Ciertamente, era más que necesario un debate serio y responsable sobre la problemática de los instrumentos de medición en los servicios que se brindan a la población; y así quedó demostrado este lunes en el análisis que sobre ese tema sostuvieron diputados de varias comisiones de trabajo del Parlamento cubano.
El 25 % de los equipos de medición en el comercio y la gastronomía en el país están rotos, mientras que el 40 por ciento está sin certificar; no se respeta el sistema de medición implantado nacionalmente; lo mismo se mide en libras que en kilogramos, en litros que por botella, en jarros que en cualquier otro tipo de envase.
Por otro lado, de manera general, el resultado de las mediciones en el comercio minorista no se muestra a los clientes o consumidores, a la vez que es muy poca la venta de productos pre empacados.
Son fenómenos insertados en cualquiera de los eslabones de la cadena de comercialización en el país, entre personas, entre organizaciones empresariales, e incluso entre estas y personas naturales ―como cuando un campesino va a pesar a una unidad estatal el pienso que comprará para sus animales―.
Sin dudas, los desmanes, adulteraciones, robos, disgustos y otras violaciones que sufre la población al enfrentarse a la realidad que gira en torno a esos instrumentos, constituye un mal profundamente enraizado y que exige las más inmediata solución por parte de los organismos encargados.
El examen de los diputados, basado en visitas de control y fiscalización a unidades de comercio, la gastronomía, talleres de reparación, comprobaciones a vendedores por cuenta propia de alimentos y en las tiendas de comercialización de materiales de la construcción, entre otros lugares, demuestra que el problema no está, únicamente, en el mal estado de esa instrumentación.
Creo que la mayor responsabilidad está en el bajo control y la poca exigencia de los que tienen que velar por la protección de quienes acceden a alguno de los servicios señalados. Y si hablo de responsabilidad, pienso en los directivos de los organismos y a toda la cadena de mando que llega hasta los vendedores minoristas, por referirme solo a las más de 25 mil 600 unidades del sector comercial poseedores de algún instrumento de medición.
Así se habló en el Palacio de Convenciones de La Habana ―sede del trabajo de las comisiones― y donde a la par de conocer los detalles de diversos programas puestos en práctica, los parlamentarios expresaron que era imprescindible de que el pueblo pueda comprobar en el día a día el resultado de esos esfuerzos.
Párrafo aparte mereció en el análisis el estado actual de los esfigmomanómetros, los equipos médicos para medir la presión arterial, pues quedó demostrado que, aunque han existido problemas, ha sido alta la prioridad del Ministerio de Salud Pública por la calidad y mantenimiento de esos instrumentos.
Para suerte de los presentes, todos los organismos involucrados, a saber, comercio interior, agricultura, alimentación, salud pública y ciencia y técnica y medio ambiente, expresaron su disposición a e desterrar de una vez y por todas un mal que al decir de María del Carmen Concepción ―ministra de la industria alimentaria y la pesca― “constituye un problema viejo que requiere soluciones nuevas, porque el pueblo se cansa de esperar”.