Si se menciona al Gallego Fernández, todos lo identifican de inmediato, pero si se hace referencia a su nombre, no pocos vacilan antes de percatarse de quién se trata. Es que con ese apelativo se inscribió en la memoria de nuestro pueblo desde su destacada participación, junto a Fidel, en la conducción de las acciones que aplastaron la invasión mercenaria por Playa Larga y Playa Girón.
Militar graduado en centros militares de educación superior, su participación en un movimiento destinado a derrocar la tiranía impuesta por Fulgencio Batista Zaldívar le representó cumplir tres años de prisión. El hoy general de división (r) José Ramón Fernández Álvarez considera como el más grande honor que el 12 de enero de 1959, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz le confiara la dirección de la Escuela de Cadetes de Managua, y con ello la misión posterior de organizar la preparación del pueblo para la defensa del país.
No dado a conceder entrevistas a la prensa, accedió a nuestra solicitud formulada a propósito de conmemorarse, el próximo día 24, el aniversario 55 de la primera graduación de la Escuela de Responsables de Milicias, la cual creó y dirigió, quizás porque comprenda que no muchos podrían hablar de ella como él puede hacerlo.
“El 29 de octubre de 1960 se graduó el primer grupo de oficiales del Ejército Rebelde, en la Escuela de Cadetes de Managua, en total 55. En el discurso pronunciado en esa ocasión, Fidel señaló que ese hecho significaba poder graduar muy pronto a más de 500 jefes de milicias, porque se precisaba organizar y entrenar con máxima disciplina y eficiencia a la gran masa de milicianos, de pueblo, formados en unidades de combate”.
“Aquellos 55 oficiales egresados, indica, pasaron a dirigir todas las unidades: unos se destinaron a la artillería antiaérea, otros a tanques…, en fin, donde les correspondiera; eran la semilla divina que teníamos en la mano, mi fuerza principal, la multiplicación de oficiales…
Los batallones de milicianos se fundaron en cuanto lugar fue posible, y a fines de octubre, en La Habana, “se iniciaron los cursos, cada uno de dos semanas de duración, y actividades diarias de 15 y hasta 16 horas. Un grupo pequeño enseñó a otro mayor, y este a otros que después lo hicieron con decenas de miles de milicianos que habían estado esperando por su maestro. Sin esos cuadros habría sido imposible, pues para entrenar y organizar un batallón se necesitan hombres suficientemente capacitados. No se improvisa una unidad de combate ni se resuelven sus problemas técnicos solamente con el entusiasmo.
“El primero en entrenar fue el batallón 111, en la Escuela de Cadetes de Managua, no había otro lugar; el segundo, también allí, y después varios simultáneamente en El Esperón, Kuquine, La Chorrera, con dos a la vez; El Caribe y la Escuela de Responsables de Milicias de Matanzas. Aquello era muy fuerte, se requería un gran esfuerzo, pero permitió la preparación de miles de milicianos, muchos de los cuales lucharon en Playa Larga y Playa Girón, donde a base de coraje y de los elementos de combate en su poder, derrotaron el desembarco enemigo en 65 horas y media”.
¿Cuándo surgió la Escuela de Responsables de Milicias?
Aquel 29 de octubre Fidel puso en nuestras manos, y en las de los responsables de milicias, todo lo relacionado con la organización y entrenamiento de la numerosa fuerza miliciana. A partir de informaciones recibidas por distintas vías, el Comandante en Jefe estaba convencido de que nos iban a atacar, y urgía formar a la gente para lo cual empezaron a integrarse los batallones en los lugares donde fuera posible. Yo era director de la Escuela de Cadetes de Managua, y él iba todos los días a ella. Hacíamos las pruebas de voluntad a los milicianos, no así a los responsables de milicias, pues estos habían subido tres veces el Pico Turquino y caminado por la Sierra.
En la Escuela de Responsables de Milicias se impartieron dos cursos. Al primero, concluido en noviembre de 1960, asistieron obreros y trabajadores, miembros o simpatizantes del Partido Socialista Popular (PSP) o de la Revolución, gente revolucionaria. Fue más sólido que el segundo, al que accedieron compañeros más jóvenes, pero firmes, buenos. Sumaron mil 700 los capacitados en ese centro, y de 55 se pasó a miles preparando y preparando…
Los alumnos del segundo curso no se graduaron, porque cuando estaba acabando su formación se produjo la invasión mercenaria, y en composición de batallón fueron los primeros en llegar al teatro de las acciones combativas, el 17 de abril de 1961. Esa noche perdimos al teniente Juan A. Díaz González, uno de los 55 oficiales graduados en Managua, quien al frente de la tercera compañía de esa unidad cayó abatido a diez metros de las trincheras enemigas.
