En los más de tres millones 785 000 hogares cubanos están ellos. Es casi imposible que una familia no los cuente entre sus hijos o amigos. No llevan una credencial que los identifique, se confunden dentro del pueblo, lo mismo en la bodega, en el estadio de pelota o en la mesa de un bullicioso dominó. Sus hijos comparten la clase con los nuestros sin ningún otro privilegio que el de haber nacido en una tierra que les da el derecho a la enseñanza, a la salud, a su desarrollo intelectual, en igualdad de oportunidades.
Sin embargo, ellos, los combatientes internacionalistas no solo son héroes, sino los más fieles herederos de esa máxima martiana de que Patria es humanidad. Hace 40 años, justo un 5 de noviembre como hoy, Cuba le paría al mundo una de las más brillantes páginas de heroísmo y al propio tiempo de humanismo. Comenzaba, en nombre de la independencia del pueblo de Angola y por la de ella la de todos los de África, la Operación Carlota.
El nombre se tomó de una negra lucumí de la dotación del ingenio matancero Triunvirato, que en 1843 encabezó uno de los muchos alzamientos contra el terrible estigma de la esclavitud y ofrendó la vida en el empeño. En ella se fundió la epopeya de un pueblo en defensa de las causas más nobles del planeta.
Pero no fue aquella la primera vez que el decoro de los cubanos se levantaba en solidaridad con otras naciones. En fecha tan temprana para la Revolución, como 1961, cuando Argelia peleaba por su independencia un barco de la Mayor de las Antillas llevó armas a aquellos combatientes y retornó con niños huérfanos y heridos de guerra. En 1963, en el mismo país, los argelinos vieron amenazada su conquista y por primera vez tropas cubanas atravesaron el océano para asistirlos. Y fue allí también donde por primera vez acudieron los médicos cubanos a salvar vidas, lo cual ocurre hoy en más de 60 naciones del mundo, para convertirla en la más extraordinaria hoja de servicios a favor de la salud del Tercer Mundo.
En Angola, en octubre de 1975, el ejército de Zaire y fuerzas mercenarias por el norte estaban próximas a su capital, mientras que por el sur columnas blindadas sudafricanas penetraban rápidamente con el mismo objetivo de tomar Luanda. Solo semanas antes, el presidente del MPLA, Agostinho Neto, había solicitado la presencia de instructores militares de Cuba, que inicialmente fue de un pequeño número y que posteriormente, no rebasó los 480 y solo poseían armamento ligero.
A inicios de noviembre de ese mismo año, en Benguela, un grupo de esos preparadores se vio frente a frente con el enemigo y junto a sus alumnos se vieron envueltos en desigual combate. Decenas de jóvenes angolanos y ocho instructores cubanos perdieron la vida.
El Comandante en Jefe, el 2 de diciembre del 2005, al
celebrarse el aniversario 49 del Desembarco del Granma y el 30 de la gesta internacionalista en tierras angolanas, expresó:
“Por primera vez, en ese apartado punto de la geografía africana, la sangre de cubanos y angolanos se unió para abonar la libertad de aquella sufrida tierra.
“Fue en ese momento cuando Cuba, en coordinación con el presidente Neto, decidió el envío de tropas especiales del Ministerio del Interior y unidades regulares de las FAR en completa disposición combativa, trasladadas por aire y mar para enfrentar la agresión del apartheid.
“Sin vacilar aceptamos el reto. Nuestros instructores no serían abandonados a su suerte, ni tampoco los abnegados combatientes angolanos, y mucho menos la independencia de su patria, tras más de 20 años de heroica lucha. A diez mil kilómetros de distancia, tropas cubanas herederas del glorioso
Ejército Rebelde entraban en combate con los ejércitos de Sudáfrica, la mayor y más rica potencia en ese continente, y contra Zaire, el más rico y bien armado títere de Europa y Estados Unidos.
