El debate que suscitó la imposición estadounidense incluyó, por supuesto, el tema de Isla de Pinos. Salvador Cisneros Betancourt señaló: “Y tienen la desfachatez (…) de que la Isla de Pinos, sea omitida de los límites de Cuba, que ya en nuestra Constitución y hasta aquí por el Poder interventor está reconocida como parte integrante del territorio de Cuba, como siempre lo ha sido.”[3] Juan Gualberto Gómez, por su parte, razonaba que no se estaba planteando una cuestión de derecho con esa base, así como no se veía razón para su planteamiento y afirmaba que la Isla siempre había estado comprendida dentro de los límites de Cuba, geográfica, histórica, política, judicial y administrativamente, y agregaba la incongruencia de que dejara de ser cubana pues no podía pertenecer a Estados Unidos.[4] La Asamblea cubana aprobó la Enmienda finalmente el 12 de junio de 1901, pero el tema siguió presente.
Cuando se constituyó la República de Cuba, el 20 de mayo de 1902, una tarea de primera prioridad fue la concertación de los tratados previstos en la Enmienda Platt. El 22 de mayo de 1903 se firmó el Tratado Permanente determinando las Relaciones entre la República de Cuba y los Estados Unidos que recogía el articulado de la Enmienda como obligaba su octava base. El 2 de julio de ese año se firmó el Convenio de Arriendo para bases navales, por tanto, quedaba pendiente el relativo a Isla de Pinos.
El 2 de marzo de 1904 se firmó el Tratado sobre Isla de Pinos entre el Secretario de Estados norteño, John Hay, y el Ministro cubano en Washington, Gonzalo de Quesada, −de ahí, que se le conozca por Tratado Hay-Quesada− en el contexto de un ambiente complicado pues los colonos estadounidenses, que se habían asentado en territorio pinero durante el período de ocupación militar de Cuba, estaban promoviendo un movimiento por la anexión a Estados Unidos.
El acuerdo firmado establecía, en su primer artículo, que Estados Unidos renunciaba “a favor de la República de Cuba toda reclamación que acerca del derecho a la Isla de Pinos” se hubiera hecho o se hiciera en virtud del Tratado de París; mientras el segundo artículo decía que la renuncia por parte de Estados Unidos de la pretensión a la propiedad de dicha Isla, se hacía “en consideración a las concesiones de estaciones carboneras y navales en la Isla de Cuba” que se habían hecho a favor de Estados Unidos.[5] El Senado cubano ratificó el Tratado el 8 de junio de 1904, pero el asunto se llevó en dos ocasiones al cuerpo norteamericano sin que se obtuviera esa ratificación. Comenzaba una larga batalla.
Debe consignarse que se había concertado un primer convenio el 2 de julio de 1903, firmado por el Secretario de Estado interino cubano, José María García Montes, y el ministro norteamericano en La Habana, Herbert G. Squiers, por el cual Estados Unidos había renunciado a favor de Cuba toda reclamación sobre esa isla, pero se daba un plazo de siete meses para la ratificación, de ahí las gestiones de Quesada en ese año con el objetivo de “salvar el tratado”.[6] Cuba ratificó el Tratado, pero pasaron los siete meses sin que el Senado norteño lo atendiera y se perdió esa posibilidad. De ahí que se firmara el nuevo documento en 1904 y sin establecer tiempo límite para la ratificación.
El 7 de marzo de 1904 Carlos de Zaldo, quien desempeñaba las funciones de Secretario de Estado en Cuba, hizo acuse de recibo del Tratado que habían suscrito Quesada y Hay. Comenzaba así un intercambio de mensajes entre los dos funcionarios acerca del tema Isla de Pinos y la ratificación del Tratado por la parte norteamericana que rebasaría el tiempo de ejercicio de esas funciones por Zaldo y Quesada. Squiers, en La Habana, daba seguridades de la aprobación, pero se dilataba el asunto; el propio Zaldo mostraba preocupación pues si había un resultado contrario “provocaría aquí una situación verdaderamente desagradable, que perjudicaría notablemente ante la opinión el crédito del Gobierno y especialmente del Presidente.”[7]
Quesada reportó con frecuencia sus gestiones en Estados Unidos acerca del tema de Isla de Pinos, en lo que incluyó entrevistas con Hay y otros. En ocasiones informó de la opinión favorable del presidente Theodore Roosevelt, así como de Hay, pero que estos veían dificultades con un grupo de senadores; sin embargo, ellos aducían que “en todo caso seguiría la Isla bajo nuestro dominio”, lo cual no era una garantía real de solución.[8] Quesada advertía que la demora podía provocar nuevas pretensiones de los norteamericanos residentes en ese territorio y de las empresas que allí operaban, lo que efectivamente se produjo, especialmente en 1905 cuando Squiers se mostró a favor de la anexión.
