Tiene la misma sonrisa: franca, cálida, singular, que cuando lo conocí hace más de cuarenta años. Para aquel entonces el doctor Juan Virgilio López Palacios era ya un profesor admirado. Recientemente esa admiración fue reconocida por el claustro de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas (UCLV) al convertirlo en el primero de sus catedráticos en recibir el título de Doctor Honoris Causa en Ciencias Pedagógicas de esa institución.
Fue un privilegio ser su alumna y recibir su saber y maestría pedagógica durante los días en que muchos colegas nos aventuramos en la difícil tarea de ser profesores de la carrera de Periodismo que se abría en Villa Clara.
Hombre ameno, didáctico, de comentarios certeros, de los que lleva la clase en el corazón y también sobre los hombros la responsabilidad de una educación que ha visto crecer y ayudar a fundar, en la piel parece que carga el olor a libros, a tiza, a aula…
Tiene la hidalguía de recordar siempre a sus maestros, entre ellos a los eminentes educadores Medardo Vitier, Rafaela Chacón Nardi y Gaspar Jorge García Galló. Tampoco esconde el orgullo de ser testigo casi excepcional de la investidura del Che con el mismo título que le acaban de conceder sus compañeros de labor y sus estudiantes.
“Aquel día, el 28 de diciembre de 1959, el Che entró al teatro universitario y aunque el profesorado usó por primera vez la toga y el birrete, el Che no se puso el atuendo; en cambio pronunció palabras memorables que implicaban un cambio que va más allá de aquella frese que se recuerda: pintar de negro y de mulatos la universidad. Sus palabras avizoraban el cambio trascendente de la Educación Superior cubana”.
Juan López, como sus más cercanos le dicen, confiesa que le apasiona dar clases, no importa en qué enseñanza, y asegura que ha sentido lo mismo como maestro primario, de tecnólogos azucareros o como profesor universitario.
Ha recibido condecoraciones importantes del sindicato de la Educación la Ciencia y el Deporte, entre ellas las medallas Jesús Menéndez y Lázaro Peña, la Orden Frank País y la distinción Pepito Tey y José María Heredia, por la Educación Cubana y la Estrella Martiana.
Con sus 79 años, 61 de ellos vividos frente a un aula y 55 en la enseñanza universitaria, con lucidez extraordinaria y una memoria sorprendente, el doctor Juan Virgilio López Palacios, es de esos hombres que José Martí llamó útiles y necesarios, de esos que son imprescindibles.