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Cuba dentro del Festival

Resulta divertida e ingeniosa esta Cosa…muy humana.
Resulta divertida e ingeniosa esta Cosa…muy humana.

Por Frank Padrón

Imposible reseñar todo lo presentado  por casa, pero de entre  lo que aspiró a los anhelados  premios, fueron muy apreciados,  y también motivo de  criterios encontrados, par de  filmes: La cosa humana (Gerardo  Chijona) y El acompañante  (Pavel Giroud).

Situado en la frontera de  la literatura y la delincuencia,  el primero de ambos es  una comedia donde no solo  se roba y se estafa con lo habitual,  sino, o mejor, sobre  todo con las letras, cuando  el volumen inédito de un  escritor consagrado llega a  manos de un joven aspirante  a ello; cierto concurso de  cuentos destapará intrigas y  revelará verdades.

Resulta divertida e ingeniosa  esta cosa… muy humana,  que por encima (o debajo)  de su incitación a la risa  invita a reflexionar sobre  aspectos que trascienden incluso  los motivos pretextuales  para volver sobre la ética,  las fronteras movedizas entre  creación y honestidad, y  lo dicho: la delincuencia muchas  veces latiendo dentro  de lo tenido por casi divino,  como es el arte escritural.

Claro que para interiorizar  todo ello hay que aceptar  el elevado porciento de  reductio ad absurdum que  sienta el filme como principal  regla del juego, y aun así,  difícil “tragarse” personajes  como Macho Rico; fuera de  ello, es un trayecto disfrutable,  con muy buenos desempeños  por demás.

El acompañante, de Giroud,  aborda un tema en el  que se introdujo el propio  Chijona hace años con su  Boleto al paraíso, comoquiera  que se enmarca en los  inicios del VIH en nuestro  país, concretamente en Los  Cocos, residencia que internaba  a los primeros pacientes  cuando la enfermedad,  por recién descubierta, era  prácticamente un enigma y  acarreaba todo tipo de prejuicios.

La amistad al principio  tirante y después creciente  entre un joven infectado y un  boxeador al que sancionan y  destinan como una suerte de  cuidador de aquel, da pie a  una historia donde también  se reflexiona en torno a valores  humanos, a preconceptos  que superaban con mucho  los de la patología, a crisis  sociales y de valores.

Cierto que Pavel (La edad  de la peseta) no puede evitar  el tránsito por caminos trillados,  y en la conformación  caracterológica llega a excesos  de maniqueísmo como el  diseño del médico perverso  devenido enfermo, pero hay  que reconocer que su historia  tiene garra, y un aura de  sensibilidad que la conecta  con una amplia masa de espectadores;  bien contada y  excelentemente actuada, ello  fundamentalmente la salva  de los “pasos perdidos” que  implica introducirse en este  tipo de canon fílmico.

El acompañante, de Giroud, aborda un tema en el que se introdujo el propio Chijona hace años con su Boleto al paraíso. Foto: Icaic

La sección no competitiva  Filmado en Cuba fue muy  aplaudida por el público, que  disfrutó con la experiencia  de cineastas foráneos disertando  sobre realidades locales;  de modo que acarrearon  llenos absolutos títulos como  Fui banquero, de Francia, la  coproducción cubano-estadounidense  Papa o la irlandesa  Viva.

Como no pudimos asistir  a la segunda, comentaremos  brevemente las otras: Patrick  y Emilie Grandperret son los  directores de Fui…, que bien  pudiera titularse, parafraseando  aquella cinta de Belmondo,  Las tribulaciones de  un francés en Cuba: todo lo  que ocurre a un joven galo  cuando decide sin papeles  quedarse en La Habana genera  un periplo simpático,  donde se explota la paradoja  de alguien con tan próspero  trabajo que se enfrenta al  “realismo mágico” del aquí  y ahora cubano deviniendo  cruce entre Virgilio Piñera  y Kafka. Un tanto pintoresquista,  sí, pero no menos ingeniosa.

En Viva, el irlandés  Paddy Breatthnach se acerca  a un joven gay, huérfano de  madre, peluquero y aficionado  al transformismo, que de  pronto debe empezar a convivir  con un padre ex boxeador  que acaba de salir de la  cárcel. Los choques entre cosmovisiones  y formaciones explayan  de inmediato en este  filme cuyo productor ejecutivo  fue Benicio del Toro, y en  el que triunfan finalmente la  aceptación y hasta el cariño.

Historia cálida, sensible  sin caer en sensiblerías, quizá  se exceda en los números  musicales dentro de esos repertorios  que (¡ya se sabe!)  dejan mucho que desear,  pero que descuella por una  limpia narración, una sólida  caracterización de personajes  —donde la evolución  en cada uno de ellos ocurre  sin violencias ni pies forzados—,  una certera dirección  de arte —con elevados puntos  para el vestuario y la peluquería—  y las esmeradas  actuaciones de Héctor Medina  (entre nuestras grandes  revelaciones de los últimos  tiempos), Jorge Perugorría,  Luis Alberto García y el resto  del elenco.

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