Si una sola palabra tuviera que decirse de Raúl Ferrer, esa sería sin duda, la de maestro. Patriota, líder sindical, poeta, creador, figura emblemática de la Campaña de Alfabetización.
El centenario de su natalicio, en mayo último, sacó a la luz la historia del maestro en el central Narcisa, la del dirigente fundador del Sindicato de la Enseñanza, y el suceso reveló la importancia de traerlo hasta nuestros días, de convertir su quehacer en homenaje permanente de las actuales y futuras generaciones de docentes.
Por eso, y a propósito de celebrarse en diciembre venidero el Día del Educador —fecha que será antecedida en esta ocasión por la Primera Conferencia del Sindicato de los Trabajadores de la Educación, la Ciencia y el Deporte— este diálogo a cuatro voces le rinde tributo.
Canfux, fiel discípulo
Al hablar del poeta-maestro, como se le conoce, un testimonio esencial es el de Jaime Canfux, especialista de alfabetización, hoy jubilado luego de 53 años en la Educación de Adultos. “Conocí a Raúl en 1960, siendo maestro voluntario. Él era dirigente y hablaba por la radio, con aquella voz ronca y fuerte, estimulando a quienes estábamos en las montañas para que allí nos mantuviéramos.
“Luego, cuando la Campaña de Alfabetización, nos visitaba en Baracoa, pues formaba parte de la comisión nacional creada con tal objetivo. Al terminar la epopeya empezaron los cursos de seguimiento y superación, y la dirección del país lo seleccionó para dirigir esa actividad, la cual nombró Educación Obrero-Campesina.
“Yo era muy joven y aún no tenía elementos para valorar su nivel pedagógico, pero me llamó la atención su poder de flexibilidad, de comprender y entender la situación concreta de aquellos momentos y darnos siempre la posibilidad de opinar y colegiar.
“Como pedagogo, lo considero un científico, aunque la gente lo advertía más en el ámbito de la práctica, de la implementación, pero tenía un dominio tremendo de la dialéctica. Raúl explicaba la teoría del conocimiento con un ejemplo sencillo, que podía ser el de un carpintero, después el auditorio se ponía de pie y lo aplaudía.
“La Campaña fue el primer hecho que abarcó la educación de adultos; hubo que instrumentar todo un sistema (antes no existía), lo cual arrojó algunas contradicciones. Por ejemplo, él consideraba que el curso escolar no debía ser de septiembre a junio, pues en diciembre los trabajadores iban para la zafra y dejaban el aula.
“Por eso se conformaron otros calendarios, teniendo en cuenta a quienes laboraban en las montañas, en el café, en el tabaco, en las zonas rurales, urbanas, suburbanas, y todo ello contó con el apoyo incondicional de la Central de Trabajadores de Cuba, los sindicatos, y los departamentos de capacitación de las empresas.
“¿Luz y relámpago? Sí, no venía primero lo uno o lo otro, en él todo era a la vez. Raúl Ferrer era así, siempre creando, transformando”.
Una mirada de Francisco Durán
Francisco Durán Harvey, jubilado, exdirigente sindical de amplia trayectoria —ocupó la responsabilidad de segundo secretario de la CTC nacional— elogió en Raúl su amplísimo currículo, versatilidad, la excepcionalidad pedagógica y capacidad de liderazgo.
En noviembre de 1961 Harvey asistió al congreso constituyente del Sindicato de la Educación y las Ciencias, donde el maestro resultó electo organizador. No obstante, lo conocía desde antes, de cuando era dirigente en el Colegio Nacional de Maestros Normalistas.
Resaltó que Raúl se gradúa de bachiller durante la crisis de la tiranía de Machado. Él aspiraba a continuar estudios superiores, pero en aquel entonces la Universidad de La Habana estaba cerrada y por razones económicas tiene que convertirse en obrero azucarero, inclusive ese fue el primer sindicato al que estuvo afiliado.
“Como maestro se inició en una escuela primaria en el central Narcisa, donde también se convirtió en un líder social. Hay que decir que la tiranía lo dejó cesante dos veces y también se vio en la obligación de reponerlo. A propósito de este hecho, Raúl escribió la famosa Carta Abierta al Magisterio Cubano, documento que tiene un tremendo valor político.
“Como decía Canfux, fue uno de los pilares decisivos en la materialización de la Campaña de Alfabetización y no hubo un elemento de aquella cartilla que no estuviera relacionado con la política de la Revolución. Después vino el seguimiento, la batalla por alcanzar el sexto grado, y creó el texto Vademécum, una especie de compendio de todas las asignaturas, que tuvo un impacto tremendo, pues se dirigía a los trabajadores que querían estudiar de manera autodidacta”.
Mirella y Guido, también sus seguidores
Por la dedicación al quehacer sindical en el sector de Educación, Mirella Suárez es una voz respetada. Para ella haber tenido la posibilidad de conocer a Raúl Ferrer —siendo una muchacha, graduada del último curso de maestros normalistas— significó una grata experiencia.
Con el ilustre profesor compartió durante la etapa del Seguimiento (después de la Campaña) y recuerda con orgullo cómo él la llamaba “de los pinos nuevos”. “Siempre se consideró un dirigente sindical —expresó— y en la década de los 90 cuando lo visitábamos en su casa, durante el llamado período especial, él tenía mucha preocupación de cómo el sindicato iba a atender a los trabajadores y mantener la unidad de los docentes y el personal de apoyo.
“Siempre tuve la impresión de estar ante un gran maestro, a quien queríamos parecernos por su dinamismo, aptitud de aunar voluntades, y liderazgo. Hoy muchos de nosotros nos llamamos Raulianos, por el hecho de haber intercambiado con él, bebido de su fuente y comprobado que su discurso y comportamiento estuvieron siempre en el mismo camino”, subrayó Mirella.
En tanto para Reinaldo Guido Castaño Spengler, profesor jubilado, Raúl fue un hombre único e irrepetible. “Le llamo el maestro en la Revolución, y esa anécdota suya respecto a que les decía a los niños que se quitaran los zapatos para entrar al aula, porque había otros que no tenían, encierra una tremenda pedagogía, psicología, ¡cuánta política hay en este solo hecho!”
En 1980, cuando Guido se hallaba en Nicaragua como asesor del Destacamento Pedagógico Internacionalista Ernesto Che Guevara, recibió allí a Raúl en su condición de funcionario de la Unesco para atender la cruzada de alfabetización que se iniciaba en ese país.
“¡Mi gente anda por todas partes, caramba!, esa fue la expresión primera que tuvo cuando nos encontramos, propia de su criollismo, de su carácter campechano. Era sencillamente cautivador, un hombre modesto, capaz, que no repetía, ni copiaba, un creador que brillaba con luz propia.
“Tengo el orgullo de haber sido miembro de aquel contingente y de haber egresado de la escuela de Raúl Ferrer. Tomar sus banderas, seguir y multiplicar sus huellas es el modo más sencillo y útil de enaltecerlo”.