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El bicentenario del natalicio del poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) fue recordado, en el año 2009, por diversas instituciones culturales cubanas, con el noble empeño de reconocer la obra de una de las más representativas voces de la lírica insular de la primera mitad del siglo XIX.
La Academia Cubana de la Lengua, a propósito de la efeméride, organizó, en el Aula Magna del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, un ciclo de seis conferencias, impartidas por miembros de esa institución, quienes se encargaron de revistar el legado del insigne poeta.
Esas conferencias se publican ahora en el volumen titulado Plácido en su bicentenario (Ediciones Boloña, Publicaciones de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, 2015, 148 pp), título que inaugura la Colección Centenarios de la Academia Cubana de la Lengua.
Se abre la entrega con «Los Guiteras, Plácido y Matanzas», en que Luisa Campuzano cuenta una historia que entrelaza al poeta con la ciudad de los puentes, y se cierra con «El otro Plácido, sus editores y sus críticos», en que Ambrosio Fornet comenta sobre un tema de incuestionable relevancia.
En Plácido en su bicentenario también aparecen las conferencias pronunciadas por Roberto Méndez («Plácido y Heredia»), Enrique Saínz de la Torriente («Lezama, lector de Plácido»), Elina Miranda Cancela («Plácido y las anacreónticas») y monseñor Carlos Manuel de Céspedes («Plácido. Aproximación a su personalidad religiosa»).
«Esperamos que este volumen –comentan sus editores— sea de inmediata utilidad para los profesores y estudiantes de literatura cubana, pero confiamos en que resulte ser también una propuesta interesante y provechosa para aquellos lectores –tal vez más numerosos de lo que suele suponerse— aficionados a discurrir sobre los laberintos de nuestra poesía y las recurrentes paradojas de nuestra sociedad».
Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) –quien nació en la capital cubana, en 1809, y fue vilmente ejecutado por el gobierno colonial español, en Matanzas, en 1844, acusado de su participación en la conspiración de La Escalera— es autor de una obra lírica que ha trascendido en el tiempo.
“Jicotencal”, “Plegaria a Dios” y “La flor de la caña” son algunos de los poemas de quien –en palabras del poeta José Lezama Lima— «regido por sus condiciones de juglar, de poeta conducido por una fina espontaneidad, llega a vivir la poesía con una alegría que era una ganancia sobre las dificultades que había tenido en su vida».
Es indudable que la publicación de Plácido en su bicentenario merece el elogio oportuno que reclamaba José Martí. Porque este libro, además de inaugurar una colección que de seguro traerá otras inteligentes propuestas, permite mirar, desde renovadoras perspectivas, la vida y la obra de Gabriel de la Concepción Valdés.
