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El proyecto revolucionario necesita de teoría, ideología e historia

Hassan Pérez Casabona

En su contundente alegato La historia me absolverá, una de las piezas oratorias más brillantes pronunciadas jamás en cualquier latitud en el ámbito jurídico, político y revolucionario, el joven de 27 años Fidel Castro denunció los males que carcomían la sociedad cubana.

En el momento en que realizó su demoledora acusación –el 16 de octubre de 1953, menos de tres meses después del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes- nuestro país era gobernado por un sátrapa que encarnaba los intereses de seguir concibiendo a la Mayor de las Antillas, y Latinoamérica y el Caribe en general, como traspatio donde coronar las aprensiones del imperialismo yanqui.

Uno de los temas que analizó con rigor fue el dantesco panorama educacional imperante y qué acciones debían emprenderse para revertirlo. Estaba convencido que uno de los pilares donde la metrópolis española primero, y el andamiaje neocolonial más tarde asentaron su poderío, era precisamente negándole al pueblo la posibilidad de acceder a los conocimientos que solo se adquieren mediante un sistema educacional que garantice la cobertura para todos, sin distingo de ninguna índole.

No en balde Bolívar, inmerso en su extraordinaria osadía de libertar prácticamente un continente, señaló que un pueblo iletrado era instrumento ciego de su propia destrucción, mientras que Martí, desde su prédica universal, nos legaba el concepto de que ser cultos era el único modo de ser libres y dichosos.

Adentrado ya en el tercer milenio Fidel añadiría, en reinterpretación dialéctica de la definición del Apóstol que vale la pena evaluar con todo rigor en otro instante, que “sin cultura no hay libertad posible”.

Eran igualmente los días en que el eterno guerrillero del tiempo –de cuyo ingreso a la Universidad de La Habana se cumplieron 70 años el pasado 4 de septiembre- ratificaba que “lo primero que hay que salvar es la cultura”, entendida esta no solo en su relación con el entorno artístico sino como impronta del devenir histórico humano, porque ella constituye “escudo y espada de la nación cubana”.

Con las certezas expuestas durante el juicio del Moncada, a nadie sorprendió que la primera gran batalla que involucró, de una forma u otra, a la inmensa mayoría del pueblo fuera la Campaña de Alfabetización.

Mediante ella se crearon los cimientos que hoy germinan de San Antonio a Maisí, tomando como símbolo contar con más de un millón de graduados universitarios, al tiempo que constituyó testimonio inequívoco de la voluntad de la dirección revolucionaria de que nuestro futuro estaría entrelazado, irremisiblemente, a mujeres y hombres de ciencia y pensamiento.

“Martí-Marx y la nueva etapa de la guerra que se nos hace”.

Imbuidos de ese espíritu, los profesionales de las ciencias sociales tienen conciencia de la necesidad de examinar, con enfoques transdisciplinarios, fenómenos complejos presentes en la sociedad contemporánea.

El evento rindió tributo al 120 aniversario de la muerte de Federico Engels

Tomando como motivación rendir tributo al 120 aniversario de la muerte de Federico Engels, el 90 de la fundación del Primer Partido Comunista de Cuba y el décimo de la trascendental intervención del Comandante en Jefe en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre del 2005, la Sección de Ciencias Sociales y Humanidades de la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP), desarrolló hace apenas unas horas su Jornada Científica, con la temática central “Martí-Marx y la nueva etapa de la guerra que se nos hace”.

El encuentro se llevó a cabo con el coauspicio del Instituto de Filosofía, la Escuela Superior del Partido “Ñico López” y la Dirección de Marxismo-Leninismo e Historia del Ministerio de Educación Superior, propiciando dos días de intensa discusión académica en la que se presentaron 12 ponencias, que generaron numerosas intervenciones entre los participantes.

En la primera sesión Fernando García Bielsa, de la Asociación Cubana de Naciones Unidas, compartió con el público su trabajo “Cuba: La oportunidad y los retos de las relaciones con Estados Unidos”; la doctora Francisca López Civeira, profesora de la Universidad de La Habana, disertó acerca de las “Adaptaciones del discurso norteamericano en momentos de reajuste”, mientras que los también doctores Orlando Cruz Capote; Concepción Nieves Ayús y Jorge Luis Santana Pérez, del Instituto de Filosofía, expusieron, respectivamente, las ponencias “`Pensar es prever´. Posibles escenarios de la próxima ‘Guerra de Cuarta Generación (4GW)’ contra Cuba”, y “El ideal socialista en el debate ideológico de la sociedad cubana actual”. Camilo Rodríguez Noriega, de la Escuela Ñico López, brindó los resultados de la investigación, elaborada en coautoría con Alina Domínguez Rosa, “Pensar (nos) desde el desafío histórico que nos constituye”.

