El próximo 26 de enero, a las 7:00 p.m., en el Museo Palacio de los Torcedores (MPT), de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) se efectuará un espectáculo artístico especialmente concebido para la comunidad de Cayo Hueso, en Centro Habana, con motivo de los aniversarios 163 del natalicio de José Martí y 77 de la CTC, al mismo tiempo de dejar clausurada la exposición del reconocido creador matancero de la plástica Roberto Braulio González Rodríguez, quien desde el pasado mes de diciembre expone sus más recientes pinturas en uno de los salones de esa institución.
En Fiesta en Cayo Hueso, como se titula la velada, están previstas las actuaciones de reconocidas figuras de la música y la danza como Alejandro Joel y su grupo, la vocalista Esther García, las compañías Legado, de bailes folclóricos, y Fiesta Atenas, multimedia, además de dos pasarelas a cargo de las prestigiosas diseñadoras de vestuarios Raquel y Karla Espino y Mariela Alemán.
El convite está organizado por la CTC, el MPT, el semanario Trabajadores y la Asociación Cubana de Artesanos Artistas, de Matanzas, con el apoyo de otras entidades.
Crónicas de lo real
Sobre la obra de Braulio expuesta en el MPT, vale advertir que este multipremiado artífice asume el acto de crear a través de la mística contemplación del lienzo, sobre el cual vierte sus ideas como si se tratara de un campo de juego donde representa el cúmulo de imaginaciones que vienen a su mente, formuladas tras el análisis de situaciones reales o imaginarias. Muchas de sus tesis constituyen, en última instancia, reflejos de su personalidad y de sus emociones más íntimas, derivadas en figuraciones expresivas, de alguna forma relacionadas con el surrealismo y el action painting, sobre todo en ese manifiesto interés por expresar mediante el color disímiles sensaciones: movimiento, ritmo y energía.
En varias de las piezas que conforman esta muestra existen recurrentes referencias al cubismo, intención que se puede apreciar en las representaciones de determinadas figuras, y en los fondos, así como en el tratamiento pictórico de específicas áreas de las composiciones. Sin enmarcarse tampoco dentro de ese estilo, en buena parte de sus obras Braulio insta al público, como en su tiempo lo hicieron Pablo Picasso o George Braque —dos de los más connotados exponentes del cubismo—, a reconstruir en su mente formas humanas y objetos rediseñados en su psiquis sobre la base de esencias espirituales y no concretamente alusivas a las imágenes que sus ojos le permiten apreciar.
En las producciones de este creador sobresale extraordinaria pluralidad en los discursos, aspecto que igualmente tiene que ver con los enjundiosos análisis asumidos por él en torno a determinados aspectos concernientes a la contemporaneidad insular, los cuales transitan desde la convivencia social, la recurrencia del mar, la infancia, la maternidad, el miedo y las relaciones de pareja, hasta un erotismo muy vinculado a nuestra idiosincrasia insular, en la que la ironía, el choteo y el humor instituyen una cualidad de vivir que nos identifica dentro del variopinto cosmos del trópico.
Inmerso en debates puramente existenciales, el espectador se enfrenta a un empeño que particulariza un modo de hacer arte muy personal, donde en el perfil plástico de las figuras tiene mucho que ver la interacción de quien las observa, forzado a recomponer la pintura y a establecer sus conclusiones, incitadas también por la propia intención del artista de provocar emociones desde una mirada crítica. Se trata, pues, de crónicas de lo real, reflejadas a través de la disposición y organización de los elementos que conforman las composiciones: cuerpos distorsionados o incompletos, rostros exageradamente expresivos, presencias humanas con rasgaduras de sufrimiento, tristeza o alegría… para concluir en cuadros con matices surrealistas, simbólicos y portadores de un definitivo expresionismo contemporáneo.