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, texto  que no puede considerarse oficial pero tuvo el visto bueno del Secretario de Estado. Al dárselas a conocer los comisionados de la Asamblea Constituyente cubana, sus integrantes le manifestaron su profundo desacuerdo con ellas.

Nada mejor para enjuiciar las posiciones del senador Morgan, que la siguiente valoración del historiador Emilio Roig de Leuchsenring, quien señaló que se opuso a las imposiciones de la Enmienda, ”basado, es verdad, en la idea que él tenía sobre la actitud necesariamente adoptable por el pueblo de Cuba; pero basado también, en sus deseos de evitarle conflictos a su país, y de buscar, precisamente con el reconocimiento de la absoluta independencia a los cubanos, así como de la concesión a estos de libre cambio comercial con los Estados Unidos, que los cubanos demostrasen por sí mismos ‘si podían o no abrirse paso’,  pensando siempre que ‘el Gobierno de los Estados Unidos en sus actuales relaciones con Cuba nunca carecerá de poder o determinación para cuidar sus propios intereses”.

En resumidas cuentas, lo que pensaba este político estadounidense era conseguir, de la manera menos peligrosa y comprometida para su país, lo que consideraba el futuro de Cuba:  que el pueblo se convenciera de que el mejor asiento de la libertad eran los Estados Unidos.

El senador Teller, quien tuvo una activa participación en la aprobación de la Resolución Conjunta, manifestó sui confianza en la capacidad de los cubanos para gobernarse sin necesidad de la supervisión estadounidense. Consideró que la Enmienda podría herir la susceptibilidad del pueblo cubano y comprometer a Estados Unidos a ciertas perturbaciones, sin embargo deseó que los cubanos aceptasen la Enmienda, “porque sería infinitamente mejor para él aceptarla que tener que someterse a otras condiciones infinitamente más duras y más severas que le pudieran aplicar, como estoy seguro que se le aplicarán si fracasa este proyecto de ley.” No obstante expresó que no debían imponerse medidas a los cubanos por no acceder a las demandas estadounidenses, sino reanudar la consideración de esos asuntos.

Otro senador, de apellido Bacon mencionó la falta de sinceridad que representaba la pretensión de imponer la Enmienda, ya que con ello se estaba violando el compromiso contraído en la Resolución Conjunta. Sus comentarios fueron bastante crudos: “Si nosotros estamos determinados a violar nuestra promesa, ¿por qué nos detenemos a medio camino?  En ese caso debíamos ir hasta el fin y apoderarnos de la Isla sin reserva alguna.” Sobre la intención de Estados Unidos de mantener lo que podría considerarse un protectorado sobre Cuba, expresó: “temo que hayamos dejado mucho de eso en la Enmienda para dar origen al pretexto que justifique la intervención en los asuntos de esa Isla en lo adelante, por ese motivo votaré en contra”El senador Culberson apuntó que con la Enmienda se proponía una ocupación deshonrosa, en su criterio, contraria a la sagrada palabra dada por Estados Unidos,  mientras que el senador Pettus  fue sincero al decir que no hablaba para el pueblo cubano ni en defensa de sus derechos sino para “conservar incólume el honor del pueblo de los Estados Unidos y su ley orgánica.”

Estos son algunos ejemplos de las opiniones vertidas en el Senado. Las discusiones en la Cámara de Representantes fueron limitadas a causa de la moción de urgencia que presentó sobre el tema el Comité Interior de ese cuerpo, siguiendo el mandato del presidente Mc Kinley,  medida que fue calificada de coacción por el Representante Richardson, líder de la oposición de los demócratas.

William McKinley, presidente de los Estados Unidos 1897-1901
William McKinley, presidente de los Estados Unidos 1897-1901

Este personaje estuvo a favor del derecho de los cubanos a su independencia, que estaba seriamente dañado por la Enmienda Platt, y reiteró el argumento de que con ello su gobierno faltaba al compromiso hecho al mundo de entregar la Isla a su pueblo, lo cual ponía en tela de juicio el honor de la nación americana.

El representante republicano Mc Call, de Massachusetts, consideró que debido a la Enmienda, no podía el presidente retirar las tropas estadounidenses de Cuba, lo que convertía su independencia y soberanía en una farsa, y que en el caso de que los cubanos no aceptaran la situación quedaban tres caminos: que el Presidente convocara de nuevo al Congreso a una sesión extraordinaria, modificara las condiciones que se establecían como base de las relaciones o declararle la guerra a los cubanos.

Si eso último ocurría, recalcó el congresista, “la gloria del triunfo americano sobre las armas españolas terminaría en la vergüenza y en la deshonra nacional para todos los siglos venideros.”

No obstante la disparidad de criterios entre senadores y miembros de la Cámara de Representantes en torno a la Enmienda, esta quedó aprobada el 1° de marzo de 1901.

Años más tarde se divulgó que el parecer del  senador Platt  en una nota escrita en mayo de ese año: donde expresó que la Enmienda  es un sustituto de la anexión , porque había una “foolish joint resolution”, que impedía a los Estados Unidos hacer la anexión.

 

Fuente: Roig de Leuchsenring, Emilio: Historia de la Enmienda Platt, una interpretación de la realidad cubana, segunda edición, volumen I, Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana, 1961.

Acerca del autor

Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …

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