Cuando acudí a entrevistarlo sobre su vinculación con la CTC a propósito del aniversario 77 de la fundación de la Central, pensé que lo conocía bien, por los años en que nos hemos tratado. Sin embargo, en el diálogo sostenido en el acogedor entorno de su hogar del populoso barrio de Alamar, me sorprendieron detalles tal vez poco conocidos de la historia personal de este hombre cercano a cumplir 85 años, de envidiable memoria con la que apoya sus recuerdos sin fallar en nombres, cargos y fechas; que a ratos entona fragmentos de melodías con su todavía bien timbrada voz de barítono para remarcar un episodio de su incursión en el canto, y que no abandona la sonrisa. Muchos lo conocen como el locutor de los trabajadores: se trata de Pedro Antonio Alfonso Roldán.
Con sano orgullo me enseña un diploma enmarcado que le otorgó la dirección nacional de la CTC a “Quien ha sido indiscutible voz de oro del movimiento sindical cubano”. La fecha: 1999, cuando se jubiló después de medio siglo de trabajo, aunque para este nacido en San Fernando de Camarones el retiro es una palabra ausente de su diccionario vital. A partir de ese momento continuó en actividad al punto de que mereció por cuatro años consecutivos la condición de Vanguardia Nacional.
Pero retomando los orígenes me contó que en 1961, cuando era secretario general de la sección sindical de la denominada Empresa de Suministros del Estado, lo eligieron delegado al congreso constitutivo del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Administración Pública. Se iba a celebrar una plenaria previa y casualmente escuchó comentar a Jorge Lezcano que no contaban con un presentador. Pedro Antonio se brindó aclarándole que no era locutor, pero había trabajado en la televisión desde su fundación. Lo aceptaron y cuando lo vio desenvolverse, le dijo Lezcano: “Tú vas a ser el locutor del Congreso”. Fue así que comenzó su trayectoria de presentador en actos de diversos sindicatos nacionales, y después, de la Central.
Un lustro más tarde, cuando trabajaba en el Ministerio de Comercio Interior donde fungía como organizador de la sección sindical, se vio inmerso en la lucha contra el burocratismo, generadora de una amplia racionalización que lo dejó fuera del trabajo. Fue entonces que acudió a la sede de la CTC, en cuyo tercer piso radicaba la dirección provincial de la organización, y se incorporó a la esfera del deporte y la cultura sin dejar la locución. Esta labor la realizó de manera voluntaria hasta 1984 en que se aprobó la plaza.
“A los 17 años conocí a Lázaro. Fue en 1948, cuando él participaba en la campaña electoral como candidato por los comunistas a la vicepresidencia del país, y Juan Marinello a la presidencia. Yo por esa fecha tocaba en una banda de música de la Juventud Socialista. En los inicios de la década de los 60, cuando integré el primer coro de 300 voces de la organización sindical, Lázaro acudía con frecuencia a los ensayos”.
Pedro Alfonso no quiere pasar por alto su pertenencia al Teatro Lírico Nacional, en el que fue dirigente sindical, y narra una curiosa anécdota:
“A comienzos de los años 70, como parte del proceso de revitalización del movimiento sindical, se convocó a una gran plenaria, con la presencia del Comandante en Jefe. Yo había sido el presentador, cuando en un momento determinado pedí la palabra. Fidel, sorprendido, preguntó: ‘¿Pero el locutor también tiene problemas que plantear?’ Y es que hablé de mi centro de trabajo, el Teatro Lírico, que había sido disuelto. Cuando se acabó la plenaria se me acercó Belarmino Castilla, quien era vicepresidente del Consejo de Ministros que atendía la educación, la cultura y el deporte, y al poco tiempo estaba otra vez armado el Lírico”.
No olvida su participación en brigadas que han llevado el arte cubano a otras tierras. La primera de ellas fue en 1959, solicitada por la dirección del Movimiento 26 de Julio en Tampa; más tarde en Angola cuando Jorge Risquet era jefe de la misión civil. “Fuimos por 45 días y estuvimos cinco meses, realizamos 130 actividades”; posteriormente estuvo en Nicaragua… Le complace haber sido testigo de la creación del periódico Trabajadores, hace 45 años, en el cuarto piso de la Central donde radicaba el departamento de Divulgación, al que él pertenecía.
Se siente satisfecho de haber sido machetero en ocho zafras, de sus incontables movilizaciones a la agricultura, de estar entre los fundadores de las Milicias, de integrar las filas del Partido y de su matrimonio a punto de cumplir 59 años con su amada Dolores.
Hoy, Pedro Alfonso pertenece a la agencia artística de artes escénicas Actuar, de cuya dirección del núcleo del Partido forma parte, y sigue siendo locutor de actos sindicales y de su comunidad. ¿Cuándo se tomará un descanso? ¿Quién sabe?