No por repetida la acción deja de estremecer el alma. La sensibilidad se pone a flor de piel con solo llegar a la sala donde están ingresados los niños. Y cuando se les ve sonreír o decir en voz baja: “Gracias”, resulta imposible retener las lágrimas que salen y corren por las mejillas aunque se trate de impedirlas.
En las manos de trabajadores simples les llegan juguetes, útiles escolares, golosinas… Y los infantes que padecen enfermedades oncológicas o hematológicas miran con cierto asombro, quizás preguntándose: “Estos quiénes son y por qué nos regalan”.
Entonces alguien les explica que pertenecen al sector del turismo (fueron los que más recientemente acudieron a la sala de onco-hematología del hospital pediátrico provincial Paquito González Cueto, de Cienfuegos), que de las estimulaciones y divisas que reciben por su labor compraron esos regalitos para ellos.
Y uno piensa entonces que el amor sí alcanza, porque a esas personas el salario también les resulta inalcanzable, pero sienten el deber solidario de estimular a los niños enfermos y eso enaltece el espíritu, aunque se resienta la mesa familiar o no pueda comprarse algo necesario. Mucho más motiva la sonrisa de los pequeños y el agradecimiento de quienes les acompañan.
Y se piensa también en la atención gratuita que se les garantiza, a pesar de los altos costos de los medicamentos, y en Noemí Bernardez Navarro, la niña cienfueguera cuyo nombre se escuchó en la sala de la Asamblea General de la ONU, cuando poco antes de la votación, el embajador de Bolivia ante ese organismo, Sacha Llorenti, mencionó su caso para mostrar el tremendo daño humano que provoca el bloqueo estadounidense contra Cuba.
Ella, como otros niños, necesitan la Temozolomida (se utiliza para tratar ciertos tipos de tumores cerebrales), pero resulta imposible adquirir ese medicamento de manera directa y hay que hacerlo a través de terceros países, con los inconvenientes que ese proceder significa.
Mientras a unos con pocos recursos financieros el amor sí les alcanza, a otros muy poderosos, se les pierde ese sentimiento en el entramado de una política absurda y obsoleta.
Acerca del autor
Graduado de Profesor de Educación General en el Instituto Superior Pedagógico Félix Varela, de Villa Clara, Cuba (1979). Ha laborado en la Revista Juventud Técnica, semanario En Guardia, órgano del Ejército Central, periódicos Escambray, CINCO de Septiembre y Granma. Desde el año 2007 es corresponsal de Trabajadores en la provincia de Cienfuegos. Está especializado en temas económicos y agropecuarios. En 1999 acompañó en funciones periodísticas a la segunda Brigada Médica Cubana que llegó a Honduras después del paso del huracán Mitch. Publicó el libro Verdades sin puerto (Editorial cubana MECENAS). Ha estado en otras tres ocasiones en esa nación centroamericana, en funciones periodísticas, impartiendo conferencias a estudiantes universitarios, asesorando medios de comunicación e impartiendo cursos-talleres sobre actualización periodística a periodistas y comunicadores. Multipremiado en premios y concursos internacionales, nacionales y provinciales de Periodismo. Fue merecedor del Premio Provincial Periodístico Manuel Hurtado del Valle (Cienfuegos) por la Obra de la Vida – 2012. Le fue conferido el Sello de Laureado, otorgado por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura (SNTC). Mantiene evaluación profesional de Excepcional.