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Jesús Menéndez: aquel gigante de ébano

Ni ofertas millonarias ni cheques en blanco pudieron desviar la vertical y ejemplar trayectoria del líder azucarero Jesús Menéndez Larrondo.

Honradez, autoridad moral y liderazgo caracterizaron la obra de esta figura prominente del proletariado cubano que procedía de una familia humilde que combatió al colonialismo español en la isla.

Con el morral a la espalda salió a ganarse el sustento y en su duro bregar por los campos y los ingenios conoció el proceso de la explotación capitalista y las causas que lo generaban.

El sector azucarero no solo fue el punto de partida en su vida laboral, sino el campo de batalla donde comenzó a destacarse como fiel defensor de los intereses de la clase obrera.

En plena dictadura de Gerardo Machado (1925-1933) organizó sindicatos en las filas de los tabacaleros y de los obreros de la agroindustria azucarera, dirigió huelgas y otras acciones que evidenciaron su liderazgo al punto de convertirse en secretario general de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros.

Al frente de esa organización y junto a otros compañeros de lucha logró importantes conquistas, como el establecimiento de convenios colectivos de trabajo, la reanudación de la zafra en centrales inactivos, un decreto sobre la higienización de los bateyes, la creación de una Caja de Retiro y la participación de los obreros en las negociaciones de la zafra, por solo citar algunas en el decenio de los años 40.

Sería imposible esbozar la vida del General de las Cañas, como le llamaban sus hermanos de clase, sin mencionar su mayor victoria: el Diferencial Azucarero.

Previendo que una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, el proceso de inflación en Estados Unidos elevaría los precios de los artículos básicos que Cuba compraba en aquel mercado, la posición obrera exigía que los precios del azúcar aumentaran en la misma proporción.

Menéndez, con la asesoría del economista cubano Jacinto Torras, encara el combate frente a los magnates del imperio. Las negociaciones duran meses. La batalla por fin se gana con una Cláusula de Garantía que respalda la aplicación del Diferencial Azucarero.

Desde Washington y con la anuencia del gobierno del entonces presidente cubano Ramón Grau San Martín, llegó la orden de asesinar al bravo combatiente proletario. La orden la asumió un capitán del ejército el 22 de enero de 1948, en el andén ferroviario de la ciudad de Manzanillo, en el oriente cubano.

En tono desafiante, el uniformado intentó arrestar por la fuerza a Menéndez, quien le explicó que como Representante a la Cámara en el Congreso (Parlamento) tenía inmunidad parlamentaria y no podía ser detenido.

¡Yo a ti llevo vivo o muerto!, ripostó colérico el oficial mientras le disparaba por la espalda a su víctima. Caía asesinado y el crimen conmovió a toda la clase obrera que le tributó postrer homenaje a lo largo del traslado de su  cadáver por vía férrea hasta La Habana.

Este 22 de enero, aniversario 68 de su desaparición física, el movimiento sindical y los trabajadores azucareros recuerdan a aquel gigante de ébano, de andar resuelto e imagen pulcra y serena, quien fue bandera que jamás pudo ser arriada.

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