Hassan Pérez Casabona
Existen acontecimientos que, con el paso del tiempo, se agigantan aún más en el imaginario de los pueblos. Si estos hechos hunden su raíz en lo más puro de la emancipación social entonces, como el que festejamos ahora, se inscriben por derecho propio con letras doradas, para siempre, dentro del acervo de lucha de una región dispuesta a no ser nunca más traspatio de potencia alguna.
Hace exactamente una década las calles de una bella ciudad argentina fueron literalmente tomadas, por representantes de los más genuinos sectores sociales del continente, para hacer patente la voluntad inquebrantable de una América que comenzaba a erguirse, de no dejarse maniatar por la propuesta espuria de una alianza de libre comercio, portadora en sí misma de los gérmenes terribles con que el imperialismo históricamente diseñó cada engañifa de dominación hacia nuestras tierras. [1]
Mar del Plata fue el sitio escogido por los hijos de Bolívar, Martí, Alfaro y Sandino para expresar el clamor de la Patria Grande, que felizmente ya había –invocando al Che- comenzado a decir basta y echado a andar. No era necesario para ello ser invitado a los recintos oficiales, sino que bastaba lanzar la voluntad de lucha que brotaba desde las entrañas de cada favela y barrio periférico, para hacer realidad el aliento integracionista que animó a nuestros próceres y que, desafortunadamente, quedó inconcluso durante decenios.
Conscientes de que, como dijera el poeta, cada pregunta tiene su respuesta, los debates generados en el inolvidable convite popular que acogió el balneario gaucho, estuvieron encaminados no solo a sepultar la infausta proposición norteña del ALCA, sino también a afianzar la entonces Alternativa Bolivariana de Nuestra América (ALBA) –devenida más tarde en alianza estratégica- que había nacido poco antes, cuando el 14 de diciembre del 2004, en un abarrotado teatro Carlos Marx de la capital cubana, Fidel y Chávez, dos gigantes de las ideas y acción revolucionaria, alzaron sus brazos sonrientes para que nuestras realidades se transformaran, en beneficio de los preteridos por la élites serviles a los intereses del capital.
La historia, preñada de símbolos, dejaba constancia de que en igual fecha, pero de 1994, se fundieron por vez primera en sentido abrazo los mayores discípulos de Bolívar y Martí.
Cuba junto a sus hermanos latinoamericanos.
Entre el 1ero y el 5 de noviembre del 2005 más de 4500 delegados se dieron cita en Mar del Plata en la III Cumbre de los Pueblos, evento convocado en paralelo a la IV Cumbre de las Américas.
Las diversas organizaciones que prepararon la reunión alternativa al segmento oficial, dieron continuidad a lo ocurrido durante los eventos de Santiago de Chile, en 1998, y Québec, en el 2001.
Los intercambios a nivel de jefes de estado, por su parte, habían surgido en diciembre de 1994, en Miami, con la clara intención de marginar a la Revolución Cubana que resistía enhiesta, con posterioridad a la debacle del socialismo europeo y que, pese a acciones de esta y otra índole, continuaba representando estandarte de lucha e inspiración para las fuerzas progresistas del planeta.
Fue en aquellos días en que los cipayos afiebrados deliraban, que el joven nacido en Sabaneta, y que impresionó a todos el 4 de febrero de 1992 con su premonitorio “Por Ahora”, arribó cargado de ideas a la isla rebelde, para compartirlas con renovada esperanza con el pueblo cubano, en la Casa Simón Bolívar y en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Nunca olvidó, lo contaría una y mil veces, que al pie de la escalerilla del avión comercial que lo trajo hasta aquí, lo esperaba Fidel para darle la bienvenida.
Una nutrida delegación cubana, volviendo al encuentro del 2005, integrada por 300 representantes de los más variados sectores de nuestra sociedad -entre ellos prestigiosos intelectuales, trabajadores, músicos, campesinos, campeones olímpicos y mundiales, estudiantes secundaristas y universitarios y los familiares de los Cinco Héroes, injustamente encarcelados en prisiones norteamericanas, desde que fueran detenidos el 12 de septiembre de 1998- participó con singular entusiasmo en el encuentro efectuado en la ciudad turística sudamericana, separada a unos 400 kilómetros de Buenos Aires.
Fue un programa extraordinariamente intenso que contempló más de 150 actividades, entre las que sobresalió la Jornada Continental de Movilización: No a Bush. Otra América es posible; la Asamblea de los Pueblos de América, un concierto donde ofrecieron su música comprometida relevantes compositores e intérpretes, y una marcha contra las políticas del imperialismo yanqui, cuyo décimo aniversario festejamos, como apuntamos hace un instante, este 4 de noviembre.
