Por MSc. Roberto Hernández (Instituto de Historia de Cuba)
El 29 de noviembre de 1911 muere en La Habana, a los 59 años de edad, Bernarda Toro Pelegrín, (Manana) una mujer que por méritos propios forma parte de aquella generación de mujeres a las que hay que recordar siempre como símbolos imperecederos de amor a la patria y su familia. Ellas constituyeron un ejemplo, no solo por el valor personal a la hora del combate, sino por ser el soporte moral de sus esposos, hermanos e hijos durante 30 años de combate por la independencia de Cuba de la dominación colonial española..
Nació el 20 de agosto de 1852, Jiguaní, en Oriente. Sus padres fueron Francisco Toro y Molina, natural de Valencia y Margarita Pelegrín y Acosta natural de Jiguaní. Quedó huérfana de padre cuando Bernarda era una adolecente. La familia estaba formada por 14 hermanos de ellos 8 varones y 6 hembras.
La Guerra
Cuando comienza la guerra en 1868 su familia, encabezada por su madre, quemó sus propiedades de Palmaron, la Soledad y la Malagueta. La madre muere prisionera de los españoles y seis de sus hermanos varones mueren también combatiendo por la independencia de Cuba.
Manana con 16 años de edad, una vez en la manigua, se dedica con su madre y hermanas a las labores de enfermería, cuidando sembrados, lavado de ropas, costura, y en los talleres mambises se incorporada a las tareas de fabricar balas o rellenando cartuchos vacios, en fin participa de aquellas actividades que se organizan en el servicio logístico del Ejército Libertador y dispuesta siempre a enfrentar al enemigo español-
Máximo Gómez, conoce a Manana en sus frecuentes visitas a Charco Redondo, campamento y prefectura mambisa donde ella radicaba con su familia, estos encuentros culminaron con su unión en una boda mambisa el 4 de julio de 1870, Manana tenía 17 años y Gómez 33. Según narra Gerardo Castellanos fue una “ceremonia con estricta sujeción al protocolo mambí. Ni cura, ni juez colonial, solo un prefecto cubano […] el templo un rancho de Yaguas cobijado de guano. Alrededor, los centinelas al acecho del enemigo […] testigos del enlace Salvador Cisneros Betancourt y el coronel Fernando Figueredo Socarras.”[1]
Fruto de esa unión en las condiciones de la guerra nacieron cuatro hijos: Margarita en enero de 1870 que muere el 1º de enero de septiembre de 1871, Andrés el 1º de febrero de 1872 y muere en enero de 1873, el 1º de mayo nació María Clemencia, su tercera descendencia, que fue bautizada por Calixto García. El 1 de mayo de 1876, Francisco, (Panchito) en el campamento de La Reforma y será su padrino el general Antonio Maceo. Con apenas dos días de repuesta del parto se incorporó a la pequeña columna que cruzo nuevamente la trocha de Júcaro a Morón. En el año de 1877 cuando evidentemente la guerra se va extinguiendo les nace el último vástago en la manigua, Máximo, que tendrá como padrino a Julo Sanguily.
Durante los diez largos años de guerra Manana acompañó a Gómez en todas las campañas que el general participó en los territorios de Oriente, Camagüey y las Villas. Soportó, sin una queja, una vida azarosa, llena de peligros, privaciones y necesidades, para ella y sus hijos. Vivió en refugios, bohíos abandonados, sufriendo en no pocas veces la persecución del enemigo español y los rigores del clima.
Nunca abandonó a Gómez, siempre se mantuvo a su lado y fue su soporte moral en toda la contienda bélica, estuvo a su lado en momentos de alegría, de dolor y tristeza. Lloró y guardo luto por la muerte de sus hijos y vivió la angustia de los días tristes del Zanjón y la salida para un exilio desconocido. Sobre esa actitud de Manana escribiría en una ocasión Gómez a su hija Clemencia” Tú madre jamás quiso abandonarme y me seguía a todas partes. ¡Cuánto no pasaría!
