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El «Doble Tigre» Cabrera cautiva a Latinoamérica

El venezolano Miguel Cabrera, cuatro veces campeón de bateo en las Grandes Ligas.
El venezolano Miguel Cabrera, cuatro veces campeón de bateo en las Grandes Ligas.

Hassan Pérez Casabona

Ahora en que esperamos ansiosos que nuestro equipo dirigido por Víctor Mesa brille en el Premier 12 que arrancará en unas horas y, justo cuando se dirime la denominada Serie Mundial, queremos detenernos en un hecho de especial relevancia ocurrido precisamente en las Grandes Ligas norteamericana.

Encabezar a los bateadores dentro de cualquier circuito es una tarea extraordinariamente compleja en la que, para consumar el hecho de levantarse como mandamás en cuanto a promedio ofensivo, deben combinarse múltiples factores. Ganar el trofeo de champion bate en cuatro ocasiones durante los últimos cinco años es, sin embargo, una proeza digna de los mayores elogios.

La heroicidad fue protagonizada, para fortuna de los amantes del deporte de las bolas y strikes en América Latina y el Caribe, por un pelotero venezolano que desde hace varios años es considerado por la mayoría de los expertos como el bateador más imponente a nivel mundial.

Miguel Cabrera, el intérprete de esta historia, es por derecho propio uno de los grandes referentes para la juventud de la región, donde la pelota constituye verdadera pasión en la mayoría de sus naciones.

En modo alguno esta es la primera ocasión en que el marcado con el dorsal 24 acapara la atención de la prensa deportiva, pues con su brillante palmarés ha vuelto cotidianas las actuaciones descollantes. Dos años atrás, por ejemplo, copó titulares al conseguir su inatrapable número 2000, dentro de los circuitos mayores.

Unos meses antes el quehacer de ese mismo jugador encontró eco en los cuatro puntos cardinales, a partir de su formidable desempeño dentro de los diamantes beisboleros. Pese a lo extraordinario que representó entonces alcanzar por segunda vez consecutiva el reconocimiento de Jugador Más Valioso -(MVP) por sus siglas en inglés- dentro de la Liga Americana, en el 2013, la noticia no asombró a nadie, teniendo en cuenta las demostraciones de renombre que el morocho viene regalando en los últimos años.

José Miguel Cabrera, nombre repetido de uno a otro confín beisbolero, nació en la ciudad de Maracay, el 18 de abril de 1983. Las dotes demostradas en la práctica de esta disciplina, desde las primeras edades, hacían presagiar que se trataba de un portento con dimensiones de largo alcance.

La combinación de formidables habilidades, y un somatotipo envidiable para esta modalidad deportiva, hicieron que rápidamente fuera objeto de la mayor atención por los especialistas en la materia.

En la temporada del 2003 luego de incursionar, entre otras, en la Liga de la Costa del Golfo y la del Medio Oeste, debutó con los Marlins en la denominada Gran Carpa. En apenas 87 desafíos, como anticipo de lo que sobrevendría después, despachó 12 cuadrangulares con 62 remolques.

A partir de la campaña siguiente comenzó a tejer una historia brillante con el madero, y también con el guante en la custodia de la esquina caliente y la inicial, que lo ha llevado a impulsar más de 100 carreras en cada edición del cronograma regular (excepto en este 2015 en que alcanzó 76 remolques), así como compilar más de 300 de average y 30 bambinazos o más, en 9 de las 12 temporadas jugadas, a partir de su segunda incursión en lares de Norteamérica.

José Miguel Cabrera nació en la ciudad de Maracay, el 18 de abril de 1983

El 5 de diciembre del 2007 abandonó la Liga Nacional con el objetivo de defender, desde la primavera siguiente, los colores de los Tigres de Detroit. Con el traspaso comenzó a popularizarse el sobrenombre de “Doble Tigre”, considerando que en la Liga Invernal de su país, que este año celebra su 70 aniversario de fundada, representa a dichos felinos de Aragua.