Desde el arribo al sitio de hospedaje, el hotel RCT Club Vacacional, la comitiva antillana recibió el cariño del pueblo argentino, que se congregó para manifestarle el respaldo incondicional al proceso revolucionario acometido desde el 1ero de enero de 1959, y exhortarla a participar en los debates previstos, en el afán de aprender de cada experiencia de transformación social y comunitaria, puesta en marcha en cada una de nuestras naciones.
Hasta el anfiteatro Julio Cortázar de esa instalación, por ejemplo, llegó el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel para, en animado diálogo, señalar: “Necesitamos una América nueva, donde las únicas fronteras sean la amistad y solidaridad entre los pueblos”. “Lo más importante, consideró la relevante personalidad política, será avanzar en la estructuración de caminos propios para cambiar la situación imperante, pues nos merecemos vivir en libertad, con dignidad y respeto a nuestra soberanía”.
Las más de 600 organizaciones y movimientos aglutinados bajo la convocatoria de la Alianza Social Continental, prepararon también importantes espacios de discusión, como el Foro por el Derecho a la Comunicación y la Información de los Pueblos, desarrollado en varias facultades de la Universiada Nacional de Mar del Plata.
Un momento de especial connotación para la embajada de nuestro país fue apreciar el gran impacto de la transmisión por la televisión argentina, el miércoles 2 de noviembre, de los primeros quince minutos del amplío diálogo que sostuvieron, apenas unos días antes en La Habana, el Comandante en Jefe Fidel Castro y el astro futbolístico Diego Armando Maradona. El material fílmico formó parte del estelar programa que por aquellas semanas salía al aire, conducido por el Pibe de Oro, bajo el sugerente nombre de “La Noche del 10”.
Maradona, que durante la Copa de Brasil 2014 nos deleitó con su gustado “De Zurda”, donde compartió el set de Telesur con el destacado periodista Víctor Hugo Morales, había participado durante su estancia en nuestra capital aquella vez, en la Mesa Redonda del jueves 27 de octubre, igualmente junto al Comandante en Jefe, refiriéndose a diferentes aspectos de la realidad internacional.
El espacio radiotelevisivo, surgido el 16 de diciembre de 1999 en el fragor del reclamo por el regreso del pequeño Elián González, contó en el público en esa ocasión con numerosas glorias del deporte cubano, de la talla del querido tricampeón olímpico y mundial Teófilo Stevenson; la bicampeona universal en los 800 metros de Gotemburgo 1995 y Atenas 2007, Ana Fidelia Quirot; la judoca guantanamera monarca de Atlanta 1996 y otras tres veces medallista bajo los cinco aros, Driulis González, y el baloncestista Tomás Herrera, miembro de la generación dorada de ese deporte, que se agenció el bronce en Múnich 1972 y el cuarto escaño en el torneo del orbe de San Juan 1974.
La estrella del balompié universal, que llevó a su país a ganar su segunda Copa del Mundo sobre la grama del Estadio Azteca, en 1986 –luego de construir una verdadera leyenda con las dos dianas frente a Inglaterra, incluyendo la mítica “Mano de Dios”- fue precisamente uno de los grandes animadores de las faenas en Mar del Plata.
“Debemos andar unidos como la plata en la raíces de los Andes”.
Ese viernes 4 de noviembre se inundaron las calles de la afamada ciudad argentina. A lo largo de casi 30 cuadras por la Avenida Independencia, desde la intercepción con la calle Luro hasta el Estadio Mundialista, los delegados al evento, otros mil activistas sociales que llegaron desde Buenos Aires a bordo del “Tren del ALBA”, salido en la madrugada, y una parte significativa del pueblo de Mar del Plata, caminamos con espíritu indoblegable coreando consignas antiimperialistas como “¡Fuera Bush de América Latina1”, “¡No al ALCA y a los TLCs!”, “¡Basta de bloqueo a Cuba y ataques a Venezuela!”, “¡No pago de la deuda externa!”, “¡No a la militarización!” y “¡Yanquis go home!”.
Lo cierto es que más de 80 mil personas transitamos bajo una temperatura gélida, con la motivación de saber que se le asestaba un golpe demoledor a las pretensiones hegemónicas del imperio de recolonizarnos, en la misma medida que se colocaba un piedra sólida en el empeño de unirnos, para edificar un nuevo modelo de cooperación regional.
