Ya de adultos ese ideal laboral se nos hace más o menos concreto, pero nunca nos deja de estimular el desempeñarnos en un centro donde el orden y la higiene sean puntos de partida para un eficiente quehacer.
Sin duda, el ambiente en el que nos corresponde desenvolvernos durante muchas horas a la semana, nos dispone o predispone ante el trabajo.
No por gusto las administraciones más competentes dan prioridad al acomodo de un entorno favorable, facilitador del cumplimiento de las misiones asignadas a la organización.
Nadie habla de lujos, sino de condiciones elementales tanto en una fábrica, un hospital o una oficina, sitios en los que resultan indispensables una buena iluminación y ventilación, un mobiliario atemperado al tipo de actividad, además del orden, la limpieza, entre otras condiciones básicas.
¿Se cumplen siempre estos y otros requisitos?
No, a pesar de que en lo que respecta al ambiente y el clima laboral, inseparables de la seguridad y la salud del trabajo, el Estado, con el acompañamiento de la Central de Trabajadores de Cuba, tenga trazada la política, refrendada en resoluciones, decretos y leyes.
Aquí y allá aparecen administrativos y dirigentes sindicales —cada cual con la cuota de responsabilidad que le corresponde— a los que no parece importarles nada, o casi nada de este asunto.
En tal orden de cosas desaguisados pueden encontrarse en zonas rurales o citadinas, en el occidente o el centro del país, incluso en una provincia como Santiago de Cuba y una institución como Planificación Física, en este caso la dirección municipal de la ciudad santiaguera.
No por gusto distingo a una y otra. La primera, por ser un territorio en el que se ha puesto especial énfasis en el embellecimiento de los más diversos sitios, donde tanto se pondera la organización, la higiene y cultura del detalle, tanto en el sector estatal como no estatal.
La segunda, porque es la entidad encargada, entre otras funciones, de establecer los planes de ordenamiento territorial y urbano, y se supone sea ejemplo hacia lo interno de aquello que exige hacia lo externo.
Tal vez por ambas cuestiones resultó tan impactante lo vivido en la dirección municipal santiaguera.
Nada hay para guiar los pasos del cliente hasta allí, pues adolece de falta del cartel identificativo, justamente un centro que vela y exige porque otros se anuncien correctamente.
Una vez adentrados en el lugar es difícil asumir la imagen que llega hasta nuestros ojos; para decirlo sin muchos rodeos: resulta deprimente.
El falso techo, sucio y estropeado, está a medio quitar —¿o será a medio poner?— y entre los espacios vacíos los cables del tendido eléctrico, las lámparas sin tubos, las telarañas, la suciedad… se tornan amenazantes sobre las cabezas de los usuarios y trabajadores, tanto o más que algunas improvisadas divisiones, todo un desafío a la Ley de gravedad.
Rincones con papeles desorganizados y polvorientos, sillas y burós desvencijados, una recepción con solo cuatro asientos, lo que obliga a las personas a esperar de pie o sentados en un quicio…
En fin, un ambiente laboral que sobrecoge a los que por unas horas requieren estar allí para hacer cualquier gestión; imagino entonces qué pasará con aquellos que deben permanecer más tiempo en ese lugar.
Lo peor de todo es saber que no es un día, ni dos, ni una semana, ni un mes que tal panorama se enseñorea en los espacios de la Dirección Municipal de Planificación Física en Santiago de Cuba.
¿Abulia, indiferencia, conformismo? ¿Qué sucede que ni la administración, ni el sindicato, ni los propios trabajadores dan el primer paso para sacudirse el marasmo? ¿Cuánto incide tal estado de cosas en los atrasos y desatinos que muestran ciertos trámites de la población? ¿Cuánto maltrato velado al cliente encierra ese entorno laboral?
Las respuestas y las soluciones no hay que buscarlas muy lejos, y no requieren de inversiones millonarias, lleva más carga de buena voluntad y exigencia que de erogación monetaria.
Vale la alerta para esta entidad santiaguera y para todas aquellas que en Cuba no acondicionan un buen ambiente laboral olvidando la influencia que ejerce en el bienestar individual, la eficiencia de la organización y matando, además, aquellos sueños infantiles que alguna vez tuvimos de trabajar en un lugar bonito.