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Inversión extranjera: cambio de enfoque

 

Por Heriberto Rosabal

En la actualización del modelo económico cubano se ha incorporado de manera distinta un componente significativo: la inversión extranjera (IE). Digo distinta porque hasta hace poco era vista como complemento en la estrategia de desarrollo económico del país —así se la enfoca incluso en los Lineamientos—, mientras ahora es considerada un elemento importante para lograr ese desarrollo.

El cambio de concepción trae consigo el replanteo de la actividad, iniciada en Cuba en 1982, cuando se aprobó el decreto ley que en 1988 permitió la primera inversión extranjera en el turismo. A esta se sumarían luego otras, en ese y en otros sectores, hasta que en 1995 —en pleno período especial— la IE fue objeto de una nueva ley, la 77.

Los resultados de la IE se hicieron visibles en actividades donde tuvo participación más importante, como el turismo, la producción de níquel, la extracción de petróleo y gas, y las comunicaciones.

Siguiendo el mandato del VI Congreso del Partido, y del pueblo que discutió y participó en la modificación de los Lineamientos, en estos se incluyó destacadamente la inversión extranjera: del 96 al 107, en el capítulo III, de Política Económica Externa, y en otros 40.

En el 2013, el Gobierno aprobó la política para la IE, basada en el análisis de la práctica anterior, sus aciertos y errores, y a principios del 2014 fue adoptada la actual Ley de Inversión Extranjera, la 118, con su reglamento y demás normas complementarias.

Poco antes entraron en vigor el Decreto Ley sobre la Zona Especial de Desarrollo Mariel —suerte de joya de la corona en la estrategia cubana para la IE— y su reglamento.

Toda esa armazón legal tiene el fin de posibilitar la implementación de los Lineamientos sobre la materia, y contribuir con ello a la actualización del modelo económico y al logro del socialismo próspero y sostenible al que apuntamos.

También fue presentada, en noviembre del 2014, la Cartera de Oportunidades de Inversión Extranjera, con 246 proyectos de negocios por un monto estimado de más de 8 mil 700 millones de dólares.

Respecto al valor de la IE para Cuba, en la fundamentación para aprobar la Ley 118 quedó dicho: “Los movimientos internacionales de capital y en especial los flujos de inversión extranjera directa, son hoy de tal magnitud e importancia en el mundo, que no parece posible concebir un proceso de desarrollo económico sin contacto con esas inversiones y sin que se intente aprovechar sus aspectos positivos. De hecho, ningún país que transita hoy por el camino del desarrollo, lo hace sin contar con la inversión de capital extranjero como un componente de su política económica”.

Faltaría decir que el cambio no se trata de una simple sustitución de normas jurídicas, sino de la creación de atractivos e incentivos —como una mayor flexibilidad del régimen tributario, por ejemplo— para captar inversionistas e inversiones con montos anuales de entre 2 mil y 2 mil 500 millones de dólares, necesarios para un crecimiento anual sostenido del Pib entre cinco y siete por cientos.

Captar inversionistas, no para “vender el país”, como temen algunos, sino para favorecer su avance con sustitución de importaciones, fomento de exportaciones, modernización de la industria, incorporación de nuevas tecnologías, asimilación de métodos gerenciales modernos, creación de nuevos empleos, entre otros beneficios.

El replanteo de la IE en Cuba, que cuenta con no pocas fortalezas para desarrollarla, a pesar incluso del bloqueo que ¿se tambalea?, es un hecho. Falta saber si resulta, si están viniendo inversionistas y con ellos, inversiones.

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