Una mezcla de dudas y lamentos para algunos, certeza y alegría para otros, dejó la noticia que esta semana Víctor Mesa se encargó de confirmarle al sitio Cubadebate: Este año termino como director. Luego expuso sus dos razones fundamentales: ataques, ofensas y agresiones sufridas, así como desacuerdos con los métodos de trabajo del Director Nacional de Béisbol.
Tras las declaraciones, la Dirección Provincial de Deportes de Pinar del Río emitió una nota explicando un incidente ocurrido el 21 de febrero, cuando el mentor yumurino agredió a un joven y fue multado por la Policía Nacional Revolucionaria. Hasta aquí los hechos divulgados.
Sin embargo, lo más lamentable no es que Víctor haya planteado, con su derecho, no dirigir más pelota en Cuba; sino que otra vez se ventilan públicamente asuntos que merecen respuestas de la Federación Cubana de Béisbol y el INDER y se hace silencio, cual política fracasada que deja al tiempo el olvido del tema.
No es la primera ocasión que sucede —recordemos que Alfonso Urquiola hizo algo parecido hace más de un año— y tal pareciera que el centro del debate de la pelota cubana gira sobre nombres puntuales y no sobre cómo rescatar cada pieza beisbolera perdida, tanto en espectáculo, como en la propia conducción de equipos.
La disciplina, las ganas de jugar, el respeto al público, la entrega y los fundamentos de un deporte tan pasional como este no se transmiten con violencia o siendo más guapo que nadie. Un jonrón, un robo de base, un ponche, un fildeo, una buena jugada táctica y ganar un campeonato son armas más distinguidas ante la afición, a la cual, dicho también todo, habrá que aplicárseles medidas punitivas más fuertes cuando coros obscenos o agresiones físicas se produzcan en estadios o fuera de ellos hacia los protagonistas.
Hay decenas de mentores que jamás han sido objeto de lo descrito por Víctor porque no han sido ellos infractores de lo que mañana pueda convertirse en un bumerán. La imposición de la autoridad es mejor cuando llega con el ejemplo y la palabra fuerte, pero siempre motivadora y respetuosa.
Si dirigir pelota en Cuba, en medio de la ausencia de buenos directores, se va a convertir ahora en diferendo bilateral o personal, es preferible sentarse a la mesa todos los actores y batear, pero hacerlo convencido de que en un juego nadie es imprescindible.