Partamos de lo seguro: Ivonne Martínez López no quiso, no quiere dejar su trabajo. Pero el día en que finalmente pudo disfrutar sus vacaciones después de más de un año sin hacerlo, marcó también el inicio de lo que bien podría catalogarse como una “baja inducida”.
Ivonne es administradora de farmacia. Eso ha hecho siempre desde el 2006, y a partir del 2014 ocupó ese cargo en la unidad 964, en el Cerro. Por entonces regresaba de su licencia de maternidad y la entidad parecía la solución a todos sus problemas, pues el círculo del pequeño quedaba a dos cuadras.
Después de un año y cinco meses, en los cuales tuvo que ampliar sus responsabilidades y ejercer como oficinista y jefa de almacén, pues esas plazas estuvieron vacantes indistintamente, solicita sus vacaciones para agosto del 2015.
En ese momento la persona que podía sustituirla durante su descanso fue destinada a otra farmacia por necesidad de la entidad municipal, e Ivonne tuvo que aplazar sus vacaciones. La presión solo aumentó cuando en octubre del 2015 su jefa de almacén pidió la baja y debió encargarse también de ese rol.
Agotada físicamente una vez más pide sus vacaciones a la directora interna Odalys Lugo Simón (UEB, Cerro) y estas le son programadas para enero del 2016. Sin embargo, al comenzar el año es citada por la misma compañera, quien le comunica que deberá rotar por “necesidad de personal profesional en otra unidad”.
Le explican que se le harán tres ofertas de plazas por la Resolución 160/11. Le dicen que su traslado es para darle cumplimiento al Lineamiento 158 de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, aunque el citado acápite solo reza: “Prestar la máxima atención al desarrollo de la medicina natural y tradicional”.
En el intento por buscar una solución, Ivonne propone variantes. No se trata de evitar la rotación, sino de aplazarla, al menos hasta que el niño termine esta etapa. Ella vive con el pequeño, su hija de 11 años y su madre de 75. El nuevo puesto de trabajo la alejaría casi dos kilómetros del círculo.
Pide que de ser posible se comience por otra persona. Incluso, decide optar por la plaza de jefa de almacén en la unidad 964, aunque esta sea de menor remuneración. En todos los casos la respuesta es negativa.
De la reunión con Lugo sale con vacaciones y con la orientación de realizar en cinco días la entrega de su unidad a la administración entrante, la cual viene con jefa de almacén incluida, a pesar de que desde hacía tres meses Ivonne tenía esa plaza vacante.
Cuando va a conciliar en la dependencia municipal, ya tiene lista su carta de liberación y el nombramiento en la nueva unidad. Lugo no estaba presente. Llama a la directora y esta le espeta que la liberación es inapelable y que ni siquiera precisa firmarla.
Al comenzar sus vacaciones vuelve a conversar con Lugo, “y queda claro que ninguna unidad es viable para mí, y no hay más opciones”. Se habla de un puesto en la unidad 972, pero aún no está creada. A la pregunta de qué pasaría con ella al regreso de sus vacaciones, la respuesta de Lugo la petrifica: “Disfruta de las vacaciones y después solicita la baja”.
Intenta ver al licenciado José Ernesto Noseda Hernández, director de la Empresa de Medicamentos del Este (Emad). Concerta una cita para el 4 de febrero, cancelada porque el director estaba ocupado. Se pospone entonces para el sábado 6 y tampoco se concreta. Trata de verlo el lunes siguiente en la mañana y no lo consigue.
Aturdida, no sabe si este proceder es posible o legal. Regresemos a lo concreto, Ivonne Martínez López no quiere dejar su trabajo. Ivonne, de hecho, quiere trabajar. Pero el ambiente creado y las decisiones impuestas no la favorecen. Su baja, por la presión, sabe a despido