Desde su aparición primigenia con los de la “Ciudad Motor”, presentó credenciales de excelencia con 37 cuadrangulares, en la cima de este casillero, y 127 remolques, tercero en los predios de la Liga Americana. Dos años después, producto de sus 126 CI, no tuvo rivales en traer anotaciones hacia el home, proeza que reeditó en el 2012, con 139 remolques. En ese apartado finalizó segundo entre todos los jugadores del joven circuito en el 2013 y 2014, con 137 y 109 propulsados respectivamente. En la Nacional, en el 2007, ancló tercero en tan importante aspecto con 119 impulsadas.

En el acápite de los vuelacercas, además del premio del 2008, ganó el pergamino en el 2012, con 44 bambinazos; quedó segundo un año después, también con 44, mientras que en el 2010 resultó tercero con 38.

Nadie conectó más tubeyes que el venezolano en el 2011 (48) y en el 2015, con 52; al tiempo que en los inatrapables fue segundo en el 2005 (182), en el 2012 (205) y en el 2013, con 193. En pasaportes recibidos resultó segundo en el 2011 (108) y tercero en el 2013, con 90. En la importantísima función de pisar la registradora –este juego en definitiva lo gana quien anote más carreras- fue segundo en el 2010, 2012 y 2013, con 111, 109 y 103 anotadas respectivamente, finalizando tercero en el 2014 con 101.

Confirmando su recia condición desde el rectángulo de bateo encabezó su liga en slugging en el 2012 y 2013, con 606 y 636 en cada caso, luego de ser segundo en dicho renglón en el 2010 (622) y 2011 (586).

En cuanto al por ciento de embasado –departamento que identifica a los jugadores con más habilidad para hacer contacto con la bola y tomar boletos de libre tránsito- ha sido igualmente una luminaria, dejando sentado de paso su versatilidad con la macana, lo mimo para decidir un partido enviando la esférica más allá de las bardas, que entrando en circulación para que alguno de sus coequiperos lo propulse hacia el homeplate.

En ese sentido nadie lo superó en OBP en el 2010 (420), 2011 (448), 2013 (442) y en la presenta campaña con 440. Fue tercero además en el 2006 en la Nacional, con 430 y cuarto en el 2012 con 393.

La combinación de dichos guarismos (SLG y OBP) hace que Cabrera sea uno de los grandes referentes en OPS, en el que no halló émulos en el 2012 (999) y 2013, con 1078, culminando el calendario regular en segundo puesto en el 2010 (1042), 2011 (1033) y este 2015, con 974.

Aunque este año las lesiones solo le permitieron actuar en 119 desafíos, Cabrera ha intervenido en 157 o más partidos, de los 162 programados, en 9 de las últimas 12 campañas; incluso en cinco ocasiones lo ha hecho en 160 encuentros o más. Ello ocurrió en el 2004, 2008 y 2009, todas ellas con 160 choques y en el 2011(primero en su liga) y 2012, con 161.

Volviendo al tema central de este artículo –la capacidad del venezolano en erigirse como champion bate-, diremos que en el 2011 alcanzó su primera diadema, con 344, distinción que repitió en el 2012, con 330, el 2013 con 348 y este 2015 con 338. Como si todo ello no fuera suficiente, en el 2006 y el 2010, terminó segundo con 339 y 328 respectivamente, quedando tercero en el 2005, con 323 y cuarto en el 2009, con 324. En el 2014, finalizó en el séptimo puesto, con 313.

Miguel Cabrera tiene 10 distinciones para el Juegos de las Estrellas de la MLB

En el 2012 el fornido jugador de 6 pies y 4 pulgadas (con 240 libras de peso corporal) logró la proeza de convertirse en el primer jugador latino en ceñirse la triple corona con 44 cuadrangulares, 139 impulsadas y 330 de promedio. Tal heroicidad no se alcanzaba desde que Carl Yastrzemski lo hiciera en 1967, jugando para los Boston Red Sox.

Conquistar el liderato en esos tres departamentos es algo tan difícil que, en toda la historia de las Grandes Ligas, es decir desde la creación de la Liga Nacional en 1876, solamente 14 peloteros han sido acreedores de tal distinción y únicamente dos, Roger Hornsby y Ted Williams lograron hacerlo en dos ocasiones.

