“Nada pueden hacer, se agotó el ingenio”, dice aquel hombre mermado por la resignación, y camina de un lado a otro, disponiéndolo todo. Llegó la hora, hay que desconectar las bombas; da la orden y el electricista no parece tener prisa, lentamente suelta cable a cable, hasta dejar muerto el transformador.
Quiten las bombas, quítenlas ya. La voz compulsa a los mecánicos. Dos forcejean con estas, otros miran cómo las someten. Sus tuercas aflojan… Se irán las Worthington. Las tuberías extrañarán el crudo que enviaban a su destino. Ahora dejarán el lugar que por años ocuparon en el centro colector número 4 de la Empresa de Perforación y Extracción de Petróleo Centro (Epepc).
De unas 30 bombas como estas deberá prescindir la petrolera de Matanzas. No hay modo alguno de seguir innovándolas. “Todavía están enteras; con unas piezas, no hubiera necesidad de esto”, lamenta Daniel Ruiz La Portilla, jefe del taller de agregado.
“Ya habían tres cuando en 1996 vine a trabajar aquí. Se adquirieron a una transnacional yanqui con sede en Canadá. Buenas, muy buenas que han salido, solo que los norteamericanos impiden que los propios canadienses nos suministren repuestos de lo que a ellos les compramos”.
Sin los imprescindibles accesorios, el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba deja a la industria una sola alternativa: “botar” esas bombas, comprar otras.
“Nos obligan a cambiarla, que implica un gasto mayor. Han sido 20 años apelando a la creatividad y talento de la gente, dando mantenimiento en el momento exacto, vigilando cada detalle, y duele porque el acceso a las piezas garantizaría recuperarlas en un 90 % de su capacidad y casi duplicar su vida útil”.
Con un disgusto que intenta disimular, Daniel se ajusta el casco. Los dos observamos a un costado de las Worthington. El jefe de seguridad industrial se acerca con un aparatico, detiene el trabajo, verifica que la cantidad de sulfuro de hidrógeno sea la normada, solo así descartan una posible explosión.
“Aunque no pasa corriente y se evacuó el petróleo, algo de gas puede quedar y todo cuidado es poco, más ahora cuando abriremos fuego para desprender la base de metal”, explica. A la voz de a continuar, los operarios regresan, yo no. El hombre del aparatico lo advierte. “Lo siento, sin botas no entra”.
“Tendrá su foto, no se preocupe”, me anima el jefe del taller en señal de que lo mío es pan comido comparado con lo de ellos. “Disponer de los aditamentos evitaría, por ejemplo, quitar el motor, el chasis, echar el cimiento, el anclaje y hasta probar la funcionabilidad de un equipo que ya conocemos de su calidad… Es el desmonte completo y luego, volver a hacer lo mismo con las nuevas…”
De procedencia china son algunas de las bombas que reemplazarán a las Worthington. “A ese hermano pero distante país fui a escogerlas, a pesar de existir una ruta tan cercana como la que conduce a norteamérica. La distancia geográfica encarece el costo, la asesoría técnica eleva los gastos. No es lo mismo traer un especialista de esta zona que de Asia. Es una excesiva erogación financiera que un país como este necesita ahorrarse…”, subraya.
En la búsqueda de sustitutas con similares características también exploraron el mercado europeo. Se sabe que los riesgos son inevitables, pero hay que intentarlo. Daniel asegura que Estados Unidos compró la fábrica alemana que vendió dos bombas instaladas en un enclave estratégico de la ciudad de Matanzas.
“Paralizar el sector, su desarrollo, obstaculizar las modernizaciones, el acceso a piezas de repuesto, tecnologías, son sus propósitos”, resume el especialista.
La grúa que esperan acaba de llegar. Es indispensable para alzar la pesada armazón… Se acomoda, gira, retrocede. Ahora sí lo conseguirá. En brazos de la Tadano, se va esta Worthington. Cambio de aceite, conservación, es lo que viene. “Quién quita que si Estados Unidos levanta el bloqueo ellas vuelvan, quién sabe”, sueñan dos mecánicos.
Mientras tanto, una verdad emerge. Desde 1995, su primera vez, la Epepc suma 21 años consecutivos extrayendo más de un millón de toneladas de crudo. Como dicen ellos, el bloqueo hiere, pero no mata.