La proclamación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) por su Héroe Nacional, el Uali Mustafa Sayed, el 27 de febrero de 1976, cuando el último soldado de la España colonial abandonaba los territorios del Sahara Occidental, marcó un hito histórico en la épica gesta, pero no logró poner fin al oprobioso sistema que tuvo su continuidad en la monarquía marroquí.
El Sahara Occidental, con una extensión de 284 mil kilómetros cuadrados, es un área del norte de África situada en el extremo occidental del desierto del Sahara, a orillas del océano Atlántico. Es uno de los 17 territorios no autónomos bajo la supervisión, desde 1960, del Comité Especial de Descolonización de la Organización de las Naciones Unidas, a través de la Resolución 1542 de su Asamblea General, documento destinado a poner fin al colonialismo, pero que ha resultado ineficaz en las más de cuatro décadas transcurridas.
El Acuerdo Tripartito de Madrid, firmado en 1975 por los Gobiernos de España, Marruecos y Mauritania, no válido según el derecho internacional, prolongó los sacrificios del pueblo saharaui, y también reafirmó su determinación de liberar su nación del ocupante extranjero.
De colonia española, el Sahara Occidental se convirtió en colonia de Marruecos, que con cientos de miles de soldados y civiles invadió, en diciembre de 1975, el territorio ocupado por sus más antiguos y genuinos habitantes: los saharauis, los denominados hijos de las nubes.
Durante 16 años, desafiando el poderío militar marroquí, los combatientes del Frente por la Liberación de Saguia El Hamra y Río de Oro (Polisario) sostuvieron una heroica guerra contra el invasor que culminó el 6 de septiembre en 1991 con el cese el fuego aprobado por las partes beligerantes. El programa de paz había sido auspiciado por Naciones Unidas y estableció la realización inmediata de un referéndum de libre autodeterminación del pueblo saharaui, del cual han hecho escarnio los gobernantes de Rabat.
El trabajo de la Misión de Naciones Unidas para la ejecución del referéndum en el Sahara Occidental (Minurso) ha sido permanentemente obstaculizado por la intransigencia de la monarquía alauita en las negociaciones, la cual pretende evitar que la población saharaui pueda ejercer el derecho a decidir democráticamente su destino.
Para la RASD —miembro pleno de la Unión Africana, que cuenta con el reconocimiento de más de 80 Estados y la solidaridad de otros muchos pueblos en el mundo— el camino recorrido durante los últimos 40 años ha sido arduo, doloroso y difícil, caracterizado por la incapacidad de la ONU de hacer valer sus propias resoluciones, los cruentos años de guerra, los miles de ciudadanos detenidos, desaparecidos, los asesinatos, torturas, juicios sumarios y demás violaciones de los derechos humanos perpetrados por el ejército y la policía marroquí en zonas ocupadas, y las provocadoras visitas al territorio del rey Mohamed VI.
Las regiones saharauis ocupadas se encuentran aisladas por el llamado Muro de la Vergüenza, un conjunto de ocho murallas de una longitud superior a los 2 mil 720 km2, construidos por Marruecos en el Sahara Occidental, que incluyen los valiosos yacimientos de fosfato de Bu Craa, los más grandes del mundo, minas de hierro, costas con abundante pesca y posibilidades de contener yacimientos de petróleo.
Existe allí una zona militar plagada de búnkeres, radares, vallas y campos minados, defendida por más de 100 mil soldados marroquíes.
Aun en estas complejas y peligrosas condiciones y de mantener parte de su población en campamentos de refugiados, la RASD muestra notables avances en política, educación, salud, deportes, seguridad social y en la formación técnica y profesional de su juventud.
Su heroica lucha anticolonialista corrobora la máxima de que África no será libre del todo hasta que no lo sea la patria del pueblo saharaui.