Especialistas de la facultad de Educación Infantil de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona (UCPEJV) alertan —a partir de estudios realizados— de la presencia en la escuela primaria de la disgrafia, un trastorno común de la escritura, asociado al proceso de aprendizaje de la lecto-escritura, cuyos primeros signos aparecen en los grados iniciales de este nivel de enseñanza.
Las logopedas y doctoras en Ciencias Pedagógicas Amada Gárciga Domínguez y María Mercedes Arredondo Kassabb señalaron a Trabajadores que la comunicación es un proceso amplio que incluye el lenguaje oral y el escrito, y aseveraron que la disgrafia es evidente cuando se presentan dificultades en la codificación y decodificación de las grafías (letras), ya sea por el parecido, ya sea gráfico o sonoro.
Resulta fundamental —expresó Amada— comprobar que el niño ha adquirido el código de la lecto-escritura, por ello los maestros deben hacer un diagnóstico preciso a partir de segundo grado, pues si antes existen algunos signos de alerta estos pudieran estar asociados al hecho de que no ha aprendido correctamente los grafemas, o sea las letras que representan los sonidos.
El diagnóstico, una herramienta preventiva
La profesora comentó que es difícil que los trastornos de la escritura se presenten totalmente puros. “Casi siempre se acompañan de otros relacionados con la lectura*, aunque siempre pesa más uno que otro. En cuanto a la disgrafia se afrontan situaciones más graves cuando hay ausencia total de la escritura (se denomina agrafia)”.
Al profundizar en el asunto, María Mercedes insistió en la necesidad de que el maestro se “arme” de determinadas herramientas, con el objetivo de poder identificar tempranamente el problema, que se visualiza, por ejemplo, cuando hay dificultades en los trazos, omisiones de sonidos, de grafías, trasposiciones de letras. En ocasiones el alumno no escucha de forma correcta lo que se dice, no hay un adecuado análisis fonético del sonido y luego lo lleva así a la escritura y en muchos casos a la lectura.
“Hemos visto también que hay déficit en la orientación viso-espacial (derecha, izquierda, arriba, delante, detrás, alrededor), es decir la posición del individuo respecto al mundo que lo rodea”.
Según Amada, otros elementos que expresan la disgrafia son la escritura en bloque, la macrografía o micrografía (escribir con letras grandes o pequeñas), y la escritura de espejo (al revés), la menos frecuente. Por eso —afirmó— una de las primeras orientaciones a la familia es atender a los hijos con los especialistas para desechar cualquier limitación visual.
¿Problema genético o de aprendizaje?
“Varias son las causas que inciden en la disgrafia, entre ellas están las de carácter pedagógico, al no realizar el educador un trabajo preventivo y diferenciado con el escolar, sobre todo en la etapa de la adquisición del código de la lecto-escritura”, resaltó Amada.
No obstante, insistió en la importancia de descartar problemas orgánicos u otras alteraciones neurológicas; como la afasia infantil (trastorno complejo del lenguaje) y la disartria (cuando por una afectación en los nervios del aparato articulatorio se produce un enlentecimiento del habla). Ambos casos traen aparejados dificultades en la expresión oral que luego se reflejan en el lenguaje escrito.
“El niño tropieza con el aprendizaje, por decirlo de alguna manera, y puede confundir las letras, por ejemplo, la b con la p desde el punto de vista acústico o gráfico. Entonces el maestro, desde la clase, debe desarrollar una labor diferenciada para que eso no se convierta en un problema estable”.
A propósito de ello explicó que los currículos —tanto en la carrera de Logopedia como en Educación Especial— contemplan lo relacionado con la prevención, la identificación del trastorno, el diagnóstico, todo lo que tiene que ver con el proceso de intervención y el trabajo directo a través de actividades. Los futuros maestros se preparan para brindar tratamiento y orientar a la familia y a la comunidad.
Las nuevas tecnologías, incidencia
El empleo del lenguaje a partir del uso de las nuevas tecnologías es un tema que en la actualidad se investiga en la facultad de Educación Infantil de la UCPEJV. En tal sentido, María Mercedes señaló que se omiten palabras cuando se envían mensajes electrónicos, acción que luego se convierte en una costumbre.
Hay educandos que desde una edad temprana ya tienen un tablet o un celular para jugar y utilizan otros tipos de simbologías a la hora de proyectar una palabra, lo cual está incidiendo negativamente en el aprendizaje.
No estamos en contra de su empleo —subrayó María Mercedes— pero resulta imprescindible que los padres tengan en cuenta que el niño hasta segundo grado está en el proceso de asimilar el código, y todo esto puede afectarlo.
Por tal razón la facultad lleva a cabo un proyecto socioeducativo comunitario con la intención de visualizar desde edades tempranas el desarrollo de la comunicación y el lenguaje.
Amada ahondó en el quehacer del Laboratorio de Diagnóstico, Orientación e Intervención Psicopedagógica, cuyo propósito es desarrollar habilidades profesionales en los alumnos de la institución.
Otro objetivo es atender a la comunidad estudiantil de Ciudad Escolar Libertad y a educandos provenientes de disímiles lugares con dificultades en el aprendizaje. Los niños —acotó— llegan con un diagnóstico médico o psicopedagógico, y aquí detectamos los trastornos del lenguaje, hacemos sesiones de orientación y dinámicas familiares.
Asimismo, realizamos talleres de caligrafía para los estudiantes de pregrado, así como otras actividades encaminadas a la educación vocal, terapias de relajación y respiración, este último constituye un elemento muy importante para aquellos profesionales que emplean la voz como una herramienta de trabajo.
Consejos para los maestros
Una vez identificado que el escolar tiene trastorno de la escritura —manifestó María Mercedes— el maestro debe ubicarlo cerca de la pizarra; hacer una selección adecuada de los medios de enseñanza y buscar apoyo en otro educando que no presente dificultades.
La especialista abogó por el uso constante de la caligrafía, al margen del grado escolar, y de los cuadernos y modelos que existen para tal objetivo. En cuanto a la lectura, dijo que esta debe ser fluida y bien estructurada para lograr una mejor comprensión. Por su parte, Amada aportó otros elementos que el docente debe tener presente durante el proceso de enseñanza-aprendizaje, como la propia posición que él ocupe respecto al pizarrón, el uso sistemático del componedor, la postura del estudiante, la forma en que toma el lápiz y coloca la libreta.
Finalmente, las profesoras coincidieron en que la disgrafia no es una enfermedad si no está asociada a un problema neurológico y, por lo tanto, el escolar no tiene por qué arrastrar con ella hasta la etapa adulta.
*El trastorno de la lectura se denomina dislexia. Ver trabajo publicado sobre el tema en la edición de Trabajadores del 13 de julio del 2015.
Me parece muy interesante el articulo, por favor podrían investigar sobre el Trastorno Específico del Lenguaje. Existe mucho desconocimiento sobre el mismo, especialmente en nuestros centros educativos. Muchas gracias.