Misión imposible fue solicitar 22 boletos con destino a la Isla de la Juventud (IJ) para los abuelos de la cátedra universitaria del Adulto Mayor del municipio de Nueva Paz, en Mayabeque.
Según cuenta en su misiva Luz Marina Perdomo Aguilar, profesora de la Universidad Agraria de La Habana y encargada de la cátedra desde el 2012, decidieron realizar un encuentro anual con los abuelos de la IJ, a partir de un viaje efectuado en enero de este año a Nueva Gerona. En aquella oportunidad la agencia de San José de las Lajas les expidió sin problemas 17 boletos para la embarcación El Cometa.
Los abuelos planificaron el retorno, hicieron sus ahorros para costearse la excursión, algunos enrolaron a miembros de su familia y otros se sumaron por primera vez, entusiasmados con los relatos escuchados.
Con más de 60 días de antelación la remitente acudió a la misma oficina, confiada de poder comprar los pasajes, con el ánimo de reeditar lo que constituye no solo un programa de esparcimiento, sino también de consolidación de sentimientos patrióticos en las nuevas generaciones, por el abanico de edades de quienes participan.
Su primera gestión del 18 de noviembre resultó infructuosa, porque no hubo fluido eléctrico. Al día siguiente llegó bien temprano y contactó con Mauricio O’Farril, jefe de la agencia y le explicó por qué precisaba 22 pasajes de ida para el 28 de enero, con regreso tres días después.
Aquel le planteó que no había ningún problema, que esperara. No obstante, Luz Marina marcó en la fila. En varias ocasiones el compañero se dirigió a la expedidora Alina Ruiz Fajardo y le recordó nuestros tiques; ella asentía y continuaba su trabajo, relata.
Cerca del mediodía le corresponde el turno con el vendedor Julio C. Vicet Álvarez y cuando solicita los boletos, tanto él como su colega le manifiestan que no es posible vendérselos, porque paralizarían la cola. Pero es que ella la hizo y esperó pacientemente.
Ante su reclamo le argumentan que solo podían expedir cinco por persona. Ella dijo que había hablado con el jefe. Entonces, el dependiente se dirigió hasta la oficina de su superior y “formaron un careo que dio pena y bochorno. El escándalo se escuchaba en el salón”.
Luego la pasaron a un local y le hablaron hasta de los inspectores, “porque al parecer se iba a cometer una grave infracción”. Nuevamente expuso lo que necesitaba y para quiénes. A esas alturas todos los que esperaban supieron de la situación y se solidarizaron ofreciéndose a sacar los vales restantes.
Avergonzada por lo sucedido, “tengo 60 años y 42 al servicio del magisterio, no accedí porque confiaba en la cordura y la limpieza de mis intenciones”. El jefe de la agencia pidió autorización por teléfono al comercial para vender los boletos y recibió la indicación de comunicar con su homóloga en la IJ. La “bola” se la pasó a Luz Marina y no fue la única llamada que le indicó hacer, a pesar de que alguien comentó que eso era responsabilidad del directivo, quien simplemente se marchó para almorzar.
Cerca de las tres de la tarde, la remitente de la frustrante carta se marchó decepcionada y disgustada. Antes le planteó a la expedidora Alina Ruiz que al otro día regresaría temprano, pero fue imposible, no podía ausentarse nuevamente del trabajo.
Quizás el momento más difícil surgió cuando comunicó a los abuelos lo acaecido. He aquí el resultado de una situación que está segura pudo tener otro desenlace si los vendedores de los boletos hubieran querido.
¿Merecen los abuelos que este sea el infeliz final? ¿No podrán realizar otro viaje maravilloso?, porque del anterior guardan videos y fotos de sus visitas al Presidio Modelo, la casa natal de Jesús Montané Oropesa, de la finca El Abra y otros sitios que emplean en las clases de Historia.