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Al rescate del aroma perdido

Changa acciona con precisión el pilón. Foto: Manuel Valdéz Paz
Changa acciona con precisión el pilón. Foto: Manuel Valdéz Paz

 

Los recios  brazos de Samuel  Bárzaga Cutiño levantan con facilidad la mano  del pilón y la dejan caer de  forma cadenciosa para triturar los granos de café, produciendo mucho aroma y un rítmico sonido que se expande por el lomerío y convida a la  próxima colada.

Este avezado caficultor de la zona de Los Granadillos, en pleno macizo montañoso de Sagua de Tánamo, en la provincia de Holguín, es  de los pocos que mantiene el apego  a las tradiciones relacionadas con  este cultivo y la preparación de la  bebida.

Tras brindar el primer trago, Changa, como le conocen familiares y amigos, indicó que lamentablemente también con los pilones se  perdieron muchas costumbres y disminuyeron las áreas y los rendimientos, en detrimento de la producción.

El actual presidente de la cooperativa de créditos y servicios Conrado Benítez, que ostenta la condición  de escuela por sus buenos resultados,  reconoció que el éxodo de la montaña  hacia la ciudad afectó mucho  la producción.

“En realidad, abundó, las condiciones y lo que pagaban por el café no  estimulaban a quedarse en el monte,  por suerte la situación ha cambiado:   mejoraron las atenciones, aunque todavía tenemos problemas con la ropa  de trabajo.

“Cuando el campesino se siente recompensado y tiene con qué trabajar, es decir, herramientas, fertilizantes y demás recursos, produce, y así  lo estamos demostrando en nuestra  cooperativa, donde promediamos 102 quintales de café oro (limpio y seco) por hectárea.

“Hoy el café se paga bien, a más de 100 pesos la lata si es de primera, disponemos de fondos para sufragar gastos y no hace falta movilizar fuerzas de otros lugares para la recogida,  la misma gente del barrio lo hace”.

Potencial por explotar

Las grandes elevaciones, donde predominan los bosques tropicales, corrientes pluviales y clima cálido  y húmedo, convierten a Sagua  de  Tánamo en sitio apropiado para impulsar el cultivo de esta planta, descubierta, según la leyenda, por un  pastor etíope.

La empresa agroforestal de este nororiental municipio holguinero cuenta con seis unidades básicas, 13 cooperativas agropecuarias y 33 de créditos y servicios, así como una granja estatal, dedicadas a la  producción del grano.

La superficie cafetalera de esta entidad, una de las mayores del país, asciende a 4 mil 652 hectáreas(ha), de las cuales solo 2 mil 995 están en producción, de acuerdo con la información suministrada por el subdirector Orestes Góngora Fernández.

En la cooperativa de créditos y servicios de Los Granadillos obtienen un rendimiento de 102 quintales de café oro por hectárea. Foto: Manuel Valdéz Paz

 

El directivo valoró que el potencial productivo, que llegó a ser de cerca de un millón de latas a principios  de la década de los 80 del siglo pasado, ha disminuido a casi la tercera  parte, de acuerdo con el estimado de  la actual cosecha.

Entre las principales causas del decrecimiento mencionó la emigración de los caficultores, acentuada  en los años de limitaciones económicas del período especial, la reducción de las áreas en producción  y la caída de los rendimientos agrícolas.

Para reverti r esta situación se t rabaja en el fomento de las plantaciones  y el reordenamiento cafetalero, en correspondencia con las características  del suelo y las variedades, y que debe  alcanzarse el 35 % de arábigo y el 65 %  de robusta.

Otras medidas adoptadas en la empresa son la entrega de tierras en usufructo (superan las mil hectáreas),  el aseguramiento tecnológico, que incluye la venta de fertilizantes, insecticidas y herramientas,  y el beneficio del café en despulpadoras ecológicas.

Para lograr los planes de siembra y resiembra cuentan con viveros como el ubicado en la zona de El Manguito, que produce más de 200 mil plantas al año, de ellas 20 mil injertadas con patrón de la variedad arábiga en base de robusta para ganar en calidad y resistencia.

Un gran impacto entre los productores —sobre todo en los individuales que son mayoría y garantizan  alrededor del 70 % de las entregas—  tienen los nuevos precios que subieron a 161 pesos la lata si es arábigo  de primera y 136 pesos  el robusta de  igual calidad.

Programa de recuperación

En la provincia de Holguín, que cuenta también con áreas dedicadas a este  cultivo en los municipios de Mayarí,  Cueto, Frank País y Moa,  se acomete  un amplio programa de recuperación  cafetalera, que comienza a dar sus  primeros frutos.

Raciel Aguilera Pérez, subdelegado de Café y Cacao del Ministerio de  la Agricultura, explicó que el plan de  desarrollo en ejecución prevé llegar a las 5 mil 416 ha en el año 2020 y superar los niveles históricos de producción.

Más de 200 mil posturas de cafeto producen en el vivero de El Manguito. Foto: Manuel Valdéz Paz

Dio a conocer que con el objetivo de seguir creciendo, tanto en superficie como e n r endi miento,  e st á previ sto sembrar 291 ha en el 2016 y resembrar 821 ha, cifras que deben aumentarse el próximo año.

“Nosotros aspiramos, puntualizó Raciel, a incrementar de forma sostenida los rendimientos agrícolas que  están en alrededor de 63 quintales  por caballería en la actualidad, hasta  no menos de 100 quintales en el futuro”.

Debemos tener en cuenta que el café es un cultivo apropiado para alturas superiores a los 300 metros sobre el nivel del mar, muy exigente en cuanto a condiciones de suelo,  humedad e iluminación y proclive a  sufrir el ataque de plagas y enfermedades.

Por eso resulta necesario que los productores no descuiden ninguna de las labores agrotécnicas y cumplan estrictamente con la limpia, fertilización, aplicación de productos biológicos  y demás atenciones culturales a las plantaciones.

Al propio tiempo deberán crear más viveros tecnificados para producir posturas de calidad, introducir sistemas de riego donde sea  factible y mantener una adecuada  regulación de sombra, mediante la  poda sistemática de los árboles protectores.

Solo así los caficultores holguineros saldrán adelante en el empeño de recuperar el aroma perdido,  ese que se expande en las montañas  en la misma medida en que se rescatan las tradiciones relacionadas  con este cultivo y los niveles productivos.

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