La emigración
Partió en enero de 1878 para Jamaica con los tres hijos que sobrevivieron a la guerra, mientras Gómez quedaba en la Isla momentáneamente. Llegaba sin recurso económicos, ni familiares o amigos que pudieran socorrerla en los primeros momentos; a pesar de su estreches financiera renunció al ofrecimiento que le hizo el cónsul español en Jamaica a nombre del brigadier Francisco de Acosta y Albear de 24 onzas de oro. La oferta fue rechazada “devolviéndole la cantidad mencionada exigiendo un recibo como constancia de la devolución.[2]”Su patriotismo y su dignidad no le permitían aceptar aquel dinero de manos españolas.
El mayor general Gómez partió de Cuba el 6 de marzo de 1878, y cuando el vapor se alejaba de las costas de Cuba, reflexionaba con angustia “son las 6 de la tarde y vamos a perder a Cuba de vista, quizás para siempre. ¿Cuál será mi destino después que he sufrido tanto y tanto en pos de la realización de un ideal que ha costado tanta sangre y tantas lagrimas? ¡Adiós Cuba, cuenta siempre conmigo mientras respire – tu guardas las cenizas de mi Madre y de mis hijos- y siempre te amaré y te serviré!”[3]
De esta incertidumbre también participaba Manana. Para el General y Manana el exilio se les presentó adverso a su llegada, pues según Gómez, no contaba con ningún amigo, y apunta en su diario: “por primera vez lloré [ …] mi hijita Clemencia lloraba por un pedazo de pan, que yo no podía darle, pues llegué sin un centavo [ …] en agosto de 1878 señalaba “consigo mal; los recursos se me han agotado y no sé cómo darle de comer a mis hijos, he salido a vender una levita vieja – no la pude vender – […] paso el mes de agosto- acota en su diario- por la venta de un manto que le hizo Manana a la mujer de Maceo en cinco pesos, ”[4]
Entre mayo de 1879 a 1880, Manana tuvo dos partos, Andrés en 1879 y Urbano en 1880, en momentos que Gómez se encontraba en Honduras donde el presidente le reconoció los grados de general de división y le otorgó una plaza en la comandancia militar de Amapola, para trabajar en la futura organización del ejército de Honduras. Gómez conoció a Andrés en Octubre de 1879 y a Urbano que había nacido en septiembre en diciembre de 1980.
La familia Gómez Toro deciden abandonar Jamaica, – donde estuvo Manana desde enero de 1878 a diciembre de 1881- lugar donde no le sonrió la fortuna. Parten para Honduras, endeudados, con graves problemas financieros buscando en ese país una vida más segura en términos económicos. Permanecerá la familia en ese país hasta a junio de 1884, las condiciones de extrema estreches económica la que caracteriza el Dr. Antonio Pitaluga de la siguiente forma:
“Faltó poco para que las calles de Puerto cortés vieran dormir a los Gomes Toro. Un amigo del padre no lo permitió y los recogió al pedirle el general pasara la noche en el portal de su casa, pero el hombre fue más comprensivo y les prestó el sótano “[…] a esta situación hay que agrégale “que los hijos varones cayeron todo el mes de enero con fiebre.”
Manana, los niños y las hermanas de Gómez y su hermano Sixto se instalan en San Juan de Ulúa. En este lugar inhóspito, Gómez iniciará con su familia el fomento de una finca para el cultivo del añil, cultivo del cual conocen muy poco. Se encuentran también en el lugar: Maceo que era el comandante militar de Puerto Cortés, José Joaquín Palma, Carlos Roloff, Eusebio Hernández y Tomás Estada Palma. Los cuales se reunían a menudo y evidentemente el fantasma de la independencia de la patria los rondaba en su exilio.
En 1882 vuelve de nuevo la desgracia a la familia, muere el más pequeño, Andresito en el mes de febrero, cuando Manana estaba punto de dar a luz a su octavo descendiente, la segunda Margarita, que nació el 20 de febrero de 1882. Y muere en 1884. Fueron estos dos años de muchas dificultades, que comenzó con la muerte de Andresito y con grandes dificultades monetarias, falta de una buena alimentación y medicamentación para la familia y para completar la adversidad, enfermó Manana en noviembre y además se obtuvieron malos resultados en la cosecha de añil.
