La economía del país descansa sobre los hombros de los trabajadores. Pudiera parecer una verdad de Perogrullo, pero en el momento que vive constituye una afirmación en extremo importante. Empeñados en hacer crecer en un 2 % el producto interno bruto en el 2016, cada uno de ellos debe garantizar su aporte, como fue preciso este año que acaba de concluir.
Esa es una de las razones por las cuales el proceso de presentación e información del plan y el presupuesto en cada colectivo laboral del país, previsto a desarrollarse entre el 15 de enero y el 30 de marzo, adquiere una significación extraordinaria y tiene prioridad máxima para el movimiento sindical en todas sus instancias.
Por múltiples razones se ha subrayado que el plan resulta sagrado, por su incidencia en la marcha y el fortalecimiento de la economía del país. En tal sentido, es imprescindible motivar la disposición y el compromiso por su cumplimiento en cada centro, impulsar una mayor participación de los trabajadores en la gestión e incentivar la eficiencia, el crecimiento económico y el salario.
Además, no puede verse como algo abstracto y conformado por cifras que al hacer una lectura simple de ellas puedan pasar inadvertidas. Uno de los propósitos del proceso es el de “aterrizarlo” en cada lugar, a fin de lograr que los trabajadores dominen lo esencial, de forma tal que les permita discernir cuál debe ser su contribución y cómo materializarla.
Las asambleas tienen que estar despojadas de formalismos y requieren de una preparación adecuada, tanto por parte de la dirección administrativa como de la sindical, evitando que estén presentes la inercia y la tecnocracia en las explicaciones y se favorezca el análisis y las valoraciones objetivas, sobre bases sólidas y buscando siempre las experiencias e iniciativas.
Indicadores como eficiencia económica y financiera, productividad, inversiones, empleo y salario, entre otros de marcada consideración deben contar con la atención y el examen en cada colectivo, al igual que la labor de los innovadores y racionalizadores, el aprovechamiento de las reservas productivas y el ahorro objetivo y concreto. De igual forma tiene que ser valorada la ejecución del presupuesto en las entidades del sector correspondiente.
Para la realización del proceso se ha concebido un cronograma de las asambleas, en aras de la organización y con el fin de que en ellas puedan estar todos los factores requeridos para profundizar debidamente en los análisis, se aporten ideas, esclarezcan dudas e inquietudes e informen con claridad meridiana. Resulta imprescindible que esa planificación sea respetada al máximo, sin que haya que aplazar encuentros por razones no justificadas o superfluas, pues en la información a los trabajadores del plan y el presupuesto hay que ganarle tiempo al tiempo, para que no transcurran demasiadas jornadas del recién comenzado año sin su pleno dominio y que los integrantes de cada colectivo puedan tener conocimiento de causa.
Las cifras deben ser desagregadas y entregadas a los colectivos de manera tal que posibiliten el análisis sin demoras excesivas que comprometan las fechas previstas. Las propuestas de plan se efectúan con casi un año de antelación y los números globales y definitivos para el país fueron aprobados en la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular del pasado mes de diciembre.
También constituye un elemento básico para garantizar la calidad de las asambleas la preparación de los cuadros de todos los niveles, de los dirigentes sindicales en la base y de los propios trabajadores, para lo cual podrá contarse con la colaboración de los especialistas que integran la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba (Anec).
Que los colectivos laborales conozcan cuáles son los propósitos productivos de sus centros o con lo que se cuenta para gastar en función de ofrecer servicios u otras actividades de calidad, está refrendado en el artículo 16 de la Constitución de la República, el 21 del Código de Trabajo y el 54 de los Estatutos de la CTC que fueron aprobados en el XX Congreso (febrero del 2014). Específicamente, el de la Constitución plantea:
“En la elaboración y ejecución de los programas de producción y desarrollo participan activa y conscientemente los trabajadores de todas las ramas de la economía y de las demás esferas de la vida social”. En la clausura del XIII Congreso de la CTC, el 15 de noviembre de 1973, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz planteó: “La batalla económica es fundamental y esa batalla solo se podrá ganar con la máxima participación de nuestras masas trabajadoras”.