Una vez en el recinto atlético las emociones fueron en ascenso, escuchando primero las melodías de Silvio Rodríguez, Amaury Pérez, Vicente Feliú, el uruguayo Daniel Viglietti, el argentino Rally Barrionuevo y el chileno Francisco “Pancho” Villa, y después las vibrantes reflexiones de diversos oradores como Hebe de Bonafini, Presidenta del Las Madres de la Plaza de Mayo; el líder del Movimiento al Socialismo (MAS) Evo Morales, que unos meses después se convertiría en el primer presidente indígena de Bolivia y en el segundo de la región, luego del mexicano Benito Juárez, y del inolvidable Comandante Hugo Chávez.
Previo a entonar algunas de sus emblemáticas letras, Silvio había declarado: “Vine como terrícola que soy dispuesto a enfrentar a esos ladrones y asesinos que se quieren adueñar de nuestro planeta, a costa del hambre y la miseria, de la esclavitud de otros seres humanos, de la falta de oportunidades de tantos millones de personas, de la falta de escuelas, alimentación y salud pública”. [2]
Chávez expresó desde el comienzo de sus palabras, con pasión desbordante, que: “Al ALCA lo derrotamos los pueblos de este continente y hoy le tocó su entierro en Mar del Plata; pero esto no quiere decir que el capitalismo esté muerto; al próximo que vamos a enterrar es al capitalismo, y para eso habrá que luchar mucho más duro”.
Contando de la llamada que minutos antes de entrar al Estadio le hizo Fidel (que no perdía ninguna incidencia siguiendo la cobertura de la cadena multinacional Telesur, fundada el 24 de julio de ese año) reveló que se despidió de su amigo con la frase habitual “¡Hasta la victoria siempre. Patria o Muerte. Venceremos!”, y “Fidel, con voz emocionada, como un trueno que cruzó el Caribe, el Orinoco, el Amazonas, el río de La Plata y llegó hasta aquí, me dijo `Chávez, ¡Viva el Che!´”.
Ampliando sobre la necesidad de concertar esfuerzos para lograr los objetivos supremos, precisó que teníamos que seguir la fórmula del Libertador. “Constancia y más constancia; paciencia y más paciencia; trabajo y más trabajo; unidad y más unidad para hacer posible la victoria, para lograr la salvación de nuestros pueblos”.
Con su inigualable estilo oratorio, que incorporaba a los profundos razonamientos anécdotas, canciones y pasajes de cualquier punto de la geografía latinoamericana, afirmó “A cada cochino, enseña un refrán popular, le llega su sábado y a cada imperio le llega su sábado también, y no digo que estemos ya en sábado, pero podríamos estar en jueves o viernes”.
Convencido de la trascendencia del momento que se vivía, declaró “Hay que dejar al imperialismo como un tigre de papel, porque los pueblos nos levantamos como tigres de acero en defensa de la vida”.
Concluyó sus valoraciones, ante una multitud que lo aclamaba como genuino defensor de aquellos que fueron vilipendiados durante siglos, expresando “Termino con el alma y con la frase de Martí: llegó la hora de la segunda independencia de los pueblos de América. Me voy a la otra cumbre a llevar la voz de ustedes”.
“Los pueblos de América han estado históricamente, más que de cumbre en cumbre de abismo en abismo”.
En la reunión entre los presidentes el imperialismo no pudo, mediante su gobernante de turno George W. Bush, coronar sus pretensiones de subyugarnos con la cacareada propuesta del ALCA.
No en balde, casi un quinquenio antes, Fidel alertó en la Plaza de la Revolución habanera que, de lo que se trataba en realidad por parte de los poderosos era de “una alianza entre el tiburón y las sardinas”, enarbolando de igual manera la consigna movilizadora de “¡AlCA no; plebiscito sí!”, en alusión al derecho de los pueblos de conocer la verdad, para que no se le escamoteara esa posibilidad a través de negociaciones turbias.
Luego de la sesión de alto nivel, Chávez calificó el ALCA, en una conferencia de prensa, como proyecto anexionista y perverso. Alertó, sin embargo, que quienes adoraban dicha maquinación entreguista intentarían relanzarla. “Claro que tratarán de revivirla y la seguirán paseando, pero es cadáver, está muerta”.
