Las manos en la masa

Las manos en la masa

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Me gustó lo de preparar esponjas para hacer pan, dice Alcides Pérez.

Alcides Pérez Pérez es un hombre de pocas palabras, tanto que resulta difícil de entrevistar, y para sacarle las respuestas, por lo general cortas, y continuar el diálogo hay que estarle lanzando constantes preguntas.

Más de tres décadas en su oficio de preparador de masas de harina.

Modesto y laborioso en extremo, prefiere hablar con el lenguaje de los hechos, ese que desde su simple puesto de galletero lo llevó a alcanzar el título honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba en este 2015.

Como casi todos los días “a menos que esté muy enfermo” lo encontramos frente a la máquina revolvedora, atareado en la preparación de las masas de harina en su querida fábrica de galletas Eradio Domínguez, de Holguín.

Nacido el 14 de abril del año 1957 en el seno de un humilde hogar campesino, en la zona de Santa Rosa, del municipio holguinero de

Báguanos, heredó de su padre Policiano Pérez el gen de la laboriosidad.

Recuerda que siendo todavía un niño se iba los fines de semana para los cañaverales, cuando no tenía que ir a la escuela, y ayudaba a encarrilar caña al papá, devenido machetero vanguardia nacional por aquellos primeros años de la Revolución.

El maestro enseñó al hijo, Alfredo, a hacer galletas.

A mediados de la década de los 70 vino a Holguín para trabajar, atraído por las ofertas de empleo y facilidades que se ofrecían por aquel entonces, como parte de la creciente ola constructora que se vivía nacionalmente.

No podía imaginarse el joven Alcides que ese hecho, ocurrido en 1975, cuando solo tenía 18 años de edad, marcaría su existencia, pues prendado por los encantos de esta urbe fundó la familia y se quedó a vivir para siempre.

Siempre atento a la correcta dosificación de las materias primas.

“En aquel tiempo, rememora, andaban buscando personal para formar una brigada que participaría en la construcción del estadio de pelota y me apunté. Nos recogían los lunes y regresábamos los sábados por la tarde.

“Empecé abriendo hoyos para las bases, eso era duro cantidad, con pistolete y mandarria, pero lo hacíamos, no teníamos hora para trabajar, fundiendo los cimientos, las escaleras, estuve allí hasta que lo terminaron”.

Si bien como ayudante de la construcción apenas se desempeñó durante poco más de un lustro, no solo el estadio Calixto García lleva su impronta, sino también la escuela vocacional José Martí y el politécnico de Laguna Blanca, entre otras obras.

Aunque el cambio definitivo y más importante se produjo a principios de los 80, momento en el que pasó a trabajar en la industria alimentaria, específicamente en la panificadora de Holguín, y se hizo preparador de masas de harina, oficio en el que aún se desempeña.

“Aquello de preparar las esponjas para hacer pan me gustó, aprendí bastante rápido, a echar las cantidades requeridas de harina, levadura y demás componentes y darles el tiempo necesario para que levanten y se puedan hornear.

“En aquel momento conseguí un solarcito en el reparto La Aduana y con mi esfuerzo personal y la ayuda recibida en cuanto a la venta de los materiales de construcción pude hacer mi casita, en la cual fundé mi familia y aún resido”.

Fueron años de intensa labor para Alcides, quien participaba en cuanto trabajo voluntario y actividad organizaba el sindicato y se convirtió en uno de los macheteros destacados de la brigada millonaria Pedro Marrero.

“Nosotros, precisó, nos íbamos durante la zafra completa para los campos de los centrales Frank País, Fernando de Dios, Loynaz Hechavarría y otros más, donde permanecíamos cinco o seis meses movilizados.

“Luego del regreso de cada zafra participamos en las movilizaciones diarias o permanentes para apoyar la siembra y limpia de caña o cualquier otra tarea que hiciera falta, no había descanso, se trabajaba mucho.

“Para ello siempre conté con el apoyo de mi esposa Fredesvinda Rodríguez Tamayo, ella se quedaba sola con los muchachos durante todo ese tiempo, a cargo de su atención y la de la casa, por eso digo que ella también es vanguardia.

“Cuando en la panificadora se dejó de hacer pan, me trasladaron para la fábrica de galletas Eradio Domínguez, donde llevo ya más de 16 años, siempre en el mismo puesto de trabajo, pero si es necesario hago otras cosas.

“Lo de nosotros es hacer galletas de calidad para el pueblo, aunque para eso necesitamos que nos apoyen con algunos sartenes nuevos, pues los que tenemos están muy viejos y deteriorados, extractores para el área de enfriamiento y guantes.

“Yo no tengo secretos para nadie, enseño a cualquiera cómo elaborar una buena masa para la galleta, pero muchas veces el esfuerzo no se ve recompensado porque se pegan o tiznan debido a que los sartenes están quemados y deteriorados.

“Lo mío es trabajar, yo no me voy del centro si no lo dejo todo limpio, acomodado, lo mismo sucede en la cuadra, donde el CDR no me tiene que llamar para hacer una donación voluntaria de sangre (acumula 168) o cumplir otra tarea”.

La larga y fructífera hoja de servicios de Alcides lo hizo merecedor de numerosos reconocimientos, entre los cuales sobresalen los de Vanguardia Nacional en 20 ocasiones, medallas de Hazaña Laboral y Jesús Menéndez, Orden Lázaro Peña de primer, segundo y tercer grados y la máxima distinción laboral, el título de héroe.

“A la verdad que yo nunca trabajé por estímulos, por eso proseguí con igual ritmo cuando algunos me decían ‘no seas bobo, te estás reventando por gusto’, y llegué a lo que soy hoy, Héroe del Trabajo de la República de Cuba.

“Eso fue una experiencia inolvidable, recibir tan alta distinción de manos de Machado Ventura y estar en la tribuna del Primero de Mayo, cerquita de Raúl, Maduro, los Cinco Héroes y otras muchas personalidades.

“Aunque sigo siendo el mismo, señaló por último, mi familia está orgullosa, al igual que los vecinos y los compañeros de trabajo, quienes se pusieron muy contentos al conocer la noticia y verme en la televisión y la prensa”.

Así de sencillo y modesto es Alcides Pérez Pérez, el héroe galletero, quien asegura que proseguirá laborando con similar ímpetu mientras tenga fuerzas, a pesar de que ya tiene el relevo asegurado en su hijo Alfredo, quien trabaja junto al padre en la misma fábrica.

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