La basura llegaba casi a la puerta de su casa y ella regañaba a cuanta persona incumpliera con las normas más elementales de convivencia social. Planteó el asunto en la asamblea de rendición de cuenta y la queja quedó asentada en el acta. Pero no le era suficiente.
Un domingo, cuando los vecinos abrieron puertas y ventanas encontraron un regalo a la vista: el vertedero de la esquina se había convertido en un agradable jardín gracias al empeño de Irma, a quien en la barriada capitalina de Poey todos conocen con el sobrenombre de La Negra por el color de su piel.
En la intersección de las calles 4 a y D “vivió” durante muchos años un frondoso laurel, al que un día alguien prendió fuego sin razón alguna. Así nació un basurero que crecía por años y cada vez le robaba más espacio a la calle.
Ubicado muy cerca de una escuela y de un establecimiento de comercio, el basurero provocaba comentarios, pero todo quedaba en palabras. Los vecinos más cercanos tenían que cerrar sus viviendas, pues el mal olor y la presencia de mosquitos y roedores era una situación difícil de afrontar.
Irma se sobrepuso a las dificultades. Aquel domingo aguardó temprano en la mañana el camión de servicios comunales y pidió a los trabajadores que se llevaran la mayor cantidad de residuos.
Cuando el espacio quedó limpio —con pico y pala en las manos— comenzó a abrir huecos y a sembrar. Al espontáneo trabajo voluntario se unieron otras personas, no obstante al mérito de la limpieza se sumó el de la convocatoria de incorporar a otros.
Pese a la lluvia de esa tarde dominical, Irma permaneció vigilante y cuando una adolescente se atrevió a botar la basura fuera de los contenedores, exigió limpieza y respeto a su labor.
La esquina cobró un nuevo aspecto y ahora luce flores de marpacífico y otras especies de nuestra flora cubana. El lunes, en su paso para la escuela, niños y padres quedaron asombrados. La Negra “sacó la cara” por quienes gustan vivir en un entorno agradable y limpio.
Ejemplos como este de seguro existen en otras comunidades; constituyen una expresión de lo mucho que puede hacerse para solucionar las dificultades que en tal sentido aquejan a nuestros barrios. Solo hace falta apoyo popular y empeños como el de Irma, que aun cuando ya han transcurrido los días, siempre se preocupa por mantener la limpieza de la cuadra.