Muchos han cifrado grandes esperanzas en que la XXI Conferencia de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático (COP 21), a realizarse en París del 30 de noviembre al 11 de diciembre próximos, adopte un programa efectivo ante el trastorno medioambiental que gravita sobre la vida en la Tierra. Pero el éxito de ese evento —cuestionado también por otros tantos— dependerá en buena medida de la atención que los 193 Estados convocados presten al clamor de los pueblos del mundo.
Ese clamor se dejará escuchar en la cita parisina a través de los movimientos sociales del planeta, cuya voluntad será expuesta mediante la Declaración de Tiquipaya, aprobada el pasado lunes en la ciudad boliviana de igual nombre por la segunda Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y Defensa de la Vida.
Según los organizadores, este encuentro contó con la participación de más de 7 mil personas de 54 países, muchas de las cuales enviaron sus propuestas a través de Internet. También estaban presentes el secretario general de la Onu, Ban Ki-moon; los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro; y de Ecuador, Rafael Correa, y el mandatario boliviano, Evo Morales. Además asistió el canciller de Francia, Laurent Fabius, entre otras personalidades.
El documento aprobado rechaza al capitalismo depredador prevaleciente a nivel mundial, por ser un sistema “que promueve la mercantilización y la privatización de las funciones ambientales de la naturaleza, que son y deben seguir siendo un bien común de los pueblos”, al tiempo que acoge en sus 30 cuartillas valores esenciales de culturas que desde épocas remotas viven en armonía con su entorno natural.
Entre sus numerosas demandas incluye una Declaración Universal de Derechos de la Madre Tierra. Igualmente exige que los países industrializados asuman sus responsabilidades con esta última, y en este sentido reclama la adopción de las medidas requeridas para que la temperatura no supere los 1,5 º C en los próximos años, a fin de evitar una catástrofe planetaria.
Gran repercusión tuvo en los medios la exigencia de crear en el marco de la ONU “un Tribunal de Justicia Ambiental, Climático y de la Vida, para la determinación de responsabilidades, sanciones y reparación de los daños causados al patrimonio común”.
El canciller Laurent Fabius aseveró que las decisiones del encuentro serán transmitidas a los participantes en la COP 21. La Declaración de Tiquipaya, según se afirma, centrará la ponencia de los movimientos sociales en la esperada cita de la capital francesa.
Las reservas en torno a los posibles resultados de la COP 21 tienen como telón de fondo el que las pasadas 20 citas anuales realizadas en el ámbito de la Convención no han servido para frenar la emisión a la atmósfera de los gases contaminantes que ocasionan el calentamiento global y la perturbación del clima del planeta. Los informes científicos coinciden en asociar al cambio climático diversos y crecientes trastornos medioambientales, y advierten que si las perniciosas emisiones siguen aumentando, esos negativos impactos serán cada vez más dañinos y generalizados.
Ante el grave y complejo problema, la COP 21 deberá establecer medidas realmente eficaces, que involucren a todas las naciones, y además se ajusten al principio de las “responsabilidades comunes, pero diferenciadas” —consagrado en la Convención—, según el cual la mayor contribución corresponde a los países industrializados, principales responsables históricos del nefasto calentamiento.
Se espera que el acuerdo más trascendente sea la aprobación de un tratado que cobraría vigencia en el año 2020 y sustituiría al maltrecho Protocolo de Kioto, el más importante instrumento jurídico internacional adoptado hasta el presente en esta materia.
El objetivo fundamental a lograr por el nuevo convenio —en correspondencia con las advertencias científicas— es mantener las temperaturas por debajo de los 2º C respecto al período preindustrial. Sin embargo, expertos temen que la falta de voluntad política de algunos gobiernos de países influyentes frustren este cardinal propósito.
Frente a tanta carencia de solidaridad, responsabilidad y racionalidad en relación con el destino de todos los que habitamos esta casa común que es nuestra Tierra, resonará en París el eco de Tiquipaya.