A partir del año 1884 comenzó una febril actividad del general Gómez al recibir un aviso de los “Centros Revolucionarios Cubanos que se preparan para levantar en aquella Isla al grito de independencia invitándome para que tomara parte en aquella revolución gloriosa.” A mediados de 1884 acompañado de Antonio Maceo y Manana se instalan en a la ciudad de New Orleans, hasta julio de 1885, donde Gómez y Maceo desarrollan una gran actividad conspirativa para organizar y fomentar de nuevo la en Cuba la guerra de acuerdo al plan elaborado por ambos patriotas. Momentos en que según manifestaba “me encuentro sin dinero mis propios recursos están por concluirse”.
La familia estaba atravesando momentos difíciles y Gómez lo describe así: “con mi mujer y cinco niños – rodeado de enemigos españoles y americanos, los cubano me abandonan en la empresa y se alejan de mi como un leproso. Solo me quedan unos pocos. Los viejos soldados de la guerra de los 10 años” [5] En esta ciudad les nació su hijo Bernardo.
El 12 de julio de 1885 se encuentra la familia Gómez Toro instalada en Kingston, por segunda vez, en esta ocasión llegaron con la esposa del general Antonio Maceo y 17 futuros expedicionarios. Los trajines conspirativos lo llevan a embarcarse el 5 de octubre de ese año viaja Monte Cristi República Dominicana, escribieron con nostalgia en su diario “después de 20 años de ausencia de mi patria, he vuelto cual un fugitivo, ocultando mi nombre y mi verdadera nacionalidad” Ha dejado atrás a Manana que continua siendo su mejor y más segura retaguardia.
En enero de 1886 Gómez se encuentra en dominicana y el día 2 de enero lo cogen preso. Por gestiones de amigos obtuvo la libertad, con la condición de marchara al extranjero en un vapor norteamericano.
El 18 de marzo de 1886 vuelve a Kingston y por “fortuna – señala en su diario- encontré a mi mujer, mis pobres hijos y mis hermanas sin novedad- pero escasos de recursos.” Al mes de su estancia con su familia, tiene que embarcar de nuevo para cumplir las misiones conspirativas para reiniciar la lucha por la independencia: De este viaje deja constancia en su diario de su Diario señalando:
“Deje a Kingston y allí también los pedazos de mi alma; mis hijos, mi esposa y mis hermanas. Los dejo casi puedo decir en desamparo, para tal vez no volver a verlos más, porque salgo para las isla Turcas resuelto a entrar en Cuba para llenar mis compromisos y cumplir mi palabra; contraída, de ir a pelear por su independencia. ¡Quién cuidara de los míos!¡Quién dará pan y cariño a mis pobres hijos! Y el mismo se responde, “Solamente su madre”
Los trajines conspirativos que se están desarrollando obligan al general Gómez a volver a dominicana y Panamá con el afán de cumplir los planes elaborados entre él, Maceo, Crombet y otros. Muchos fracasos y frustraciones e incomprensiones y hasta desavenencias con Maceo, ha sido un años en que prácticamente, el peso de la atención a la familia ha recaído sobre los hombros de Manana, que en todo momento le mantiene su apoyo y con su conducta le facilita su esposo la preparación de la futura expedición.
El 20 de marzo de 1987 Manana da a luz a su decimo hijo, que en recuerdo al fallecido en la manigua, lo nombran José Andrés. Fracasados los intentos expedicionarios Gómez decide en septiembre de 1888 trasladarse a República Dominicana y estudia las posibilidades de trabajo, para trasladar a toda la familia. Después de múltiples gestiones logró el apoyo de una importante Casa Comercial que le apoyo el proyecto de instalarse en la zona de Guayacanes y emprender el fomento del tabaco para su exportación.
