Ah, los mil y un caminos de la memoria; toca escribir del XXXVII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que se inaugura el próximo jueves en la capital, y el redactor se entretiene evocando tantas y tantas ediciones anteriores, fiestas grandes de una ciudad que ama (y es amada por) el cine.
El Festival ya no es el mismo, eso es obvio. Son muchas menos las salas de exhibición, menor la afluencia de público, más “diluido” el ambiente… No somos los mismos, el contexto ha cambiado y ha impuesto esquemas organizativos antes impensados. No es tiempo de convocatorias titánicas: se impone cierta funcionalidad frugal. Hay que garantizar, primero que todo, que siga siendo una fiesta al alcance de todos. Y por más que atraiga la atención del turismo cultural internacional, está claro que el principal receptor es el gran público cubano… que no puede pagar por un boleto más de lo que gana en un día de salario.
Iván Giroud, actual presidente de la cita, lo explicaba hace algún tiempo a La Jiribilla: “El Festival nunca va a ser rentable, y proponerse eso sería o un suicidio o un asesinato en todo caso. Una cosa es que, con responsabilidad, administremos los recursos que nos dan, y que generemos ingresos que complementen el presupuesto y hagamos el festival que podemos hacer de acuerdo al país donde vivimos (…) y otra cosa es pensar cómo vamos a rentabilizar, sin fuertes patrocinios. Todo está muy encadenado. Si no inviertes en reparar los cines, los precios no pueden subir; pero entonces, los precios no pueden subir por los salarios. Esto está todo muy tejido en la economía del país. Entonces, no podemos pretender que el Festival se vaya a autosostener como una empresa”.
El debate sobre el financiamiento está abierto. Y no se puede vivir de glorias pasadas. Lo cierto es que el Estado y sus instituciones culturales deberán seguir llevando las riendas principales de este evento emblemático. Y hay que garantizar, al menos, una programación de primera línea, abierta al cada vez mayor espectro de visualidades, formatos y maneras de asumir el arte del cine.
Por lo pronto, en esta edición competirán 138 obras (largometrajes y cortometrajes de ficción, documentales, animados provenientes de toda América Latina), que serán exhibidas en seis concursos.
Además de la selección oficial habrá varias muestras colaterales, un certamen de guiones, otro de carteles y una amplia programación expositiva y teórica. Una veintena de salas acogerán las presentaciones; la mayoría ubicadas en el circuito de la calle 23.
El Festival pretende honrar su extraordinaria tradición, pero tiene por delante los retos de la contemporaneidad. El principal de ellos: mantener su esencia, sin caer en los rejuegos mercantilistas que parecen ser los móviles principales de muchas convocatorias actuales.
El Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano es patrimonio de la ciudad, del país, de la cultura nacional. Paradigma entre todos los encuentros culturales cubanos, es también ventana de nuestra realidad. No es un lujo, ha devenido necesidad.