Los informes de Quesada muestran la división de posiciones que existía en el Senado estadounidense en torno a este asunto. El senador Foraker, presidente de la Sub-Comisión de Relaciones Exteriores encargada de dictaminar sobre el Tratado, se mostraba partidario de su ratificación, pero advertía que había una fuerte oposición. Foraker dijo que los adversarios del Tratado argüían que la Isla era “casi toda propiedad americana” y también su población pues los cubanos emigraban; ellos usaban el Tratado de París como base de sus aspiraciones pues se referían a la cesión de Puerto Rico y “las demás islas de las Indias occidentales” que había realizado España por ese convenio a favor de Estados Unidos. En estas discusiones aparecieron nuevas pretensiones, como la de enmendar el Tratado para canjear Bahía Honda como territorio para bases navales por otro como el Mariel por las condiciones del puerto.
El presidente Estrada Palma, en carta a Gonzalo de Quesada, comentaba la inquietud que provocaba esa demora en los cubanos, al punto que se relacionaba la posición de las numerosas familias norteamericanas en Isla de Pinos con la adquisición de tierras en la isla de Cuba por estadounidenses, por lo que “los alarma el temor de que sea también una amenaza contra nuestra soberanía”, procedimiento que además se comparaba con la anexión de Hawai a partir de los propietarios norteamericanos de ese lugar.[9] Estrada Palma aseguraba que no se debilitaba el sentimiento de gratitud hacia Estados Unidos, pero se arraigaba cada vez más el sentimiento de independencia.
Según reportó Quesada, el propio Roosevelt le afirmó que mientras él fuera el Presidente, “la Isla de Pinos estará bajo el Gobierno de Cuba”,[10] pero eso no era garantía de seguridad para el futuro. Las consultas de Quesada con funcionarios norteamericanos como Foraker o Hay, acerca de publicar materiales para fundamentar la pertenencia de esa isla a Cuba, siempre encontraron opiniones contrarias pues calificaban ese acto de inoportuno, que los opositores refutarían, que sería un paso desgraciado, que la defensa debía confiarse al Presidente y a los funcionarios que eran favorables.
Quesada informaba sobre la lucha entablada entre el Senado y el Ejecutivo, que se expresaba también en el asunto del Tratado sobre Isla de Pinos, lo que se volvió un tema delicado pues, además, interfería en otras situaciones como la de Filipinas en 1906. Además de los asuntos propios de Estados Unidos, los problemas internos de Cuba se imbricaron en esos debates con el proceso electoral de 1905/1906, la reelección de Estrada Palma –quien se declaraba “simpatizador ardiente del pueblo americano, cuyas virtudes conozco i a quien deseo ver siempre a la altura de la providencial misión que le toca desempeñar en el Nuevo Mundo”[11]− y el alzamiento liberal de agosto del último año.
Las gestiones y las contradicciones se mantuvieron, incluso algunos en Estados Unidos utilizaron esa situación para alentar la corriente anexionista y los colonos de Isla de Pinos trataron de aprovechar ese tiempo en favor de ese propósito, incluso utilizando calificativos despectivos para los cubanos. Durante la segunda intervención (1906-1909) continuó el debate y hasta hubo un fallo a favor de Cuba en el Tribunal Supremo de Justicia de ese país, pues reconocía que Isla de Pinos de jure pertenecía a Cuba. Las contradicciones electorales norteñas también estuvieron presentes en las posiciones a favor o en contra del Tratado.
Este asunto se dilató hasta 1925. Todavía en ese tiempo seguían las provocaciones de los colonos estadounidenses en territorio pinero, frente a lo cual se mantenía la defensa de Isla de Pinos como cubana, lo que se hacía desde diferentes medios y grupos. Aparecieron organizaciones, en tierra pinera y en la isla de Cuba, en pro de la cubanía de ese espacio, al tiempo que en Estados Unidos persistían voces que clamaban por la anexión. El 5 de febrero de ese año hasta se propuso un proyecto para que Cuba cediera esa isla a Estados Unidos, pretensión que se basaba, entre otros aspectos, en la presencia de los colonos: “Por cuanto, un número grande de ciudadanos americanos compró y adquirió tierras y otras propiedades en la Isla de Pinos haciéndoseles creer y en la creencia de que ese era territorio de los Estados Unidos”. También se argumentaba con las posesiones de tierras de unos 10,000 ciudadanos americanos que hacían, según plantearon en el proyecto, como el 90% de toda la Isla, con un valor entre 15 y 21 millones de dólares, por lo que apenas un 10% de esa tierra no era norteamericana.[12]
Por fin , en febrero de 1925 se llevó a discusión el Tratado en el Senado estadounidense, lo cual provocó nuevos debates hasta que el 13 de marzo de 1925 el Senado norteamericano lo ratificó por 63 votos a favor, 14 en contra y 19 abstenciones.[13] Fue una batalla de más de veinte años.
[1] En Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1969, T II, p. 120.
[2] Ibíd., p 75.
[3] Ibíd., p. 132.
[4] Ibíd., p. 146.
[5] Ibíd., p. 259.
[6] Gonzalo de Quesada: Documentos históricos. (Archivo de Gonzalo de Quesada). Editorial de la Universidad de La Habana, 1965, p. 45.
[7] Ibíd., p. 48.
[8] Ibíd., p. 50.
[9] Ibíd., p. 55.
[10] Ibíd., p. 63
[11] Ibíd., p. 98.
[12] Rolando Álvarez Estévez: Isla de Pinops y elñ Tratado Hay-Quesada. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 19782, p. 7.
[13] Ibíd., p. 88.