La familia radicara en república Dominicana por espacio de 11 años y Gómez se dedicará a las labores agrícolas con sus altas y bajas financieras y moviéndose entre su colonia en la Reforma y Montecristi, hasta septiembre de 1892 en que recibe la visita de José Martí que venía a conocerlo y además informarle que todos los jefes veteranos, que se encontraban organizados en los clubs del Partido Revolucionario Cubano, lo habían propuesto como jefe militar para dirigir la nueva guerra que se preparaba. En la entrevista, Gómez acepta el ofrecimiento que le trae Martí.
Comienza a partir de este año una estrecha relación de amistad entre Martí y la familia Gómez Toro, lo que se aprecia en su correspondencia y en particular en la publicación que hace en el periódico Patria en abril de 1893 con el título: El Álbum de Clemencia Gómez:
En servicio de la patria […] llegó el viajero a la puerta de la casa que nunca podrá olvidar […] el primer hijo de Máximo Gómez: Francisco Gómez de dieciséis años. A la par de él, niño otra vez el viajero y la crecida de pronto la criatura, llegaron como amigos jurados, a la casa modesta: alrededor de la madre bondadosa , a quien la prueba sublime de la guerra dio la augusta sencillez que señala a los que han vivido largo tiempo en el heroísmo, se agrupan en ella como recién nacidos de ella, los hijos amorosos […] la casa no vivía de la vanidad egoísta de la gloria del padre, ni como gloria halaban de él, sino como padre: en lo que vive aquella cas es la pasión por Cuba; la pasión no se ve en la protesta lenguaraz […] la hija mayor, muy leal y elocuente de naturaleza, que es ya, antes de entrar en la vida, tierna como compañera u sufrida como madre. Francisco, que ya se ve como guardián en la soledad; Máximo, niño pensador que a los catorce años adivina el alma de los libros y le ve en ellos la sangre a quien los escribe; Urbano, valiente de nueve años que a la madrigada había de aparecerse al estribo del viajero […] todos oían, con ojos enamorados los recuerdos de ayer, los sueños de mañana. […]
Martí dio a conocer las virtudes de una familia forjada en los rigores de la guerra, así como de los sacrificios y sinsabores del exilio, es la familia del hombre que los veteranos de la guerra grande escogieron como jefe militar, de la futura insurrección. A partir de su encuentro con Martí, Gómez, poyado por su familia, dedicará toda su energía a prepara la Guerra Necesaria, hasta el 11 de abril de 1895 en que desembarcó junto a Martí y otros compañeros por Playitas de Cajobabo.
Una vez desembarcado, ese mismo día, Martí escribe a Manana dándole referencias sobre la situación personal de los hombres que el desembarcaron y reconociéndole sus valores de madre y patriota:
[…] Vamos cosidos uno y otro, el padre y yo con un solo corazón y la mayor amistad y dulzura […] el padre va robusto, y con la fe justa que nos anima a todos: de cuando en cuando, sin que nadie más que yo lo note, vuelve los ojos a las costas donde Uds. Viven: y yo lo noto, porque los vuelvo yo también. Uds. son míos.” Y más adelante le añade: […] De adentro, sabemos ya mucho más, y habrá menos riesgos y agonías, y tardearemos mucho menos, que en los diez años de Ud., los diez años que dan tal dignidad, tal majestad, tal obligación, en la vida, a los hijos que le nacieron a Ud. del seno de ellos. […]Gómez, volverá a reunirse con su familia en agosto de 1899, con la ausencia de su hijo amado Panchito, que cayó en combate en Punta Brava tratando de proteger la vida de su padrino y jefe: Antonio Maceo.
[1] Gerardo G.Castellanos: Misión a Cuba: Cayo hueso y martí. Centro de Estudios Cubanos, La Habana 2009. Ángel Augier” En el Centenario de Manana. Bohemia Pp. 4-6 y 102- 104
[2] Dr. Antonio Álvarez Pitaluga: “la familia de Máximo Gómez “Editora Política, Belascoain Nº 864. Ciudad de La Habana. Cuba. 2008
[3] Máximo Gómez Báez. Diario de campaña. Editado Instituto del libro, La Habana 1868, p 144
[4] Ídem
[5] Ídem