El “Rajá” Hornsby no tuvo competidores en 1922 y 1925, vistiendo en ambos casos el uniforme de los Cardenales de San Luis. En la primera de estas dos campañas el jugador de 5 pies, 11 pulgadas y 175 libras -que alternó a lo largo de su carrera en segunda base, el campo corto y la esquina caliente- conectó 250 hits, 46 de ellos dobles, 14 triples y 42 cuadrangulares, anotando 141 carreras e impulsando 152. Su average fue de 401. Aunque no se medía en esa época varias de las estadísticas comunes hoy, su OBP fue 459, el SLG de 722 y el OPS de 1181.

En 1925 sus números fueron igualmente formidables con 203 inatrapables, incluidos 41 tubeyes, 10 triples y 39 jonrones, 133 anotadas y 143 remolques, compilando average de 403, con OBP de 489, SLG de 756 y OPS de 1245.

De por vida, durante 23 temporadas donde defendió además las franelas de los Cachorros, los Gigantes, los Bravos y los Browns, sus dígitos no dejan de impresionar con 2930 incogibles, de ellos 541 biangulares, 169 triples, 301 cuadrangulares, 1579 anotadas y 1584 empujadas, con 135 bases robadas. Su promedio ofensivo fue de 358, con OBP de 434, SLG de 577 y OPS de 1010.

Hornsby nació el 27 de abril de 1896 en Winters, Texas y murió el 5 de enero de 1963 en Chicago. Su primer partido en los circuitos mayores se produjo el 10 de septiembre de 1915, mientras que colgó los spikes el 20 de julio de 1937. Fue electo al Salón de la Fama en 1942, recibiendo la aprobación de 182 de los 233 miembros de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA).

En el caso de Ted Williams, una de las grandes leyendas de todos los tiempos de este deporte, ganó la triple corona en 1942 y 1947. Siempre representando a los Medias Rojas de Boston, el mítico left field marcado con el número 9 que bateaba a la izquierda y tiraba a la derecha, atesoró en 1942 guarismos prominentes. Esa vez se agenció 186 hits, de ellos 34 dobles, 5 triples y 36 bambinazos, anotó en 141 ocasiones e impulsó hacia la goma 137 carreras. Recibió 145 boletos, con solo 51 ponches. Su average fue de 356, con 499 de OBP, 648 de SLG y 1147 de OPS.

En 1947, luego de estar ausente entre 1943 y 1945, producto de su alistamiento durante la Segunda Guerra Mundial –igualmente se enrolaría en el servicio militar a comienzos de la década del 50 durante la contienda de Corea- ratificó su condición de extraclase con cifras muy similares a las alcanzadas un año antes. Consiguió 181 incogibles, incluidos 40 dobles, 9 triples y 32 estacazos de vuelta completa. Anotó 125 veces y remolcó 114 carreras. Promedió 343, con 499 de OBP, 634 de SLG y 1133 de OPS.

En un camino prolífico que se extendió por 19 temporadas (debutó el 20 de abril de 1939 y jugó su partido final en la MLB el 28 de septiembre de 1960) Theodore Samuel Williams, su nombre de pila, acumuló 2654 hits, con 525 dobles, 71 triples y 521 cuadrangulares. Pisó el plato en 1798 ocasiones y trajo para la registradora 1839 carreras. Recibió 2021 pasaportes y solo se tomó 709 ponches, o lo que es igual, por cada vez que se quedó con la carabina al hombro ganó 2, 85 boletos, algo sencillamente fabuloso sobre todo en una bateador con más de medio millar de jonrones. Su average histórico fue de 344, con 482 de OBP, 634 de SLG y 1116 de OPS.

Williams, que no pudo ganar nunca una Serie Mundial, nació el 30 de agosto de 1918 en San Diego, California, y falleció el 5 de julio del 2002 en Inverness, Florida. Fue escogido al Salón de la Fama en 1966, con 282 de los 302 votos disponibles. [1]

En el caso de los torneos antillanos, Omar el “Niño” Linares ganó la triple corona en la Selectiva de 1992, con sus 398 de average, 23 cuadrangulares y 58 impulsadas. Más cercano en el tiempo –en época del bate de madera- el espirituano Frederich Cepeda (marcado también como Cabrera con el número 24) alcanzó el codiciado pergamino con sus 20 impulsadas, 7 jonrones y promedio de 435, durante la Súper Liga del 2003.