Haciendo una breve reseña sobre los principales aspectos tratados en cada caso, tenemos que García Bielsa explicó que las bases, y obstáculos del conflicto bilateral entre Estados Unidos y Cuba permanecen en pie, alertando asimismo de la hostilidad del poderoso vecino, con pretensiones centenarias de engullirse a quien representa desde el ángulo geopolítico “la llave del golfo”, la cual podría presentarse en el futuro, tomando como forma la conocida zanahoria, “a través de proyectos de todo tipo”. Precisó que estos 57 años demuestran la extraordinaria sagacidad de nuestros líderes y el pueblo, para emerger victoriosos en cualquier terreno.

La estimada profesora López Civeira realizó una interesante exposición en la que se refirió a la doctrina del panamericanismo (resaltando los análisis sobre ella de nuestro Héroe Nacional en la prensa regional) y cómo en las primeras conferencias continentales del siglo XX EE.UU. pretendió, por ejemplo, desgajar a las naciones sudamericanas de sus vínculos con las potencias europeas.

La también vicepresidenta de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC) explicó que la Buena Vecindad, implementada por el presidente Franklin Delano Roosevelt, fue un reacomodo de las estratagemas imperiales a partir de la crisis de 1929 y una nueva vía para reconstruir las relaciones con América Latina, seriamente dañadas entonces, una vez agotadas las políticas del Gran Garrote, del presidente Theodore Roosevelt, y la Diplomacia de Dólar, de William Taft. Resaltó la situación revolucionaria imperante en ese momento en la Nicaragua de Sandino, El Salvador de Farabundo Martí y la Cuba de Antonio Guiteras.

En diciembre de 1933 la VII Conferencia Panamericana tuvo asiento en Montevideo, en una situación particularmente delicada con nuestro país, a partir que 29 buques de guerra norteamericanos se hallaban frente a nuestras costas.

La delegación cubana a la reunión, presidida por Ángel Alberto Giraudi, denunció el papel desempeñado por Benjamín Summer Wells, afirmando “Proclamo aquí que los Estados Unidos están interfiriendo en los asuntos de Cuba”.

Al final Estados Unidos tuvo que firmar la declaración que emanó del evento, aunque no reflejara exactamente sus aspiraciones en el área, por ello lo hizo con una reserva. Se expresó que la administración estadounidense deseaba dialogar con el gobierno cubano, cuando en verdad se intentaba descalificar al mismo.

El 3 de enero de 1934, en su mensaje al Congreso de la Unión, Roosevelt se refirió a los resultados de la Conferencia celebrada en Uruguay. Doce días después, curiosamente, se produjo el golpe de Estado en nuestro país que tuvo al embajador norteamericano en el vórtice de aquella asonada. [1]

López Civeira analizó también varias de las ideas planteadas el 17 de diciembre del 2014 por el presidente Barack Obama y el 14 de agosto de este año por el secretario de Estado John Kerry, durante el acto de reapertura de la Embajada norteamericana en La Habana.

Cruz Capote, por su parte, abordó igualmente las pretensiones norteamericanas de apoderarse de Cuba y la manera en que las mismas se han expresado dentro del imaginario de la clase política gobernante en ese país.

Preguntándose sobre cómo encarar el diálogo con los EE.UU., y el mundo del capital para emerger victoriosos, se respondió “Habrá que recordar del marxismo, especialmente el leninismo, el cómo se articula en los distintos períodos, las diferentes tácticas, lo que explicará, en última instancia, esa interrelación entre la flexibilidad táctica y la intransigencia ideológico-política”.

En otra parte de su exposición consideró que: “En el balance crítico y sopesado de la actuación regional y global de los EE.UU. es donde se tiende a oscurecer o iluminar, si no hay ausencias de integralidad en el examen, su rostro sumamente agresivo e injerencista, con sus intervenciones directas, los ‘golpes suaves o blandos’ -frutos del poder inteligente-, las ‘revoluciones de colores’, los asaltos mediáticos y la instalación de bases militares, partes de una totalidad”.

