El Lineamiento número 1 de los más de 300 aprobados en el VI Congreso del Partido define que “el sistema de planificación socialista continuará siendo la vía principal para la dirección de la economía”. Ese proceso tiene su sustento en los centros laborales a partir de las propuestas anuales, es concretado y aprobado en la superestructura y retorna de nuevo a la base.
En una reunión del Consejo de Ministros, efectuada a finales del pasado año, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, al referirse al tema, exhortó a examinar cada cifra con profundidad y a no verlas como simples números.
Y afirmó: “Cada vez que hablemos de incumplimientos en los planes, hay que saber también los millones de dólares que por esa razón habrá que erogar de más”. Del dominio y del análisis consecuente con el propósito de garantizar el aporte de todos dependerá la materialización de lo previsto y el crecimiento —discreto, pero crecimiento al fin— del 2% concebido para el 2016.
Ahora bien, en términos macroeconómicos la planificación está caracterizada por su fortaleza, pero ¿sucede de igual forma en los centros de trabajo, donde late la economía? ¿Conoce con exactitud cada trabajador cuál es el aporte que le corresponde para garantizar el cumplimiento del plan y evitar los riesgos que entraña la improvisación? Y hay más interrogantes: ¿Se analizan con la objetividad debida en las asambleas de afiliados los problemas que influyen en la producción?
En esos términos, considero, hay asignaturas pendientes, porque aún no existe plena conciencia de que en la planificación intervienen todos. Ha sucedido, por ejemplo, que se determinan las cifras del plan sin tener en cuenta el aseguramiento de la materia prima y durante la marcha hay que paralizar los procesos, con las afectaciones consiguientes a la economía y a los trabajadores.
El Comandante Ernesto Che Guevara, el 24 de septiembre de 1961, se refirió a diversas dificultades presentes entonces en la producción y al respecto definió: “Precisamente, el plan se hace para evitar que ocurran todos estos problemas, para que esté calculado ya el número de transportes que necesita cada uno para mandar sus mercancías, de tal manera que se pueda hacer el plan anual, dividido por semestres, trimestres o meses y pueda el transporte, por ejemplo, suministrarse en el momento adecuado”.
Cuánto acierto en las palabras del Che, dichas en época tan temprana, como si pretendiera sabiamente dejar trazado el camino por el cual debería transitar la economía cubana.
Se trata, en fin, de que la planificación no quede en números abstractos que solo adquieran la importancia que merecen en las valoraciones macroeconómicas. El papel del colectivo laboral, como célula esencial de la producción y la economía, resulta decisivo, tanto en el momento de hacer las propuestas sobre la base de la objetividad y teniendo en cuenta todos los elementos de influencia, como en el de materializar lo propuesto.
En ese sentido queda aún trecho por recorrer, sobre todo en el accionar de las estructuras sindicales. Precisamente, hasta finales de marzo se efectúan las asambleas de información y análisis del plan de la economía y el presupuesto, las cuales deben caracterizarse, sobre todo, por exámenes minuciosos y profundos, lejos del formalismo que lastra en ocasiones esos encuentros.
Cierto es que en la planificación se acumula una larga experiencia, pero es innegable también que todavía falta consolidarla en la base y lograr una participación más activa y consciente de cada trabajador. La afirmación hecha por Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en La Habana, en febrero del 2013, constituye razón a tener muy en cuenta: “
La planificación debe ser el sistema neuronal de la economía y la sociedad”.