En Series Nacionales, propiamente, existe una polémica entre varios especialistas con el desempeño de Orestes Kindelán en la XXVIII edición, en 1989, cuando castigó a todos los lanzadores, al punto de despachar 24 películas de largometraje, remolcar 58 carreras y promediar 402.

La discusión, sin embargo, se origina a partir de que en aquella etapa la Serie estaba dividida en dos zonas y, si bien el “Tambor Mayor” no tuvo rivales en el oriente del país ganando la máxima distinción en estos departamentos, en predios occidentales el receptor industrialista Juan Bravo compiló 414 de average y el inicialista del equipo Habana Juan Carlos Millán impulsó 59 anotaciones. En mi opinión debe validarse la hazaña del principal jonronero de nuestra historia, como mismo lo hacen el resto de los circuitos foráneos cuyos certámenes cuentan con más de una zona o liga. [2]

En cuanto a los que en más ocasiones culminaron como líderes de los bateadores tenemos a Wilfredo Sánchez, prototipo ideal de hombre proa dentro de una alineación. El “Gamo de Jovellanos” se alzó a lo más alto en la Serie VIII, en 1969, con 354. Un año después –cuando Henequeneros obtuvo su primer título de la mano de Miguel Ángel Domínguez- repitió la dosis, con 351. En la XV, en 1976 y vestido con el uniforme de Citricultores, el que defendería en lo adelante, Wilfredo se llevó el premio con 365, al igual que en 1979, con 377 y en la Serie XXIII, en 1984, con 385.

Omar Linares, por su parte, ganó el casillero en 1985 y 1986, con 409 y 426 respectivamente. Cuatro años más tarde, en 1990, superó a todos con promedio de 442. En el este del país ese año, por la mencionada separación, Luis Enrique Gourriel tuvo average de 385. En la Serie XXXI, en 1992, volvió a imponerse el fenomenal vueltabajero con 386 (el holguinero José Lamarque comandó en la zona oriental con 339), ratificando esa condición en 1993, con 446.

El ganador de más títulos en nuestros predios ha sido, sin embargo, un fornido pelotero tunero que echó de paso por la borda el estereotipo concebido en el pasado de que quienes sobresalieran en este acápite eran únicamente jugadores menudos, capaces de hacer filigranas con el bate y “volar” sobre las bases.

Lo cierto es que Osmani Urrutia Ramírez, el “Príncipe de Macagua 8” destrozó cualquier pronóstico conquistando seis títulos, cinco de ellos de forma consecutiva. Entre la Serie XL, en el 2001 y la XLIV, en el 2005, nadie osó siquiera disputarle su reinado.

Los promedios conseguidos hablan por sí solos de su destreza madero en mano. Arrancó con 431 (que lo catapultó al conjunto que se coronó en el Mundial de Taipei de China de ese año), siguiendo en el 2002, con 408; antesala de un 421, en el 2003; 469, en el 2004, y 385 en el 2005. En el 2007, otra vez en la cima de la colina, el también conocido como “Señor 400” dejó a todos a la zaga con sus 371.

Volviendo al venezolano Cabrera, evidentemente que tal performance le valió la distinción de MVP de su Liga. La campaña del 2013, como hemos apuntado, representó también para él otra demostración de ensueño producto de sus 44 estacazos, 137 impulsadas y 348 de promedio en 148 choques.

Con una hoja de servicios tan sobresaliente los premios recibidos han sido numerosos, para un jugador que en su debut en el 2003 contribuyó a que su equipo triunfara en la Serie Mundial, ante la legendaria nómina de los Yanquis de Nueva York. Valga decir que, en la Nacional, se incluyó en el Juego de Estrellas de manera consecutiva entre el 2004 y el 2007, algo que también ha hecho de forma ininterrumpida en la Americana, entre el 2010 y el 2015, por lo que atesora hasta ahora entre ambas ligas 10 incursiones como All-Star.