“Se iniciaba lo que dio en llamarse Operación Carlota, nombre en clave de la más justa, prolongada, masiva y exitosa campaña militar internacionalista de nuestro país”.
Treinta y seis mil soldados cubanos detuvieron la agresión e iniciaron una ofensiva que hizo retroceder por el sur 1 000 kilómetros a los racistas sudafricanos hasta ponerlos del otro lado de la frontera con Angola y Namibia. La columna sudafricana fue detenida los días 13 y 14 de noviembre en las márgenes del río Queve, y fueron justamente los instructores y sus pupilos de Benguela, los protagonistas de aquella batalla junto a unidades de las
FAPLA y el batallón de tropas especiales. En el norte, los mercenarios eran lanzados hacia Zaire.
En 1976, en abril, comenzó la retirada de las tropas cubanas acordada con el presidente Neto, aunque unidades de combate quedaron en el terreno.
Pero el plan de retirada iba a encontrar la confabulación de los gobiernos de Pretoria y Estados Unidos, que en los años ochenta, no cesaron e hicieron públicas sus pretensiones con las políticas del entonces presidente estadounidense Ronald Reagan del “compromiso constructivo” y el “linkage” (dejar hacer, dejar pasar, a cambio del apoyo sudafricano a los intereses estratégicos estadounidenses), lo cual impulsó al régimen sudafricano contra Namibia y a lanzar repetidas invasiones a Angola.
La respuesta cubana fue multiplicar a Carlota y el internacionalismo del pueblo de Martí, expresado en sus valerosos combatientes llegó a otros 15 años más, hasta que a finales de 1987 se produjo la última gran invasión sudafricana a suelo angolano. El enemigo, sumamente envalentonado, avanzaba en profundidad hacia Cuito Cuanavale, antigua base aérea de la OTAN, y se preparaba para asestar un golpe mortal contra Angola.
Allí cubanos y angolanos dieron un ejemplo inigualable de valentía que se tradujo en un triunfo histórico. Las contundentes victorias en Cuito Cuanavale, y sobre todo el avance fulminante de la potente agrupación de tropas cubanas en el su-
roeste de Angola, pusieron punto final a la agresión militar extranjera. Allí lucharon entonces 55 000 soldados cubanos, que derrocharon coraje y una
altísima ética y profesionalidad militar en medio de las hostilidades.
Fidel, al referirse a aquella proeza, expresó: “Pocas veces en la historia, una guerra, la acción humana más terrible, desgarradora y difícil, ha estado acompañada de tal grado de humanismo y modestia por parte de los vencedores, pese a la falta casi absoluta de esos valores en las filas de los finalmente derrotados. La solidez de principios y la pureza de los propósitos explican la transparencia más absoluta en cada acción realizada por nuestros combatientes internacionalistas”.
Y agregaba que “la hazaña de Angola y la lucha por la independencia de Namibia y contra el apartheid fascista fortaleció mucho a nuestro pueblo. Los incontables actos de heroísmo, abnegación y humanismo protagonizados por más de 300 000 combatientes internacionalistas, y cerca de 50 000 colaboradores civiles cubanos que de forma absolutamente voluntaria cumplieron misión en Angola, son un tesoro de extraordinario valor”.
Cuba vive orgullosa de su historia, de sus principios y de aquellos hijos, como también del estoicismo de sus familiares y amigos, encumbrados en el sacrificio de sus seres queridos. En suelo angolano cayeron 2 016 compatriotas, en Etiopía 160 y en otros países hermanos 113. Ellos viven en la frase del insigne líder del anticolonialismo Amílcar Cabral: “Los combatientes cubanos están dispuestos a sacrificar sus vidas por la liberación de nuestros países, y a cambio de esa ayuda a nuestra libertad y al progreso de nuestra población lo único que se llevarán de nosotros son los combatientes que cayeron luchando por la libertad”.
Tomado de Granma