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Rafael Freyre Torres, un joven fiel a su tiempo

En un marabuzal próximo a la vía Bayamo-Holguín, en la región oriental, buscó refugio Rafael Freyre Torres, junto con otros de sus compañeros de ideales, tras el fracasado ataque al cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de la primera de esas ciudades. Era el amanecer del 26 de julio de 1953, y allí aguardarían por la llegada de la noche para continuar camino y alejarse del lugar.

Alrededor de las cinco de la tarde observaron que un camión se acercaba ocupado por militares y civiles. Esto les hizo suponer que el asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, al cual la acción protagonizada por ellos servía como apoyo, había resultado exitoso, y Freyre se dirigió a comprobarlo.

Realmente se trataba de efectivos del ejército que lo detuvieron y condujeron al cuartel. Tras someterlo a crueles torturas con las que no lograron obtener de él información alguna, en horas de la madrugada del 27 lo trasladaron a la finca Ceja de Limones, en las afueras de Bayamo, donde lo asesinaron junto con los también asaltantes Pablo Agüero, Lázaro Hernández y Luciano González.

Contra la ignominia

Tan solo 22 años tenía Rafael Freyre Torres cuando su vida fue segada por asesinos del régimen tiránico implantado por Fulgencio Batista Zaldívar, el 10 de marzo de 1952.

Nacido el 25 de febrero de 1931 en el central azucarero Santa Lucía —actual cabecera del municipio  holguinero que lleva su nombre— y huérfano de madre, su niñez transcurrió entre las penurias en que mal vivían los humildes, razón por la cual con apenas siete años de edad se vio en la necesidad de realizar labores que le permitieran contribuir al sustento familiar. Por ello solo pudo alcanzar el cuarto grado de la enseñanza elemental.

En los meses iniciales de 1945 se trasladó a La Habana en busca de mejores oportunidades. Radicado en la casa de una tía, en Marianao, por mediación de ella comenzó a trabajar como aprendiz, primero, y albañil, después, en la Compañía Albarrán Bibal. No tardó en estrechar amistad con sus vecinos Mercedes Valdés y el hijo de esta, Hugo Camejo, en compañía de quienes laboraba a la vez en un quiosco que ellos poseían en un tejar de la barriada marianense de Coco Solo. Posteriormente lo hizo en el tejar como carretillero.

Con Mercedes y Hugo tuvo su primer acercamiento a las ideas revolucionarias, y ganó conciencia de que era preciso revertir la situación del país para garantizar la libertad y dignidad plenas de todos los cubanos.

Incorporado al movimiento revolucionario lidereado por el joven abogado Fidel Castro Ruz, además de participar en las reuniones que se efectuaban en la casa de los Valdés, realizó prácticas de tiro en la Universidad de La Habana;  en las fincas Santa Elena, Los Palos y Sánchez, en Artemisa; en El Globo, en Calabazar; el Club de Cazadores del Cerro; así como en los manantiales de Martín Mesa, la loma de San Eloy y el río Quibú.

Seleccionado para participar en las acciones armadas organizadas por Fidel, en horas de la noche del 25 de julio de 1953 arribó al hospedaje Gran Casino, en la oriental ciudad de Bayamo, para junto con otros complotados atacar el cuartel Carlos Manuel de Céspedes, mientras simultáneamente otros compañeros de ideales lo hacían contra el cuartel Moncada, en Santiago de Cuba.

Fracasados ambos intentos, Freyre logró alejarse de la población, pero hecho prisionero en las circunstancias antes expuestas, pagó con su vida el haberse lanzado a conquistar el legítimo derecho de vivir en una patria libre e independiente.

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