Icono del sitio Trabajadores

Mis buenos maestros

Foto: Agustín Borrego  Torres
Foto: Agustín Borrego Torres

 

Hace como cuatro años se comunicó conmigo. Consiguió el teléfono a través de mi hermano Juany, en Artemisa. A su vez, ella había obtenido el de él mediante un conocido que vivía en el municipio de Guanajay.

Aquel día, cuando sonó el timbre, me dijo: “¿Sabes quién te habla?”. Quedé en suspenso, tratando de adivinar el timbre de la voz de la persona que con seguridad me conocía bien.  No quise ser descortés y le hablé con cariño. “Bueno, por la voz, me parece conocida (mentí a sabiendas), pero no puedo decir quién es…”

Ella soltó una risa triunfadora. “Soy tu maestra más querida.  Xiomara, la profe de geografía”. Entonces fue cuándo le contesté. “Ay, profe disculpe, han pasado tantos años… ¿cómo está usted?”

“Yo bien… y ¿tú?… Sigues delgada, te han salido canas…”, dijo ella y le respondí: “Profe,….bueno he cambiado bastante, las canas no se ven, pero están”….

Y así siguió la conversación que, entre una que otra lágrima, nos puso al día sobre nuestras vidas. Desde entonces, cada cierto tiempo, nos comunicamos. Xiomara Pérez tuvo en su récord el de dar clases de geografía  en séptimo grado a mis seis hermanos, en la otrora secundaria básica República Socialista de Checoslovaquia. Pero de todos nosotros, fue mi hermano Juany  el preferido. A él le gustaba mucho la asignatura y se destacó pronto en su grupo. Por él mostro Xiomara un cariño maternal, que prevaleció con los años. Tan así fue que en los duros días del año pasado, cuando la familia enfrentó la terrible enfermedad que devoró a mi querido hermano, ella no dejó de llamar y lloró la muerte de su alumno, como si fuera una más de la casa.

Ella es sólo un ejemplo de los buenos e inolvidables maestros  que marcaron mi camino.  En un lugar muy especial del corazón está Gloria Granados, la dulce profesora de primer grado en mi natal Pijirigua; de allí también fueron Alicia Fagundo, ya fallecida, y Mercedes Alfaro, ambas excelentes en un oficio al que siempre se dedicaron.  Después en la secundaria y en el preuniversitario se sumaron otros. Hasta Marina Menéndez, actual directora de diario Juventud Rebelde, otrora integrante del Destacamento Pedagógico Manuel Ascunse Domenech, está en ese selecto grupo de buenos profesores.

En la Facultad de Artes y Letras, en la Universidad de La Habana, donde cursé la Licenciatura en Periodismo, descubrí la pedagogía de Miriam Rodríguez; en tanto, José Antonio de la Osa, avezado periodista del diario Granma y profesor de taquigrafía, se convirtió en el ídolo de sus alumnos, no sólo por la materia que impartía, sino, por las clases de ética y profesionalidad que nos regaló en cada encuentro.

Hace pocos años, cuando cursé la Maestría en Didáctica de las Humanidades, en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, reafirmé que Cuba está repleta de buenos maestros. Nuestra aula tuvo siempre al frente un profesor de excelencia.  Sirvan estas letras para rendir honor a Angelina Roméu, quien no se conformó con realizar un Doctorado e hizo otro para demostrar que nunca se termina de aprender, no obstante, ser considerada por sus alumnos una eminencia. Hasta su muerte el aula fue para ella su trono.

De allí también son la querida tutora Doctora Lissette Mendoza Portales, ejemplo de modestia y grande en saberes; las Doctoras Vicky Chirino e Ileana Domínguez, amables y magnánimas en conocimientos.  ¡Son tantos a los que les debo agradecer el camino recorrido en este mundo del aprendizaje diario! Y aun, cuando asisto a conferencias o diplomados sigo descubriendo seres iluminados que han encontrado en la enseñanza la pasión de su vida. Ante ellos y ellas, inclino la cabeza y digo: “Gracias”.

Compartir...
Salir de la versión móvil