Ivón Paget miró al hombre con sorpresa: “Doctor, ¡usted salvó a mi hijo! ¿Su nombre no es Félix?”. Él la miró y le respondió: “¿Verdad? Es que han sido muchos los niños que han pasado por mis manos”.
“Mi bebé estaba mal, con un asma crónica muy fuerte, nunca se me va a olvidar. Usted me dijo, con seguridad, ‘dámelo, va a estar bien’, Y lo llevó para terapia. Ahora es un muchacho tremendo, con 23 años. Siempre voy a estarle agradecida”, dijo y unas lágrimas cargadas de emoción brotaron en sus ojos.
La conversación transcurrió mientras hacíamos la visita al hospital pediátrico Leonor Pérez, en el capitalino municipio de Boyeros. Son miles y miles las personas que conocen al doctor Félix Cruz Romero, pediatra de 74 años, que aún labora en esa institución.
Cuenta que en 1970 se graduó y ocho años después concluyó la especialidad. “A raíz de la epidemia del dengue hemorrágico, ocurrida en 1981, el Comandante en Jefe nos visitó, peligraba la vida de varios niños, él estaba muy preocupado; felizmente no tuvimos ninguna pérdida”, enfatizó el querido médico, quien ostenta la condición de Talento de Oro conferida por la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (Anir).
El profe, por sus méritos y experiencia, preside ese movimiento en el centro. Asegura que los aniristas, con su creatividad han dado solución a lo largo de décadas a disímiles problemas presentados no solo en el área clínica, sino también en cuestiones relacionadas con la tecnología.
Y es que este sector tuvo que enfrentar, desde los primeros años de la Revolución, los efectos del bloqueo económico, comercial y financiero, impuesto a Cuba por Estados Unidos. “En la última edición de nuestro fórum de ciencia y técnica presenté un trabajo llamado Punción lumbar fallida, necesidad de aprendizaje, el cual recibió premio”, comentó Félix.
“Ahora soy vicedirector docente y trabajo en la sala de apoyo vital que está muy linda. Ahí llegan los niños que tienen un estado más grave. Lo mío siempre ha sido salvar vidas”, apuntó el experimentado galeno.
Creatividad a toda prueba
Con la fachada recién restaurada, el hospital pediátrico Doña Leonor Pérez, fundado a inicios de 1930, es orgullo de sus más de 300 trabajadores. Una pintura al óleo y un busto de la madre de José Martí, mariposas frescas que le rinden honor y una pulcritud que resalta a primera vista, reciben al visitante en la octogenaria instalación.
“Dialogamos con algunos de los vecinos más antiguos del reparto Lugardita para saber cuáles fueron los colores originales que tenía la entrada y así lo preservamos”, apuntó la doctora Sara Pittí, directora del centro.
La doctora se refirió a las recientes remodelaciones ocurridas en la institución y entre ellas significó el rescate de una de las salas donde se atienden a los casos febriles, la restauración del banco de leche, que funciona a plena capacidad, y la rehabilitación de la lavandería, la cual presentaba peligro de derrumbe y ahora puede dar respuesta a cualquier contingencia en las instalaciones hospitalarias de Boyeros.
En ese sentido, resaltó el esfuerzo hecho por la brigada de mantenimiento, integrada por 10 compañeros, así como la entrega de los innovado- res y del resto del colectivo.
Felix Martínez Carrillo, especia- lista económico, destacó que el trabajo de la brigada ha permitido ahorrar más de 500 mil pesos al presupuesto: “Ellos demolieron, enchaparon las paredes, fundieron mesetas, hicieron labores de carpintería y plomería; en fin, si hubiéramos tenido que pagarle a un contingente, por lo menos hubiera sido un millón de pesos”.
Precisamente, en una de las salas restauradas se encontraba Dayana Fonseca, quien desde hacía dos días tenía ingresado a su pequeño William Marcos. “Vivo en Campo Florido, en La Habana del Este, no conocía el hospital. Aquí la atención es excelente”, alegó.
Tropa ante emergencias
Juan Miguel Massip Pardo y Juan Carlos Pozo Carmona, ambos operarios de mantenimiento e integrantes de la Anir, enfrentaron la tarea de poner en marcha la nevera para la congelación de los alimentos en el hospital. Los bujes de los motores eléctricos de los ventiladores colapsaron al cabo de un año de explotación. No era posible repararlos, a pesar de gestiones realizadas. “Hallamos dos motores de extractores que podían cumplir igual función que los anteriores”, señaló Juan Miguel. Para ello, dijo su colega, fue necesario adecuar algunos elementos, así como confeccionar las bases con sus tornillos para instalarlos. “Ya no habrá que transportar los alimentos hacia otros lugares del municipio para preservarlos”, afirmó.
A las iniciativas puestas en práctica por el movimiento anirista se suma el aporte de los técnicos del departamento de Electromedicina. Según el doctor Pedro Gort, subdirector de Asistencia médica, la modificación de la flexura de las articulaciones de los brazos en las lámparas utilizadas en el cuerpo de guardia permitió variar el ángulo de proyección de la luz diseñado originalmente y proporcionarle al galeno una mejor visualización al examinar la garganta de los niños.
“Enmanuel Martínez es el autor de este trabajo, quien además eliminó el uso de baterías en un otoscopio por el empleo directo a la electricidad mediante un transformador”, precisó.
Los aniristas también idearon una chapeadora para la limpieza de las áreas verdes, rescataron un vehículo que iba a ser dado de baja y lo pusieron en función de las actividades de servicio.
Un tema de gran actualidad, al cual han buscado alternativa, es el ahorro de agua, pues las consecuencias de la sequía afectan al municipio. La doctora Pittí apuntó que han hecho una reorganización del gasto y el consumo promedio del preciado líquido. “Un electricista automatizó la bomba y ahora el bombeo, en vez de ser cada seis horas, es cada nueve. Suprimimos salideros, exigimos que esté clorada toda el agua, rescatamos un pozo existente en el área y hasta recolectamos, a través de un aljibe, agua de lluvia, la cual usamos para la limpieza. El objetivo es utilizar la potable para el área de hospitalización”, argumentó.
Una verdadera familia
Hace 36 años, Mayra Altunaga llegó a este hospital. La pantrista habla con cariño de sus compañeros, tanto médicos como enfermeras o técnicos, porque son como una familia. Otra de las que expresa su agradecimiento es Yudeisis Cruz Jiménez, quien labora en el banco de leche: “¡Todo está tan bonito!”, subrayó.
Expresiones como esas salieron más de una vez durante el recorrido, en que resaltó el agradable ambiente que distingue a este centro, el cual ostenta la categoría de Colectivo Moral. Sin embargo, no están exentos de las limitaciones impuestas por el bloqueo económico.
“A veces ha habido dificultades con medicamentos y hay que aplicar alternativas con la medicina natural y tradicional. Todavía existen problemas, por ejemplo, con el equipo de rayos que es de tecnología de la antigua Unión Soviética y no hemos podido adquirir uno moderno.
“Gracias a gestiones de nuestro ministerio estamos recibiendo literatura actualizada, pero hasta fecha reciente no la teníamos”, afirmó Pittí, quien reconoce en sus compañeros una tropa que resuelve las emergencias cotidianas con mucha consagración. Y es que evidentemente, todos han conformado un equipo cuyos sueños vuelan juntos.