Abogó por la coherencia que demanda tratar estos temas desde el punto de vista informativo. Mencionó el ejemplo de un importante rotativo de izquierda latinoamericano que, en uno de sus editoriales, no captó integralmente la esencia del proceso comenzado el 17 de diciembre pasado, expresando que el mismo “se trata de una determinación adoptada en el contexto de un conflicto geoestratégico e ideológico hoy superado”. [2]

Nieves Ayús y Santana Pérez, reflexionaron sobre el proceso de reconfiguración que se viene produciendo en la sociedad cubana y la manera en que identificamos hoy el ideal socialista, el cual catalogaron como una propuesta abierta y en franco proceso de construcción, en la cual tienen cabida nuevos enfoques sobre cómo llevar adelante la edificación de la sociedad.

Puntualizaron que, a la hora de acometer cualquier análisis, deben identificarse tres planos: el concerniente a la reflexión teórica, el vinculado al discurso político y lo relacionado con las representaciones sociales con que se perciben las más diversas cuestiones.

Rodríguez Noriega recordó la idea de Fidel de que la etapa heroica no ha terminado, resaltando que ésta se he generado en nuestro contexto en condiciones de país tercermundista. Señaló que la Revolución Socialista emprendida desde el 1ero de enero de 1959, apostó por alcanzar un desarrollo armónico y proporcional.

Amplió además sobre las diferentes contradicciones dialécticas a las que necesariamente nos hemos enfrentado, en cada momento histórico. Concluyó con la necesidad de habilitar un modo en el que ratificó la idea de líder de la Revolución, de que “La falta de coordinación entre nosotros, es una gran estupidez”, añadiendo que, en ese sentido, nadie se encuentra en una posición menor.

Potenciar las fortalezas y crear con ellas mejores oportunidades.

El marxismo es, desde su surgimiento, una construcción teórica compleja y transdisciplinaria.

En la segunda fecha de discusiones, que contó con la doctora Olivia Miranda Francisco como coordinadora del panel, se escucharon las presentaciones de los doctores Kenia Echevarría Fraga, (”La justicia social: pensar a Cuba desde Marx y Martí”) y René Márquez (“Sociedad civil en transición socialista. Una mirada actual”), ambos de la Escuela Superior del Partido “Ñico López”; “La lucha ideológica en la enseñanza de la historia de Cuba”, del doctor Felipe Pérez Cruz, de la UNHIC y “Nuevas tecnología de la información y redes sociales en la lucha revolucionaria”, del Dr. Juan Luis Martín del CITMA.

Echeverría Fraga explicó que las relaciones con Estados Unidos implica nexos entre contrarios bien definidos, particularizando en la manera en que se expresan dentro de aquella sociedad, luego de su surgimiento como nación, preceptos como el mesianismo y el excepcionalismo, latentes en la base doctrinal y en el comportamiento desde entonces de la élite política gobernante. Destacó también la extraordinaria cultura del debate forjada por la Revolución.

Márquez se refirió a que el Estado constituye el elemento central, idóneo e insustituible como mediador de las relaciones de poder entre lo civil y lo político. Trajo a colación la idea martiana de que “La sociedad es un libro muy delicado y no hay que lastimar sus hojas”.

Particular importancia le confirió, dentro del sistema político en transición socialista, al diálogo de las ciencias sociales con lo que llamó el arte de hacer política, destacando asimismo la complementariedad vital entre el Partido y el Estado.

Se detuvo en la importancia de combatir la subversión académica de vieja data, generada desde los denominados Think Tank (Tanques Pensantes) que juegan un papel singular en el diseño de las políticas imperiales. Reafirmó el carácter inclusivo de nuestro proyecto, desde la óptica martiana de trabajar con todos y para el bien de todos.

Pérez Cruz desarrolló una amplia intervención sobre la enseñanza de la historia en Cuba, la que calificó como cuestión compleja y de gran actualidad. “Hay que tener una comprensión sistémica de que la historia, como ciencia y conciencia, constituye base ideológica de nuestro proceso revolucionario”. Llamó la atención también de que, en determinados circuitos, se confunde las responsabilidades de cada actividad considerándose que la todas las problemáticas asociadas a la falta de valores se resuelven desde la historia.

Escrutando el comportamiento de los estudios históricos en los medios consideró que, desafortunadamente, en varios espacios literarios, televisivos y cinematográficos, ha idos ganando presencia el recurso del anti héroe, esquematizando sobre todo a figuras en la base con un papel clave en la resistencia durante estos años.

Necesitamos reflejar mucho más, apelando a recursos genuinamente artísticos, “el heroísmo cotidiano de nuestro pueblo”. Reconoció las potencialidades que se abren con las acciones acometidas en la última etapa, en varias instituciones docentes de la enseñanza media y universitaria.

