Sin caña no hay azúcar, y si faltaran ambos alimentos, la vida fuera amarga como en algunos campos de la central provincia cubana de Ciego de Ávila, donde las plantaciones no alcanzan el verdor de la eficiencia.
Por ejemplo, dos años atrás se desplomaron en más de 6 mil toneladas los estimados agrícolas en la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) La Maya.
A juzgar por tal descalabro, allí incluyeron hasta el marabú en el volumen de la materia prima a moler en la zafra que se avecinaba. La base productiva cayó en un estado de crisis financiera con una deuda millonaria por concepto de créditos bancarios vencidos.
De acuerdo con el criterio de los trabajadores, la falta de exigencia y control por parte de la administración no idónea para el cargo, fueron como los fertilizantes que hicieron engordar y crecer más que a las cañas, a la hierba conocida por Don Carlos.
A pesar de que una moderna máquina no ha podido regar ni una gota de agua por la sequía que ha afectado sectores hidrogeológicos, al ritmo de la guataca y otras atenciones culturales, los plantíos tienen un rostro más alegre porque crecen los rendimientos agrícolas y, en lugar de pérdidas económicas, ya la base productiva obtiene ganancias, aunque no se pueda aún repartir utilidades porque arrastra una deuda bancaria superior a 1 millón 400 mil pesos.
Roberto Sainz Arroyo, administrador de la UBPC, reconoce que todavía la batalla es fuerte contra el enyerbamiento, el mejor aprovechamiento de la maquinaria y el empeño por ampliar el área cultivable.
Lo cierto es que se respira un clima laboral más favorable porque el colectivo de La Maya, comienza a taparle los huecos de la ineficiencia a esa unidad cañera, ubicada en el municipio avileño de Venezuela.
