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De la sequía y otros demonios

A los tantísimos problemas que nos laceran material y espiritualmente: el salario que no alcanza, las carencias con el transporte, los altos precios de casi todos los productos, las dificultades con la alimentación, se suma la sequía. Ahora que el agua se torna más demandada, saltan a la vista detalles que antes pasaban inadvertidos o resultaban poco valorados.

Uno de ellos, los salideros, tanto los públicos como los privados. Duele ver el despilfarro del líquido que casi no existe en los embalses, surtidores que aparecen aquí y allá en la ciudad de Santiago de Cuba y en otros municipios de la provincia, y estoy segura que en otros sitios del país igual.

Cada vez que se inicia la distribución por las redes, en ciclos que sobrepasan los 15 días en el caso del territorio santiaguero, el agua se derrama sin que poco o nada se haga por evitarlo.

Hay que reconocerlo, ni en lo público y ni en lo privado existe un accionar de emergencia, tanto como la que vivimos por la sequía, para que cesen los salideros.

He ahí un tema sin resolver, como mismo está sin solventar la creación de facilidades para acceder a la compra de herrajes hidráulicos (codos, t, y, uniones universales, llaves de paso (en lo fundamental de ½) boyas para tanques elevados y más.

Dichos surtidos aparecen regularmente a nivel de revendedores, personas inescrupulosas que se aprovechan de la situación y que “inflan” su “negocio” con aquellos que, apremiados por el panorama, compran dichos herrajes.

¿A qué precios? Por las nubes, tan altos como la misma lluvia que se resiste a caer en la medida que necesitamos. Del tema se habla una y otra vez: en reuniones, en la calle, en la prensa, sin duda se dice, pero hasta ahora no se hace en la medida requerida.

Ojalá lleguen soluciones oportunas y duraderas, que se extiendan en el tiempo aun cuando el agua regrese a la tierra y a los embalses.

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