La primera vez que un agricultor me habló de disminución del plan de producción, porque le habían indicado que con menos cantidad se satisfacía la demanda, quedé anonadada. Fue hace unos tres años, y el presidente de la CPA Héroe de Yaguajay, de Alquízar, tampoco entendía la decisión de las entidades comercializadoras.
Las potencialidades productivas de su cooperativa eran superiores a cuanto se le pedía; en lugar de estimular sus cosechas, instaban a reducirlas, cuando era evidente que la demanda estaba por debajo de la oferta en los mercados, no solo de Artemisa sino de la capital y del país, porque a fin de cuentas la agricultura nunca ha podido satisfacer las necesidades de alimentos de los cubanos.
En varias ocasiones me llamó Papito, un campesino de Batabanó, porque sus sembrados de frutabomba estaban a punto de cosecha y no tenía quien las acopiara, incluso un año hasta se llegaron a perder por falta de compradores.
En algunas UBPC se sigue dando el caso de que no se realizan las operaciones financieras permitidas, por falta de previsión o conocimiento de sus dirigentes, y los trabajadores dejan de recibir sus ingresos uno, dos y hasta tres meses, lo que desalienta y perjudica la vida cotidiana de sus miembros. Reiteradamente recibimos cartas en nuestra redacción donde se expresan estas inconformidades.
La tapa al pomo la puso el Combinado Lácteo de Sancti Spíritus, que sistemáticamente retrasa el pago a los productores por la leche de vaca entregada, cuando en el mes de diciembre ni siquiera llegaron a saldar las cuentas de noviembre.
Así, los campesinos de las CCS Bienvenido Pardillo, de Guasimal —cada año entrega más de un millón de litros—, de la Primero de Enero, de Tayabacoa, y de otras de zonas aledañas, no pudieron celebrar el fin de año llevando en sus bolsillos el dinero que se les retribuiría por la ardua labor en la ganadería. El pago de noviembre lo recibieron el 6 de enero, y en estos momentos tampoco les han abonado el importe de la producción de leche de diciembre.
Sucesos como los descritos hasta aquí debieran borrarse de la cotidianidad de los agropecuarios, quienes desarrollan labores imprescindibles para suministrar alimentos a la población y suplir cantidades importantes de productos que se adquieren a altos precios en el mercado internacional.
Durante décadas la agricultura ha estado sometida a demasiados experimentos, lo mismo para el pago a los productores, que para el acopio y la comercialización, o la distribución de recursos, sin que se hayan estudiado anteriormente las consecuencias de esos cambios o encontrado los caminos más rectos para llegar al hacer mejor. En ocasiones se ha obviado lo bueno y lo malo a la hora de instrumentar nuevos mecanismos, cuando en la vida real todo no es blanco y negro, sino hay matices que debieron tenerse en cuenta para mantener las buenas prácticas.
Ahora la agricultura está abocada a grandes transformaciones. Algunos mecanismos, como los de acopio y comercialización de productos agrícolas, han colapsado, y otros como la entrega de los insumos que requieren las cosechas son insuficientes, todo lo cual deberá tener solución a corto plazo, sin bandazos, porque, además de los trabajadores del sector, el pueblo lo está pidiendo. Deberá acabar de aplicarse el proceso de extinción de las empresas que mantienen pérdidas durante más de tres años, en aras de sanear la economía de las entidades estatales y propiciar la adecuada explotación de sus recursos humanos y materiales.
La ciencia agropecuaria tiene el reto de desentrañar las afectaciones que el cambio climático está ocasionando sobre los cultivos, y menguan las pariciones o inhiben la fructificación de algunos, reduciendo los rendimientos; otro desafío enfrentan ante la abundante aparición de plagas y enfermedades; las lluvias y el calor cuando debería haber invierno, o las intensas y prolongadas sequías. Es decisivo mitigar esos efectos y prever soluciones a corto y mediano plazos.
Corresponde a los organismos involucrados en la producción agropecuaria exigir el cumplimiento de los contratos entre los productores y las empresas estatales, así como rescatar el autoabastecimiento municipal.
Hay que discutir con los agricultores, en sus fincas, para lograr que más alimentos lleguen a sus destinos, y encontrar mecanismos de estimulación que no queden solo en los buenos precios de los productos en el campo, sino que cambien la mentalidad del hombre que deberá hacer la verdadera transformación.