Al preguntársele sobre la falta de consenso en las negociaciones sobre la Declaración Final, que peligró hasta el último momento por profundas diferencias, el dirigente bolivariano definió los debates como un torneo de esgrima. “Cuando concluyeron las discusiones felicité al presidente argentino Néstor Kirchner y le dije que los mosqueteros eran tres, pero aquí fuimos cinco rodilla en tierra practicando esgrima de la buena”, en referencia a la postura asumida por las cuatro naciones que integraban entonces el MERCOSUR, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, más Venezuela. “El gran derrotado en el foro, remarcó Chávez, fue Bush quien se marchó antes de tiempo con el rostro golpeado”. [3]
La batalla por la unidad significa también hechos y realizaciones concretas.
Diez años más tarde de aquellos acontecimientos la región exhibe indicadores, en todo el ámbito social, que demuestran de forma irrefutable la valía del combate librado.
Desde la creación de Petrocaribe, pasando por la Misión Milagro que le ha devuelto la vista a millones de personas, hasta la inauguración en el día de hoy por parte del presidente Nicolás Maduro, apenas para citar un ejemplo, de la Estación de Bello Monte de la Línea 5 del Metro de Caracas, nuestros pueblos no han cejado en el empeño de “conquistar toda la justicia”.
Es cierto que en el presente la derecha retrógrada, que encarna las pretensiones del capital monopolista transnacional, se ha envalentonado a partir, fundamentalmente, de la baja del precio de determinados recursos naturales, con el petróleo a la cabeza, y la consiguiente afectación a determinados programas emprendidos en los últimos quince años, pero en modo alguno ello significa que el área se repliegue en su lucha definitoria.
Hoy posee más vigencia el ideario que nos agrupó en la urbe argentina y resulta todavía más importante asumir el legado que emergió de la épica victoria de Mar del Plata, como garante de la preservación de la independencia y soberanía latinoamericana y caribeña.
Justo cuando el pasado 6 de septiembre celebramos el bicentenario de la Carta de Jamaica, documento escrito por Bolívar que confirma nuestra irreductible vocación unitaria, están latentes en el devenir cotidiano el ejemplo de hombres imperecederos como Chávez y Kirchner.
Su espíritu de no claudicar jamás, por complejos que se presenten los desafíos, se hará sentir en el encuentro hemisférico que sobre el hecho ocurrido diez años atrás acogerá nuestro país, entre el 20 y el 22 de noviembre próximo.
Notas.
[1] Uno de nuestros más destacados politólogos, el doctor Jorge Hernández Martínez, director del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHESEU) de la Universidad de La Habana, escribió tres años antes de la reunión de Mar del Plata sobre el diabólico engendro: “…no puede obviarse la referencia a su conexión dentro del derrotero global de la dominación y el hegemonismo estadounidense con respecto a Américas Latina y el Caribe. En tal sentido, expresa la continuidad del patrón de asimetría y dependencia articulado desde las tempranas prácticas que marcan los hitos de las relacione históricas entre las dos Américas: la doctrina Monroe, el Destino Manifiesto, el Panamericanismo, la Buena Vecindad, la Alianza para el Progreso”, añadiendo “…como proyecto hegemónico afincado en una fuerte racionalidad económica, el ALCA condensa un mosaico de propósitos y propuestas cuyos antecedentes más inmediatos se ubican desde la explosividad de la crisis de la deuda, en los años 80, el Acuerdo de Libre Comercio entre Estados Unidos y Canadá, de 1998; el Plan Brady, de 1989 y la Iniciativa de las Américas, de 1990, acciones ambas lanzadas por el presidente Bush padre, pasando por el Tratado de Libre Comercio (TLC), y la Cumbre de las Américas en Miami, plasmados ambos en 1994, y llegando hasta la Cumbre de Québec, en abril del 2001”. Ver: “Hegemonía y política latinoamericana de Estados Unidos en la era del ALCA”, en: Cuba Socialista, 3era época, número 26, 2002, pp. 35-36.
[2] Sobre todo lo ocurrido en la Cumbre de los Pueblos de Mar del Plata pueden consultarse los trabajos elaborados por las periodistas María Julia Mayoral y Juana Carrasco Martín, enviadas especiales, respectivamente, de los diarios Granma y Juventud Rebelde.
[3] Sería útil repasar el artículo que Frei Betto escribió pocos días antes de la Cumbre para IPS, y que Juventud Rebelde reprodujo el 2 de noviembre del 2005, titulado “Welcome Mr. Bush”, a propósito de la visita del mandatario estadounidense al gigante sudamericano. Como era de esperar el promotor de las agresiones a Afganistán e Irak recibió el rechazo por donde quiera que pasó, no solo en predios cariocas sino en el resto de los países que recorrió.