Por Alfredo Vázquez*
En los últimos tiempos se ha reiterado la necesidad de movilizar a los trabajadores en función de emplear las reservas potenciales de eficiencia que aún existen en los colectivos en aras de contribuir al incremento del producto interno bruto. ¿Existen reservas?
Pienso que la contribución de los trabajadores a la eficiencia ha sido fundamental en la consolidación del proceso revolucionario, y puede y debe continuar fortaleciéndose en aras de vencer definitivamente la guerra económica, comercial y financiera que se nos hace.
Pero no valen recetas para lo que debe ocurrir hacia el interior de una entidad. Lo importante es que cada quien mire hacia lo interno e identifique cuáles son los asuntos que podría modificar.
En esta dirección soy de la opinión de la prioridad que impone intencionar la evaluación en cada centro, pues aún es insuficiente el impacto de las transformaciones que desde el 2014 se realizan para la capitalización de la empresa estatal y la descentralización de sus facultades y funciones.
Hay, por ejemplo, que explotar más las posibilidades que brinda la flexibilización de los objetos sociales, potenciar el sobrecumplimiento del encargo estatal y la comercialización diferenciada de sus excedentes; desentrañar las oportunidades que están en los inventarios, principalmente ociosos y de lento movimiento, o activos fijos tangibles en desuso, que constituyen fuente de recursos para otros y de ingresos para la entidad, y en la utilización eficiente de los mecanismos de distribución de la riqueza creada con destino al salario o al estímulo de los trabajadores.
Se precisa evaluar los servicios comprados que es posible asumir por las propias fuerzas y recursos de la entidad para reducir gastos monetarios. Imprescindible es hacer un uso eficaz del pluriempleo.
Debe gestionarse eficientemente el presupuesto. Las cifras aprobadas para el mejoramiento de las condiciones de trabajo, de insumos y herramientas para equipos de protección personal y mantenimiento a maquinarias e instalaciones, significan gastos cuya inejecución, tanto en el sector empresarial como en el presupuestado, comprometen el desarrollo o los servicios públicos que impactan en la calidad de vida de nuestro pueblo.
Es un asunto pendiente que la organización del trabajo se vea como fuente de eficiencia, identificando correctamente las reservas en los métodos, procesos, capacidades, planificación, mantenimiento y la utilización, normación y rendimiento de los recursos. Igualmente en la calidad, la disciplina tecnológica y laboral, la seguridad e higiene del trabajo y en la capacitación de los trabajadores, entre otras.
Hay que enfrentar colectivamente los problemas y minimizarlos creativamente con la inteligencia y las facultades del colectivo, contribuyendo desde la organización sindical a disminuir sus efectos y hacer más factibles los que corresponden a otro nivel decidir las soluciones; potenciar el ahorro, el quehacer de nuestros innovadores y racionalizadores, y los movimientos emulativos, productivos y políticos donde sean factibles.
Por ello en las asambleas sindicales debe desaparecer la dirección no colegiada, el inmovilismo, el paternalismo y la blandenguería. Es preciso potenciar el conocimiento y la participación consciente, la creatividad, la responsabilidad individual y el control colectivo de los procesos y recursos; en fin, consolidar la unidad de acción y el sentido de pertenencia como camino que conduzca a la eficiencia.
Lo anterior, como derechos sindicales y de los trabajadores, refrendados en nuestro Código de Trabajo, constituye un ejercicio de participación individual y colectiva esencial en la construcción del socialismo; una tradición que tenemos el deber de fortalecer como parte de nuestra cultura revolucionaria y que realza la dignidad, procurada por tantos a lo largo de nuestra historia. Es asumir el costo y los retos que encierra defender la libertad de ser independientes.
*Jefe del Departamento de Eficiencia Económica de la CTC