Seis meses después, en un acto celebrado en la escuela, al referirse a sus tradiciones Fidel dijo que los alumnos del segundo curso caídos en Girón no se graduaron como oficiales, pero sí como héroes eternos de la patria. Estoy orgulloso de esos hombres.
A esta altura de la vida, ¿qué significa para usted el hecho de que entonces se le confiara la organización y preparación del país para la defensa?
Mi mayor orgullo.
En su opinión, ¿qué papel desempeñó la Escuela de Responsables de Milicias en aquel momento y posteriormente?
Significó comenzar a prepararnos para la defensa de modo masivo, como nos indicó Fidel, el entrenamiento del pueblo; este ha sido siempre, también ahora, un elemento que ha contenido al enemigo, como igualmente lo ha sido la demostración de nuestro ejército en Angola, Etiopía y en todos los lugares donde los cubanos han combatido.
¿Qué representaron los responsables de milicias en el ulterior desarrollo de las FAR?
Un paso de avance en la dirección apropiada para fortalecer nuestra defensa. Algunos, como Umbelino Betancourt, que era oficial de milicias, hoy es general de división (r), y fue director de la Academia de las FAR Mayor General Máximo Gómez. Así los hay coroneles, tenientes coroneles…
Al comprobar el desarrollo alcanzado por las FAR en todos los sentidos, ¿cómo se siente el general Fernández a partir del hecho de su contribución a ello?
Me siento inconforme, seguro de que el resultado podría haber sido mejor, pero al propio tiempo, conforme porque hemos dado pasos en la dirección correcta, de lo cual he sido parte, por decisión del Partido, de Fidel y de Raúl. En pocas palabras, siento que he cumplido un papel, y continuamos trabajando por lograr que nuestros sucesores sean mejores que nosotros.
En relación con todo lo anterior, deseo añadir que el pensamiento de Fidel con respecto a la defensa de la patria contra Estados Unidos va más allá del triunfo de la Revolución. En una carta conocida, dirigida a Celia en 1958, le expresaba muy claro que una vez ganada la guerra y derrotada la tiranía, de lo cual nunca tuvo dudas, su destino sería la lucha contra los imperialistas estadounidenses, quienes no cesarían en su empeño de apoderarse de Cuba.
Tras la victoria de 1959, la preparación del pueblo para la defensa de la patria formó parte fundamental de toda la estrategia para enfrentar al enemigo. Desde los primeros días de enero de 1959 comenzó el proceso de esa preparación, que nos confió tanto en su organización y realización como en su desarrollo y calidad, en constantes pruebas de esfuerzos y sacrificios.
La grandeza de Fidel, líder de la Revolución triunfante, que como él bien ha expresado convirtió en posible lo imposible, ha llevado a este país a ser ejemplo de pueblo patriota, digno e indoblegable, generoso e internacionalista, todo lo cual es una de sus grandes fortalezas. En ese propio año designó al entonces Comandante Raúl Castro Ruz para el Ministerio de Defensa, posteriormente Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, para que simultáneamente con la preparación del pueblo, organizara unas fuerzas armadas regulares que fueran el brazo armado de la Revolución. En esa ocasión tuve también el privilegio de ser designado por Raúl como jefe de la Preparación Combativa de las FAR. Allí aprendí mucho más de lo que ayudé. Conocí a Raúl, una figura política extraordinaria, capaz de organizar unas fuerzas armadas preparadas para la guerra y para la paz, forjadas en los ideales de nuestros próceres, de Martí y del internacionalismo.
Hoy nos ha dado una demostración de su grandeza política, llevando la conducción de un país cuya Revolución es cada vez más reconocida internacionalmente, dada la habilidad y política de principios que lleva adelante en su afán por la integración latinoamericana a través de la Celac y de otros organismos regionales, en su lucha por la paz y el respeto a las diferencias, a partir del diálogo y la diplomacia. Esto se hizo evidente en la última sesión de la Asamblea General de la Onu, donde tuvo el respaldo, con aplausos de pie, de todos los países allí representados. Es una figura brillante con la que el pueblo se siente orgulloso y dispuesto a seguir adelante.