Juan Luis Martín reparó en que uno de los grandes frentes de batalla de los Estados Unidos es la información, percepción reconocida por las autoridades de ese país. Expresó que estamos en uno de los momentos de mayor complejidad y desafío para las ciencias sociales, donde crece por día la importancia del conocimiento de nuestra historia.

En la medida que la distancia con los acontecimientos del pasado aumenta, comentó, las vivencias de los horrores asociados con el capitalismo se transforman en relatos, mientras que los errores del socialismo se convierten en vivencias cotidianas. El socialismo como formación económico social, reparó, no es un resultado espontáneo, sino que debe ser construido.

Las doctoras Isabel Monal, Premio Nacional de Ciencias Sociales y Olga Fernández Ríos abordaron también aspectos sumamente importantes. Monal resaltó, en el caso cubano, la relación entre lo que ha definido como marxismo fundacional y el pensamiento de José Martí.

Las condiciones históricas hicieron posible que en época de Mella se produjera una articulación, que no quiere decir híbrido ni eclecticismo, sino que no se rompen las estructuras teóricas y metodológicas, ni del marxismo ni de Martí, precisó. En el marxismo cubano de ese período hay matrices, añadió, que nos sirven como fundamentos para desarrollos ulteriores. Destacó igualmente el peso de la ética en el ideario martiano cuestión que siempre distinguió Fidel, al que catalogó de genio de la política.

Reflexionando sobre diversos asuntos teóricos expresó que existe una posición, a la cual se adscribe, que considera que hay una manera de apropiarse, desde el marxismo, de los avances y estudios que ofrece, por ejemplo, la Teoría de la Complejidad. Reconoció asimismo que, otra corriente marxista rechaza de plano dicha teoría y el hecho de que varios de quienes promueven la complejidad, de otro lado, desechan totalmente la dialéctica materialista. Para la doctora Monal el marxismo es, desde su surgimiento, una construcción teórica compleja y transdisciplinaria.

En otra parte de su intervención declaró “No vamos a renunciar a la teoría. Tenemos que identificar nuestras deficiencias para conocer como superarlas. Hay que defender la obra de la Revolución. Hemos estado aquí, con la capacidad de existir pese a todos los embates”.

Narró una experiencia vivida recientemente junto a un grupo de visitantes norteamericanos, que le plantearon con dolor como en el estado del que procedían, Virginia, se había ido perdiendo la identidad que otrora los identificaba, algo de lo que no escapan, le confesaron, otras regiones de su país.

Con profunda emoción subrayó: “No basta la cultura de la resistencia para ganar batallas. Hay que luchar en todos los terrenos. Ese es el sentido de nuestro trabajo. La teoría no es solo útil sino imprescindible. Sin el marxismo no es posible libar los combates estratégicos que nos esperan”.

Discurso de Fidel en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el 17 de noviembre de 2005

Fernández Ríos por su parte, presidenta de la Sección de Ciencias Sociales y Humanidades de la SEAP y coordinadora general del evento, explicó que “En la transición socialista la política interviene en todos los ámbitos de la sociedad, de ahí la necesidad de jerarquizar el poder político”, rematando su valoración con la idea de que “La política tiene que ser de factura colectiva”.

Expuso en esa línea que la obra del revolucionario italiano Antonio Gramsci –que comenzó a conocerse en América Latina a mediados de la década del 50 de la centuria anterior, justo cuando en Cuba se llevaba adelante la lucha contra la tiranía batistiana- nos aporta el concepto de “Estado integral y ético”.

Resaltó también el impacto de las palabras de Fidel en la Universidad de La Habana, diez años atrás, cuando planteó que el mayor error cometido era creer que alguien sabía algo acerca de cómo se construía el socialismo, y del discurso de Raúl, en el acto por el 26 de julio del 2007, en Camaguey. [3]

Haciendo una alegoría a dos canciones emblemáticas de la nueva trova antillana recalcó que aunque “puede que algún machete se enrede en la maleza”, no dejaremos que nadie intente “servirnos pasado en copa nueva”. Concluyó la fructífera actividad de debate expresando “El proyecto revolucionario necesita de la teoría, la ideología y la historia”.

Momentos antes de la clausura el gran amigo de la Revolución Cubana Iñaki Gil de San Vicente, quien entre otras labores funge como analista de Telesur para los temas europeos, realizó una intervención especial sobre el papel de las ideologías, a lo largo de las luchas por la emancipación social.