El Bate de Plata lo ganó, en el viejo circuito, en el 2005 y 2006, mientras que con los Tigres de Detroit lo consiguió en el 2010, 2012 y 2013, los dos últimos años obteniendo además el Premio Hank Aaron, que rinde homenaje al hombre que en 1974 desplazó a Babe Ruth como el mayor jonronero de la Gran Carpa y que en la actualidad solo es superado en estacazos a la calle por el controvertido Barry Bonds.

En cinco oportunidades ha sido electo Jugador del Mes, con los Tigres, y en nueve como Jugador de la Semana con la misma plantilla, reconocimiento que se agenció cuatro veces con los Marlins. Hace solo unas horas Cabrera fue galardonado, por quinta oportunidad, con el Premio Luis Aparicio, que distingue al jugador venezolano con actuación más destacada.

El cuadrangular más espectacular asociado al venezolano (presente en las diversas escuadras de su país a los Clásicos Mundiales, incluyendo la que nuestro equipó derrotó en el 2006, en la cual militaron otras grandes estrellas como Omar Vizquel, Magglio Ordóñez, Víctor Martínez, Johan Santana, Freddy García y Carlos Zambrano) probablemente no salió de sus muñecas sino de las del inolvidable Comandante Hugo Rafael Chávez Frías, que utilizó simbólicamente un bate obsequiado por Cabrera en su campaña contra la oposición pro imperialista, que aspiró a usurparle al pueblo sus conquistas mediante el referendo revocatorio celebrado el 15 de agosto del 2004.

“Con este bate que me regaló Miguelito –expresó muchas veces en aquellos días el líder revolucionario con su inconfundible voz, conocedor profundo de los entresijos beisboleros- vamos a conectar un jonrón que demostrará la fuerza invencible de nuestras ideas”.

En efecto, los resultados obtenidos esa jornada, al igual que en tantas otras faenas electorales, confirmaron la pujanza del proyecto emancipatorio chavista, que bajo la dirección actual del presidente Nicolás Maduro continúa despertando la solidaridad universal.

Notas.

[1] Sobre estos jugadores se han escrito múltiples trabajos. Selecciono en esta oportunidad fragmentos elaborados por el destacado investigador Rogelio A. Letusé La O, autor de varios textos sobre béisbol. Sobre Hornsby, afirma el periodista santiaguero “Ha sido, incuestionablemente el bateador derecho más destacado de todos los tiempos que ha pasado por la Gran Carpa”, añadiendo “Cupo a Hornsby el honor de conducir como director jugador a los Cardenales de San Luis a la conquista de la Serie Mundial de 1926 contra los Yanquis en siete peleados desafíos. (…) En una oportunidad, y fungiendo como asistente de los Mets en 1962, le preguntaron cuánto pensaba él que pudiese batear ante la hornada de lanzadores de esa nueva época; a lo que respondió: `Creo que alrededor de 280 0 290´. Cuando los inquisidores se cuestionaron el por qué de ese bajo promedio, espetó: `Bien, tengo sesenta y seis años, ¿qué esperan ustedes?´”. Sobre Ted Williams apunta: “Ted, de cuya visión los oftalmólogos certificaron había una cada 100 000 casos, reportó a los Medias Rojas una vez concluida la guerra de Corea, y al acercarse a la caja de bateo por vez primera, comunicó a Joe Cronin que el plato estaba corrido. `¡Eso es imposible!´, respondió el director, quien de todos modos, para complacer a su estrella, ordenó inspeccionar la alineación del homeplate. Efectivamente, estaba fuera de lugar por una fracción de pulgada. (…) Una de las mejores descripciones del artista del bateo la brindó el receptor Paul Richards: `Era inútil tirarle la pelota al cuerpo. Primero, no le pegarías; segundo, no lo molestarías. Lo mejor era dejarlo hacer lo que haría en definitiva, y entonces concentrarte en sacar out al próximo bateador´. Ese fue Ted Williams el más grande toletero de su tiempo”. Ver en: Aquí se habla de grandes, Editorial José Martí, La Habana, 2001, pp. 60-63 y 159-162.

[2] El miércoles 11 de marzo del 2015, Oscar Sánchez Serra publicó en Granma un interesante artículo sobre este tema bajo el nombre de “¿Y la triple corona de Kindelán qué?”

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