Por Hugo Pons*
Relacionar determinados egresos e ingresos ofrece la posibilidad de obtener un resultado que permite precisar la existencia de excedente o faltante. Es decir, abre el espacio para identificar dos conceptos vinculados entre sí: el denominado superávit y el de déficit. Dos caras de una moneda.
El concepto de superávit, que ocupa nuestra atención, es un término de origen latino que identifica la existencia de un remanente o sobrante. Por tanto, es consecuencia de una operación aritmética en que se obtiene un producto positivo. Su uso es generalizado en el proceso de análisis económico y se manifiesta en el contexto financiero para expresar que los ingresos superan los egresos. Su concreción, mediante los registros contables, permite diseñar políticas, adoptar decisiones y gestionarlas. El superávit tiene lugar en el proceso de producción, entre los gastos de diferente tipo y el resultado que se obtiene, así como los recursos respecto a las necesidades del Estado, en las entidades públicas, en las relaciones de intercambio internacional, en las empresas privadas o en cualesquiera otras unidades de producción durante un período determinado.
Particular importancia tiene el término superávit cuando se trata de analizar el resultado de la gestión estatal a través del manejo del presupuesto, toda vez que esta se expresa en la capacidad de recolectar los ingresos provenientes de los impuestos; de las empresas públicas; de tasas aduaneras y otras fuentes para cubrir los gastos en que incurre el Estado con el objetivo de propiciar servicios públicos y satisfacer necesidades de la sociedad. Por tanto, una gestión del sector público que brinde un saldo superavitario permite obtener un excedente que pudiera ser destinado a la ampliación del servicio público mediante inversiones en sectores directamente sociales.
En ese orden de cosas, es imprescindible identificar la relación entre ingreso y gasto público, como un indicador de la eficiencia del presupuesto estatal, puesto que cuando los egresos superan los ingresos, se incurre en situación de déficit, la contraparte del superávit. Ello implica la necesidad de adquirir financiamiento de fuentes que propicien superar el déficit, en función de asegurar las necesidades del gasto público, para lograr los objetivos trazados por la administración pública. De otra manera, una gestión efectiva del presupuesto estatal implica lograr eficiencia en el gasto público y alcanzar los resultados previstos con el menor costo posible, sin afectar la calidad de los servicios y productos que vayan dirigidos a la población.
Existen varios tipos de superávit, en correspondencia con la esfera de actividad productiva y de servicios; así es posible señalar, además del superávit presupuestario, entre otros: el superávit de caja; el de la balanza de pagos; de la comercial y la de capitales. Bajo cualesquiera de las formas, lo esencial radica en la necesidad de obtener una capacidad de gestión en todos los ámbitos, desde el aporte cotidiano de cada trabajador hasta la administración de las instituciones, en que lo primario sea obtener un saldo superavitario.
*Doctor en Ciencias Económicas