 

Notas, citas y referencias bibliográficas.

[1] El destacado profesor Sergio Guerra Vilaboy, presidente de la Asociación de Historiadores de América Latina y el Caribe (ADHILAC) escribe sobre esto en uno de sus libros que: “La crisis de 1929 abrió una nueva etapa en la historia de América Latina. (…) Los acontecimientos de 1929 marcaron un punto de viraje para la economía y la sociedad de América Latina. (…) Sus efectos se hicieron sentir en forma directamente proporcional a las deformaciones sufridas por los distintos países latinoamericanos en el proceso de su integración a la división internacional del trabajo”. Sobre el caso cubano amplía: “Combatido por la oligarquía y los Estados Unidos –que no otorgó su reconocimiento diplomático y que mantuvo la Isla rodeada con sus barcos de guerra-, e incomprendido por el Partido Comunista y otras fuerzas de izquierda, el llamado `gobierno de los cien días´ cayó finalmente el 15 de enero de 1934 víctima de sus propias contradicciones. Un papel central en ese desenlace correspondió a la traición del jefe del ejército, el exsargento devenido coronel, Fulgencio Batista, convertido en el hombre fuerte de Cuba, quien pasaba a ser el agente de la reacción y el imperialismo norteamericano para aplastar el proceso revolucionario cubano y restablecer el viejo orden de dominación. (…) Con el apoyo del nuevo representante de Estados Unidos en la Isla, Jefferson Caffery, y de la alta burguesía cubana, el papel de Batista fue decisivo en el derrocamiento del presidente Grau –una manifestación en su apoyo fue reprimida por las tropas batistianas frente al Palacio Presidencial, con un saldo de varios muertos y heridos- y la designación de un nuevo mandatario, Carlos Mendieta, típico representante de la vieja política”. Ver: Nueva historia mínima de América Latina, Ediciones Boloña, Colección Raíces, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, 2014, pp. 308-309 y 319.

[2] El investigador añadió en su ponencia sobre el equívoco: “Las interrogantes devienen una obligación. ¿Se ‘cerró o esfumó’, de la noche a la mañana, el diferendo histórico, devenido en confrontación al triunfo de la Revolución Cubana, junto al mesianismo geopolítico del establishment imperialista norteño de pretender ser los dueños del mundo, específicamente apoderarse de Cuba por todos los medios posibles desde hace más de dos siglos? ¿Se superaron de un plumazo las diferencias ideológicas entre ambos países con sistemas socioeconómicos y políticos disímiles, hasta antagónicos? ¿Desapareció el enemigo secular por antonomasia de Cuba, aunque se sustituya la semántica imperial y la jerga retórica de algunos de sus dirigentes, por el ‘vecino’ a 90 millas que ya ni siquiera es adversario de su proyecto revolucionario y socialista?”.

[3] En aquella memorable conversación el Comandante en Jefe señaló exactamente: “Una conclusión he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo. Parecía ciencia sabida, tan sabida como el sistema eléctrico concebido por algunos que se consideraban expertos en sistemas eléctricos. Cuando decían: `Esta es la fórmula´, este es el que sabe. (…) ¿Quién de nosotros va a discutir con un médico, o con un matemático, o con un experto en historia, en literatura o cualquier materia? Pero somos idiotas si creemos, por ejemplo, que la economía –y que me perdonen las decenas de miles de economistas que hay en el país- es una ciencia exacta y eterna, y que existió desde la época de Adán y Eva. Se pierde todo el sentido dialéctico cuando alguien cree que esa misma economía de hoy es igual a la de hace 50 años, o hace 100 años, o hace 150 años, o es igual a la época de Lenin, o a la época de Carlos Marx. A mil leguas de mi pensamiento el revisionismo, rindo verdadero culto a Marx, Engels y a Lenin. (…) Yo pasé del comunismo utópico a un comunismo que se basaba en teorías serias del desarrollo como el materialismo histórico. En el aspecto filosófico, se apoyaba en el materialismo dialéctico. Había mucha filosofía, muchas pugnas y disputas. Siempre, desde luego, hay que prestar la debida atención a las diversas corrientes filosóficas. En este mundo real, que debe ser cambiado, todo estratega y táctico revolucionario tiene el deber de concebir una estrategia y una táctica que conduzcan al objetivo fundamental de cambiar ese mundo real. Ninguna táctica o estrategia que desuna sería buena”. Fidel Castro Ruz: Podemos construir la sociedad más justa del mundo, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2005, pp. 41-43.

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