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2016, el año del Valle del Yabú

En la nueva comunidad, concebida para estabilizar la fuerza laboral, viven 80 familias.
En la nueva comunidad, concebida para estabilizar la fuerza laboral, viven 80 familias.

El Valle del Yabú es para muchos un misterio, otros dicen que siempre ha sido una promesa, los más optimistas no aceptan ni uno ni otro calificativo y recuerdan que  en él se llegó a cosechar más de un millón de quintales de viandas y vegetales solo con formas productivas estatales.

Ubicado al norte de la ciudad de Santa Clara, provisto de suelos pardos de categoría uno y dos con contenido de carbonato, parece que podrá renacer y romper los maleficios que durante las últimas décadas cayeron sobre sus áreas al punto de colapsar su sistema de riego y la maquinaria, faltar la fuerza de trabajo por el cierre de escuelas en el campo y el éxodo de la población, entre otras cuestiones.

Son 22 mil hectáreas dedicadas a cultivos varios y ganadería, donde se integran todas las formas productivas que funcionan en la agricultura cubana actualmente —unidades empresariales de base (UEB), unidades de prestación de servicios, cooperativa de producción agropecuaria (CPA), unidades básicas de producción cooperativa (Ubpc) y cooperativas de créditos y servicios (CCS) y productores independientes—, pero apuestan por la estatal.

Su  colectivo está inmerso en una inversión capital en la empresa a la vez que  se  mantienen  produciendo variedades agropecuarias  entre ellas boniato, yuca, vegetales, destacándose cámaras destinadas a los cultivos tapados, también la papa y la ganadería. El pasado año cumplieron sus planes y esperan con la oxigenación de estas mejoras crecer e incrementar en este sus renglones.

El agua vuelve al Yabú

Al canal principal para el riego le va llegando el agua y con ello la vida. El líquido corre. “Para que el Yabú vuelva a ser lo que fue en 1969 cuando lo fundó Arnaldo Milián Castro tenía que volver el agua a sus tierras”, declararon varios de sus productores fundadores, mientras Roberto Hernández, ingeniero en riego de la entidad, lo ratificó.

Roberto es optimista, asegura que el Valle del Yabú renacerá en el 2016.

“La revitalización del riego en estas áreas agrícolas es determinante. Para el abastecimiento de ellas desde su creación fueron construidas dos presas —Arroyo Grande I y Arroyo Grande II— embalses que con siete años de sequía no se agotan por ser aguas residuales de la ciudad de Santa Clara que se han estudiado y pueden usarse en los cultivos, excepto los vegetales de hojas de consumo fresco”, afirmó.

“Han sido restituidas estaciones de bombeo, ocho y 20 kilómetros de conductoras y canales, respectivamente. Instalado motores y bombas, la creación de una subestación eléctrica y de un taller para las maquinarias y la preparación del personal para prestar el servicio a las bases productivas. Incluirá varias formas de riego: por goteo, aspersión semiestacionaria, máquinas eléctricas de pivot y enrolladores.

“El beneficio es múltiple pues hay un cambio de fuente energética —de diésel a electricidad— el consumo energético es más eficaz, se optimiza el consumo de agua y humaniza el trabajo, lo que hace más eficiente el riego”, precisó el ingeniero.

Esta es la inversión principal de la agricultura villaclareña, asciende a una cifra superior a los 17 millones de pesos moneda total, y una de las más complejas del país pues incluye mantener el mismo sistema de infraestructura, pero con un cambio de tecnología.

Del tubo al hombro al Pivot

Ramón Idalberto Medero es un obrero agrícola con casi cuatro décadas junto al surco. Confiesa que si de algo sabe es cómo regar plantas. En la década del 70 fue de los que dio de beber a las plantaciones con el “tubo al hombro”, cambiando de lugar el regadío durante la noche y así por 24 horas incluso, empatando los tubos, poniendo tapones, instalando hidrantes…

Ramón, aunque reconoce que las nuevas tecnologías son mucho más eficientes, no desestima recuperar elementos de las antiguas.

Sus recuerdos son casi una leyenda y narró con jocosidad cuando supo que la tecnología que se instala en el Valle del Yabú funcionaría solo con apretar un botón. “Aunque habrá que velar, nada puede descuidarse, porque a las plantas hay que darles lo que necesitan ni mucho ni poco”, alertó.

“Capacitar al personal ha sido determinante para poder hacer que funcione adecuadamente la tecnología que se instala y lograr que se revierta la inversión lo antes posible en alimentos para la población y el suministro al turismo como parte importante de la sustitución de importaciones”, puntualizó Roberto.

La comunidad

Mirelys, María Magdalena y Pedro Floretino con sus familias decidieron convertirse en trabajadores del Valle del Yabú y encontraron en la nueva comunidad la vivienda que esperaban.

Ellos son miembros de tres de las 80 familias que se instalaron en ella, ubicada en una de las emblemáticas escuelas al campo de la zona  que fue  reconvertida en moradas confortables.

De esta mera se logró un asentamiento poblacional que tuvo como condición que dos de sus integrantes fueran trabajadores agrícolas. El mismo posee tienda, consultorio, círculo infantil, escuela primaria. Aunque faltan muchos detalles como proveerla de correo, teléfono, vender en los establecimientos de comercio productos liberados, mejorar los viales de acceso y que el transporte público llegue hasta el lugar, entre otros, se va conformando la comunidad que forma parte de un proyecto integral.

Como este debe crearse otro asentamiento familiar en otra de las antiguas  instituciones escolares, además de ubicarse en uno de los locales aledaños una minindustria para conservar vegetales y frutas carnosas, así como una fábrica de tachinos.

Cada detalle es estudiado por un equipo multidisciplinario.

El impacto

Es evidente que socialmente esta inversión en el Valle del Yabú ya ha producido un impacto en varias esferas, ente ellas la incorporación al trabajo de un número de personas incluidas mujeres, la recuperación del manto freático y de varios viales.

El 2015 fue el primer año de la inversión, la misma tuvo como antecedente un estudio muy pormenorizado de las posibilidades de éxito y de forma integral intervinieron agrónomos, ingenieros civiles, eléctricos, mecánicos e hidráulicos. Según declararon sus directivos se cuenta con los recursos planificados.

Su impacto en la producción de alimentos podrá comenzar a apreciarse a partir del segundo semestre del año que recién se inicia. Todo indica que el Valle del Yabú está a punto de renacer y que el 2016 pueda coronarse como el año de arranque definitivo para su crecimiento.

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