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Despertar de las cañas

“Cuando entras al surco sabes lo que tienes que hacer y cuánto te pagan por esa labor”, precisó Yojaine. Fotos: René Pérez Massola
“Cuando entras al surco sabes lo que tienes que hacer y cuánto te pagan por esa labor”, precisó Yojaine. Fotos: René Pérez Massola

 

Hay una quietud asombrosa hasta en los cañaverales, allí donde las cañas crecen más o menos hasta tres metros y es imposible que penetre un hombre entre ellas; en las más nuevas que rozan quienes se empeñan en mantener los campos limpios o las fertilizan; en las casetas del regadío, en las amplias guardarrayas, en el aire que se respira…

Todo eso justifica la sonrisa de las mujeres y hombres, la placidez en cada palabra, en el gesto, en el saludo. En la UBPC Vietnam no hay apuros; las labores se ejecutan ordenadamente, las tareas se cumplen, y el respeto, el control y la disciplina le ponen un sello distintivo. Nadie se queja o plantea obstáculos al trabajo; quienes incumplen el reglamento se van solos de la cooperativa.

Por esa suerte de contar con líderes que conduzcan a este colectivo de 160 trabajadores, con suelos productivos, aplicar sistemas de trabajo y tecnologías que respaldan la producción, y lograr la eficiencia aglutinando recursos de tres UBPC que cada una tenía sus múltiples problemas, la Vietnam, de Aguada de Pasajeros, en Cienfuegos, se convirtió en la mayor aportadora de caña del país; por la excelencia técnica recibieron el premio Álvaro Reynoso en el 2013, y durante cinco años consecutivos la condición de Vanguardia Nacional.

La atracción de los jóvenes

Rostros bisoños aparecen por doquier; se mezclan con los más curtidos, y tengo la certeza de que Osmel Figueroa Lugo, presidente de la Vietnam, fue absoluto al decir que los jóvenes de Real Campiña y los bateyes cercanos están atraídos por la cooperativa.

“Ya no pueden entrar más; debemos tener 20 obreros menos el año próximo dada la tecnificación de las labores, y porque a la caña no hay que hacerle nada más después que sella la plantación, pero todos los días vienen a verme los padres o algún muchacho para que los ponga a trabajar. Aquí los trabajadores están estimulados y motivados, y con hombres así se logran los sueños más platónicos”.

Yaniesky Castillo López asoma su rostro de 23 años al terminar la limpieza del surco; su sonrisa expresa una satisfacción pocas veces vista en hombres que realizan una labor tan dura: son casi las once de la mañana y el sol “raja las piedras”, pero “todo lo que tengo se lo debo a la cooperativa. Yo era un muchacho de la calle; un día vine a ver a Osmel para conseguir trabajo, me pusieron a prueba, estuve tres meses y medio guataqueando y sembrando caña, y llevo cuatro años haciendo cualquier labor que me encomienden”.

Muy cerca de él aparece otro más joven, es Yojaine Rodríguez Escalona, de 20 años: “Terminé el servicio militar, y vine buscando un trabajo fuerte, donde se ganara dinero y pudiera ayudar a mi familia. Me motiva el salario y la disciplina que hay aquí”.

Los ingresos promedio de los trabajadores rondan los mil 200 pesos mensuales, además de las utilidades que se reparten al cierre del año de labor (julio, cuando algunos obtuvieron hasta 40 mil pesos y los más unos 22 mil), y los estímulos que se reparten al cierre de los ciclos productivos, en dependencia de las ganancias.

Bajo el sombrero de otro que está almorzando hay casi un niño que jugaba y seguía a su padre por los predios de la UBPC. Yoany Amador Novoa (22 años) se graduó como técnico de nivel medio en Comercio y Gastronomía, mas recién graduado buscó trabajo aquí.

“Lo que necesitaban era un jefe de lote y aquí estoy a prueba, aprendiendo todos los días, como todos los jóvenes. “Lo trascendental es cómo el lote uno se transformó hasta alcanzar 64 toneladas por hectárea (t/ha) y seguimos luchando para llegar al promedio de la cooperativa. Somos 30 obreros que hacemos de todo: limpia, siembra, cultivo y corte manual cuando la caña es para semilla. Le tenemos más miedo al sol que a la lluvia y al fango, porque al astro no hay quien lo ablande”.

De tanto punzarlos con preguntas afloraron las dificultades. Omelio Reloba, el secretario de la sección sindical, quien apareció en la guardarraya, dijo que tienen problemas con las limas y las botas de goma que son de muy mala calidad, no tanto con la ropa y los machetes que duran un poquito más.

Los trabajadores usan los medios de protección, y los jefes de brigada tienen que exigírselo, porque si encontramos a alguien haciendo una labor que compromete la salud del hombre y no los lleva, los penalizan, aseguró, y aclaró que a los trabajadores que ingresan a la UBPC se les lee el reglamento y deben acatarlo para ser aceptados. “Estamos vinculados al área o a los resultados finales, por eso nuestras cañas se distinguen en la geografía aledaña. Obtenemos ingresos según el esfuerzo y la consagración de cada uno, pero quien falte alguno de los 26 días de trabajo no recibe la estimulación de fin de mes. La disciplina es férrea, y eso también atrae a los trabajadores”, precisó Omelio.

Seguir despegando

Aun cuando la Vietnam es la de mayor área del país y la que más caña produce, Osmel Figueroa, quien ha anunciado su próxima jubilación, “quisiera dejar la UBPC con rendimientos de 78 t/ha y entregando 115 mil toneladas de caña; hay compañeros preparados para asumir el relevo”.

Con un costo de 54 centavos por peso de producción, lograron 4 millones 700 mil pesos de utilidades al cierre del calendario agrícola (julio), y repartieron 3 millones 160 mil, el resto lo pusieron en la cuenta de operaciones para emplearlo en lo que sea necesario. “Lo mejor que tienen las UBPC es que no hay que pedir permiso para hacer las cosas, sino aplicar sistemas de trabajo y tener mucha responsabilidad”, agregó Osmel.

Inculcar valores a los trabajadores, dar el ejemplo y agradecer a los demás son prédicas de este hombre, que luego de andar muchos caminos diferentes, se ha dedicado durante 17 años a dirigir esta UBPC, donde hay un despertar de las cañas que debe convertirse en paradigma para todas sus iguales.

El 13 de octubre se celebra el Día del Trabajador Azucarero y,
además de las actividades en cada empresa y unidad productora,
se realizará el tradicional homenaje a los cincuentenarios. Para
ello, el Sindicato Nacional y AzCuba organizaron un variado programa,
que comenzó el sábado y concluye mañana con la imposición del sello
por los
50 años de labor ininterrumpida en este sector.

“Resolvemos el 85 % de los problemas en la UBPC, el resto no depende de nosotros. Estamos esperando dos tractores de alta potencia, con dos que pudimos reparar, mejoramos para lograr la independencia de las labores de la maquinaria”, dijo Osmel al borde del cañaveral.

 

“En cuatro años de trabajo hice mi casa, y hasta me compré una moto”, comentó Yaniesky.

 

 

“La caña es un trabajo duro, nosotros lo hacemos con satisfacción”, indicó Yoany.
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